Tabea Zimmermann: “Cantar con la viola es mi verdadero deseo”
Tabea Zimmermann (Lahr, Alemania, 1966) es la reina actual de la viola. Nadie ha hecho tanto por este instrumento en los últimos treinta años. Una asombrosa carrera que, desde finales de los años 80, ha combinado actuaciones como solista con orquesta, una nutrida actividad de música de cámara y la constante dedicación a la enseñanza. No sólo ha contribuido en la creación de partituras fundamentales para su instrumento, como la Sonata para viola sola de György Ligeti o la pieza …eine Blume für Tabea… incluida por György Kurtág en Signs, Games and Messages, sino que ha liderado formaciones camerísticas tan relevantes como el Cuarteto Arcanto, activo entre 2004 y 2016. En su trayectoria han primado las decisiones personales sobre repertorio y colaboradores frente al mercado, el prestigio y el glamur. Pero su “vida al servicio de la música” acaba de obtener el prestigioso Premio de Música Ernst von Siemens, el llamado ‘Nobel de la clásica’. Zimmermann recibió la noticia del premio, el pasado enero, durante el festival BTHVN WOCHE que dirige en Bonn como presidenta de la Beethoven-Haus. Y al que han seguido actuaciones en Ámsterdam y Barcelona, con la formación de trío para clarinete, viola y piano que mantiene con el compositor Jörg Widmann, o con la integral de los tríos para cuerda de Beethoven, en el Wigmore Hall, con Daniel Sepec y Jean-Guihen Queyras. Su gira en marzo por Estados Unidos con el pianista Javier Perianes ha sido cancelada ante la terrible pandemia del coronavirus. Pero Harmonia Mundi lanzará este mes su primera colaboración conjunta, un disco titulado Cantilena que incluye varias transcripciones para viola y piano de música española e iberoamericana de los siglos XIX y XX. Scherzo habló con ella acerca de su trayectoria y proyectos tanto en Bonn como en Barcelona, a finales de enero y febrero, pero también por correo electrónico desde su casa en Berlín, donde pasa el confinamiento obligatorio que todos estamos padeciendo en estos días tan difíciles.
Usted empezó a tocar la viola directamente con tres años. ¿Fue su primera opción como instrumento?
No tuve elección. Era la pequeña y mis hermanos ya tocaban el violín, el piano y el violonchelo. De hecho, crecí haciendo mucha música de cámara en casa. Formé un cuarteto de cuerda y tuve un trío con mis hermanas durante muchos años en donde tocábamos, por ejemplo, fugas de Bach. Creo que no hay mejor formación desde la infancia para un músico. Y, si le soy sincera, nunca me interesó tocar el violín, pues mi hermana ya era violinista y yo quería mi propio terreno.
Después estudió, desde los trece años, con maestros famosos como Ulrich Koch y Sándor Végh.
Sí, pero mi principal maestro de viola fue mi primer profesor, Dietmar Mantel, en la escuela de mi localidad natal, Lahr, con quien estudié desde los tres a los trece años. Con él lo aprendí todo: flexibilidad, calidad de sonido, uso correcto del vibrato, etc. Y lo desarrollé en los años siguientes con esos dos maestros. Ulrich Koch, que era un violista muy pragmático, me ayudó a ampliar mi repertorio, pero no me aportó mucho artísticamente. Y con Sándor Végh tan sólo tuve unas clases magistrales en el Mozarteum de Salzburgo, aunque fueron importantes, pues revivieron las enseñanzas de mi primer profesor.
Tras vencer en concursos internacionales de Ginebra, París y Budapest, se convirtió, en 1987, en la profesora de viola más joven de toda Alemania. Y sigue ejerciendo en la Academia Hanns Eisler de Berlín, donde ha tenido discípulos tan conocidos como Antoine Tamestit. ¿Qué le aporta la enseñanza?
Me gusta ayudar a los alumnos a que encuentren su propio camino. Para mí, cada estudiante es completamente diferente. Los hay que precisan una información muy específica, otros demandan imaginación y algunos requieren ayuda técnica. Es un proceso completamente individual. Y mi labor ha consistido en ayudar a cada estudiante a completar su personalidad como músico. Para mí, la enseñanza no consiste tan sólo en tocar, sino que contempla también un proceso mucho más completo.
Recuerdo haber visto en YouTube un fragmento de una clase magistral que impartió en el Festival de Verbier, en 2018, donde invitaba a los alumnos a cantar antes de tocar.
Por supuesto. El canto con la viola es mi verdadero deseo como músico y se lo debo a mi primer profesor. Es algo que hice desde el principio y que, por tanto, siempre trato de inculcar a mis estudiantes. Deben ser capaces de cantar y dominar el ritmo antes de traducirlo con el instrumento. Esto es lo crucial para mí. La música no es la viola, sino que la viola es tan sólo el medio. Para mí, la música es una canción sin palabras. (…)
Pablo L. Rodríguez
[Foto: Marco Borggreve]
(Comienzo de la entrevista publicada en el nº 361 de SCHERZO, de abril de 2020)
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