Steuart Bedford: el hombre de confianza de Britten

Con la muerte de Steuart Bedford, a los ochenta y un años, se va quien bien podíamos definir como el intérprete canónico de la obra de Benjamin Britten, aquel en quien el compositor depositaba toda su confianza a la hora de enfrentar la partitura y su posible realización. Bedford estuvo muy pronto vinculado a Britten, pues sus padres, la cantante Lesley Duff y el ingeniero Leslie Bedford, comprarían en 1948, a instancias de Peter Pears, una casa en Snape muy cerca de aquella en la que vivían el compositor y el tenor. La casa sería vendida en 1953 cuando Duff dejó de pertenecer al English Opera Group, una cuestión esta sobre la que Bedford siempre fue discreto. El contacto se perdió por ello pero, un día de 1966, Steuart recibiría una llama telefónica en la que se le proponía ser el asistente de Britten en la grabación para Decca de A Midsummer Night’s Dream, que ya había dirigido en Oxford. En 1973, a instancias del propio Britten, estrenaría en Aldeburgh y llevaría al disco para Decca Death in Venice, la última de sus óperas. También haría lo propio y en el mismo escenario, tres años después, con Phaedra junto a Janet Baker.
El amplio legado discográfico que testimonia la relación artística entre Britten y Bedford, grabado en su mayoría por la firma británica Collins sería recogido, tras su licencia, en el catálogo de Naxos. Cada uno de esos discos es imprescindible para conocer el genio de su autor y el talento de su intermediario. Quizá podríamos destacar ahora, a vuelapluma, la Sinfonia da Requiem, Les Illuminations con Felicity Lott, los Sonnets of Michelangelo acompañando el propio Bedford al piano a Philipe Langridge, óperas como The Turn of the Screw o Albert Herring. La verdad es que todo vale la pena.
Christopher Gillet aseguraba hace años en un reportaje sobre Bedford que quizá el secreto de la sabiduría britteniana del maestro londinense estaba en saber perfectamente qué es lo que Britten quería mientras este, a su vez, siempre afirmaba —prurito muy de compositor que, además, era un director de orquesta de primera— que no quería otra cosa sino que se dijera exactamente lo que está en la partitura. Y, para eso, aquel a quien conociera de pantalón corto, su antiguo vecino, era perfecto.
Bedford, que se retiraría hace años aquejado de la enfermedad de Parkinson, fue director del festival de Aldeburgh entre 1974 y 1998, desde 1989 junto a Oliver Knussen. De allí procede un extraordinario testimonio —disponible en cd y dvd— de su dominio de la materia y de cómo la naturaleza y la música pueden unirse a veces de manera casi milagrosa: la producción de Peter Grimes en la playa, con el mar como fondo, en junio de 2013. Una especie de homenaje mutuo, un círculo que se cerraba. ¶
Luis Suñén