Toccata y fuga de autor

Es, sin lugar a dudas, la composición para órgano más conocida universalmente. Múltiples arreglos y transcripciones para todo tipo de instrumentos, culminando en la ampulosa pero brillante orquestación de Stokowski para el film Fantasía, la han hecho familiar en todos los hogares y oídos de todo el mundo. Y han llevado el nombre de Johann Sebastian Bach al sustrato musical de cientos de millones de personas por todo el planeta. Pero en los últimos cuarenta años han ido surgiendo voces que cuestionan la autoría de esta obra, que no se conserva de propia mano de Bach, sino en una copia firmada por Johannes Ringk, un alumno de Bach que recibió a su vez una copia hecha por otro alumno del maestro, Johann Peter Kernell. La opinión tradicional sobre esta obra, fundamentada en los asertos de Spitta, es que se trata de una obra juvenil de Bach entroncada con la influencia de los maestros del norte de Alemania, especialmente con el stylus fantasticus de Buxtehude.
Pero ya desde al menos 1893, en un artículo de Eric Lewin Altschuler, se empezó a plantear la posibilidad de que en realidad esta pieza no fuese sino una transcripción de un original para laúd. Desde entonces se han ido sucediendo otros posibles originales para violonchelo de cinco cuerdas, para clave o para violín. Y, lo que es más intrigante aún: la propia autoría de Bach está en entredicho. Un artículo en Early Music (julio 1981) de Peter Williams ponía al descubierto una serie de cuestiones que hacía dudar de la autoría bachiana y de su escritura originaria para órgano: octavas paralelas en la introducción, respuesta en subdominante en la fuga (muy extrañas en Bach), simplicidad en el contrapunto con armonía de terceras y sextas en el contrasujeto o conclusión de la obra con una cadencia modal plagal extremadamente rara en el cantor de Leipzig. Todo esto, junto a cuestiones técnicas como las notas pedales y la similitud de los pasajes iniciales con el bariolage violinístico, llevaron a Bruce Fox-Lefriche en 2004 (The greatest violin sonata that J. S. Bach never wrote) a concluir que en realidad ante lo que estamos es una pieza juvenil para violín transcrita para órgano por Kernell o Ringk. Y más allá: Jonathan Hall sostiene que su autor verdadero podría ser Cornelius Heinrich Dretzel (1697-1775), también alumno de Bach en Weimar y a quien se le atribuye también el Preludio y fuga BWV 897.
Sea como sea, esta música sigue subyugando desde la primera escucha y hay que reconocer que, en manos de un violinista experto en el repertorio del Barroco temprano como Enrico Onofri, suena con una carga de energía impresionante. Claro que Onofri pone también lo suyo con su fraseo incisivo, su acentuación imaginativa, su sentido del color y un sonido electrizante.