TEATRO REAL, ENGLISH NATIONAL BALLET / Oscuridades y abucheos
Madrid. Teatro Real: 10-12-X-2019. “Giselle”. English National Ballet. Coreografía: Akran Kham. Música: Vincenzo Lamagna (sobre la original de Adolph Adam) con arreglo orquestal de Gavin Sutherland. Con Tamara Rojo.
Hacía años que no se oían, al menos en una función de ballet en el Teatro Real, abucheos y sonoras protestas desde los pisos superiores tan fuertes a punto de interrumpir. Pasó en el estreno de la “Giselle reloaded” o revisitada, o cualquier otro nombre que queramos ponerle. Y es verdad que la electrónica de Lamagna, gestionando “loops” sobre la desarticulación progresiva de los temas de Adam, era una tortura para todos. Primer gran error de este montaje.
También es verdad que Tamara Rojo está magnífica al haber entrado de lleno y en estado de gracia en la etapa de madurez, en forma física envidiable y con una conciencia muy visceral en sus movimientos y en su dinámica. El resto de la plantilla cumple con airosa pretensión de sumirse en un estilo que le es diametralmente ajeno. Quizás por ello se percibe esa distancia, esa manera tan fría como irreprochable en el dibujo de hacer lo que ha marcado el coreógrafo blangadesí de éxito. Todo el escenario es muy oscuro, para ganar tenebrismo dejan al público viendo la mitad de lo que debería ver. Quizás esta umbrosa atmósfera funcione en una ópera, pero aquí en el ballet, se trata de lo que se ve más de lo que se oye, o de una equilibrada conjunción de ambos, a la postre frustrada.
Los diseños de Tim Yip son pobres y disparatados. Es lo que pasa cuando se le pide a un chino que interprete en su dibujo una “Mantua” como símbolo de clase y poder. Las Willis no son amazonas; y el nuevo libreto tampoco se entiende. El muro de Adriano basculante ¿dónde nos sitúa?
Paradojas del destino, los trajes del segundo acto a lo que se parecen es a las “giselles” soviéticas de los años veinte y treinta del siglo XX, muy revolucionarias y adscritas a los fenómenos estéticos del suprematismo y el constructivismo. Stalin acabó enseguida con todo aquello.
La temporada de danza del Real sigue siendo demasiado breve, rozando lo escuálido, para ser el gran teatro que es.
Roger Salas