Teatralidades de “Fidelio”. Ilustración y ciudadanía en el ‘Singspiel’ de Beethoven (y IV)
El pacto que plantea Beethoven, que proviene del de Bouilly pero que es diferente, es el de dos legitimidades que no tiene por qué ser opuestas, sino que pueden ser complementarias: el trono y el ciudadano. Ya no es un acuerdo como en la Ilustración, sino que del pacto surge otra relación entre poder y ciudadanía. En este pacto quedan al margen y quedan condenados los abusos a que dan lugar las instituciones no controladas del Antiguo Régimen. Condena de Pizarro, acuerdo de Don Fernando y Florestán, apoteosis republicana de Leonore como heroína que ha logrado ese pacto. Y apoteosis, claro está, de la nueva fórmula de poder. Podía ser una sugerencia al Congreso de Viena, pero la victoria de seres como Metternich o como el zar Alejandro obnubiló a los vencedores de Napoleón, el imprudente, el temerario, el responsable después de todo de unas guerras odiosas. Su herencia liberal, por llamarla así, iba a ser aplastada con prioridad. Desde la España del trienio liberal a la revolución húngara de 1848, la Santa Alianza de reaccionarios aplastó cualquier intento de cambio en ese Antiguo Régimen que creían que había vuelto de manera natural, después de unos años de agitación que habían terminado para siempre. Ingenua perversidad. Si la reacción triunfa en un sistema político ese triunfo es efímero y no hace sino aplazar, con más gravedad y con más dolor futuro, el cambio inevitable. Solo que es posible que ese cambio, obtenido tras una etapa indeseable, adopte formas indeseables. Nietzsche lo teorizará más tarde con su teoría del monstruo, del Ungehuer. El pacto que propone Beethoven en Fidelio es, precisamente, el compromiso para que no haya luchas entre monstruos y acabemos todos monstruos.
Podemos despedirnos con Nietzche y la tan conocida cita: “Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti” (Más allá del bien y del mal, Sentencias e interludios, nº 146, traducción de Andrés Sánchez Pascual, Alianza Ed.). Al dormirte, el monstruo no estaba ahí; pero al despertarte te topaste con él. Luchar ennoblece, pero a menudo envilece. Luchar contra el terror es peligroso y necesario. Imprescindible. Contra el monstruo. Pero es el monstruo en quien te miras, quieras que no. Beethoven, que pasó tantas penas íntimas, desconoció esta pena del Hungeheuer. Pese al revés de la Ilustración y el liberalismo incipiente, pertenecía a una época optimista. Por si no lo recuerdan, les anoto que optimismo es confiar en que el futuro puede ser siquiera un poco mejor.
De ahí, acaso, ese luminoso Finale. Que, en efecto, es un anticlímax para la versión de 1814, y que es una consecuencia optimista en la versión original de 1805. En cualquier caso, los dos opuestos, denigración y celebración, se dan en ambos Fidelio. Dramáticamente, la denigración se personifica en Pizarro y su sistema, reales, presentes, activos. La celebración se da en la glorificación del ministro y, con ello, del trono que representa. El sistema Pizarro es más real que la promesa y la ilusión. El sistema Metternich supondrá la alianza de los Pizarro con el trono y el Estado. ¿Acaso no continuó Fouché como jefe de con la Restauración? Por poco tiempo, lo bastante para que los reinados policiales del cuitado Luis XVIII y, más tarde, del insensato Carlos X, asumieran sus métodos.
Una nota final: en este año beethoveniano pero también de inesperada epidemia, con ruina de vidas y haciendas, la Opera de Viena recuperó el Fidelio de 1805 en una puesta en escena de Amélie Niermeyer en la que se daba corporeidad a las dos Leonore, exterior e interior, que protagonizan el conflicto lírico-dramático. La epidemia interrumpió la serie de representaciones de marzo pasado.
Y no olviden que en enero de 2016 Viena pudo ver una puesta del Fidelio ¡de 1806! Esto fue en el Theater an der Wien, y era un proyecto de Harnoncourt, pero el maestro estaba enfermo ya a principios de año. Fallecería en marzo. En enero lo sustituyó su principal colaborador en el foso, Stefan Gottfried. De ambos Fidelio queda testimonio audiovisual y acaso puedan acceder a ellos por la red.
Santiago Martín Bermúdez