‘Shakuhachi’, grullas y ciervos
Los orígenes del shakuhachi se remontan al siglo XVII, cuando la secta Fuke del budismo zen convirtió esta flauta de bambú en fiel compañera de los monjes itinerantes komuso. Los monjes la utilizaban para pedir la limosna (entonces la tocaban con la cabeza tapada por una cesta), aunque pasó pronto a constituir una primordial herramienta de meditación para alcanzar la iluminación. Desde mediados del siglo XIX, el shakuhachi empezó a extenderse fuera de los círculos de la secta Fuke. Surgieron entonces varias escuelas de interpretación y el instrumento se hizo accesible a los músicos profesionales. Aún así, los rasgos identificativos de su repertorio mantuvieron una estrecha vinculación con su linaje religioso.
En sus piezas, el shakuhachi bosqueja un paisaje esencial de trazos sonoros sobrios, impregnados a menudo de una cierta melancolía pero también dotados, si es necesario, de fuerza. El canal de acceso más fácil a esta fascinante música es representado por los títulos inspirados en la mística contemplación de la Naturaleza. Piezas como Shin ya (Noche profunda), Sanya (Tres valles) o Matsukaze (Viento en los pinos) evocan sus respectivos escenarios naturales, aunque ahondan menos en su fisonomía que en la emoción que éstos suscitan.
Las dos piezas que pongo a continuación –entre las más conocidas del repertorio tradicional de shakuhachi– manifiestan una atención por el detalle que sólo puede surgir de la atenta observación del mundo natural. Tsuru no sugomori (Nido de grullas) representa a unas grullas dando de comer a sus crías. La flauta lleva a cabo aquí una representación del universo de estas aves, empezando por la perfecta imitación de su canto y de su vuelo: el resultado es una obra maestra de ternura, poesía y realismo descriptivo. La escritura de Shika no tone (Bramidos lejanos de ciervos) también muestra un conocimiento pormenorizado del bramido de los ciervos, que el intérprete realiza expulsando violentamente el aire a través del instrumento (1’58”, 4’04”, 4’19”). Es una pieza que conjuga una atmósfera melancólica y evocadora con una singular intensidad en la línea melódica, que alcanza en ciertos momentos una tensión notable.
“El sonido en la música occidental deambula horizontalmente. Sin embargo, el sonido del shakuhachi se levanta recto como un árbol”, escribía Toru Takemitsu, quien llegó a utilizar el instrumento en algunas de sus obras (November Steps, Eclipse). En tiempos recientes, el compositor Ramon Humet también ha revelado una profunda afinidad con el shakuhachi en piezas como Desert e Interludis meditatius.
1 comentarios para “‘Shakuhachi’, grullas y ciervos”
<strong>… [Trackback]</strong>
[…] Read More Info here to that Topic: scherzo.es/shakuhachi-grullas-y-ciervos/ […]
Los comentarios están cerrados.