SEVILLA / Protagonismo escénico

Sevilla. Teatro de la Maestranza. 18-XI-2019. Saint-Saëns, Sansón y Dalila. Nancy Fabiola Herrera, Gregory Kunde, Damián del Castillo, Alejandro López, Francisco Crespo, José Ángel Florido, Manuel de Diego, Andrés Merino. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza. Director musical: Jacques Lacombe. Nueva producción del Teatro de la Maestranza en coproducción con el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Director de escena: Paco Azorín.
Ante la insistencia de su joven pariente, el libretista Ferdinand Lemaire, el compositor cambió su idea de hacer un oratorio sobre la historia de Sansón y se decidió a escribir una grand opéra, que conserva el carácter, sobre todo en el primer acto de los tres que consta, del proyectado oratorio. En este acto tiene una extraordinaria importancia el coro, tanto masculino como femenino, y fue la primera grata sorpresa de la noche por la calidad y el empaste de las voces, que volvería a lucirse en el último acto, por lo que hay que felicitar muy vivamente a su director, Íñigo Sampil, que ha conseguido crear en estos años una agrupación de primer orden. Nunca el escenario de este teatro ha estado tan lleno de gente, entre ella muchos figurantes, niños y adultos, con “capacidades diversas”, como se dice hoy día, y era enternecedor ver cómo estos inocentes saludaban felices al final de la representación.
Estaba claro desde el principio que el director de escena, Paco Azorín, quería impactar haciendo un alegato contra las guerras por motivos religiosos y contra la opresión de un pueblo por otro y las víctimas que conlleva. A lo largo de la representación se fueron proyectando frases antibélicas y proclamas amorosas de convivencia. Todo el equipo escénico: la coreografía de Carlos Martos de la Vega, el variado vestuario de Ana Garay, la iluminación de Pedro Yagüe y los audiovisuales de Pedro Chamizo, todo esto muy bien conjuntado, consiguió un protagonismo que en cierta manera relegó a un plano secundario otros valores de esta compleja y ecléctica ópera.
La historia que narra la Biblia en Jueces (capítulos 13 al 16) se traslada a la época actual. Si antes eran los hebreos los oprimidos por los filisteos, ahora son los hebreos los que oprimen a los palestinos. En el desnudo escenario, unas grandes letras ensangrentadas con el nombre de ISRAEL. Escenas impactantes como las ejecuciones del ISIS, campos de refugiados, y otros horrores no dejaban de inquietar a los espectadores, que por otra parte tenían antes sí unas espléndidas voces con las que deleitarse. En primer lugar la de la protagonista femenina, la muy cálida de Nancy Fabiola Herrera, que encarnó una Dalila sensual y perversa hasta el extremo. Su momento más estelar fue, como era de esperar en el segundo acto, en el gran dúo con Sansón y la tormenta de fondo. Su famosa aria Mon coeur s’ouvre à ta voix fue acogida con emoción. La otra gran voz era la de Gregory Kunde, uno de los tenores más contundentes del momento. Su Sansón fue irreprochable de principio a fin. Pero no eran sólo esas voces. Llamó la atención la del joven barítono Damián del Castillo como Sumo sacerdote de Dagón, voz clara y robusta y figura con una presencia escénica notable. Las otras voces mantuvieron el alto nivel. Cada vez es más gratificante el comprobar que muchas de ellas son nacidas y formadas en España. En cuanto a la dirección musical a cargo del maestro canadiense Jacques Lacombe fue sólida y brillante. La orquestación está llena de matices, muy modernos para su época, y la Sinfónica supo transmitirlos con nitidez. Donde más garra tuvo fue en el segundo acto, musicalmente el más trabajado por Saint-Saëns, y dramáticamente el mejor del libreto, que tiene su lirismo, pero que no funciona en su totalidad. Azorín ha hecho una apuesta fuerte, aunque a veces sea confuso su discurso, pero como espectáculo ha conseguido el no dejar a nadie indiferente. Fue el gran protagonista.
Jacobo Cortines