SEVILLA / Perder el sueño por las Goldberg

Sevilla. La Casa de los Pianistas. 21-XII-2019. Bach, Variaciones Goldberg. Javier Núñez, clave.
Conocido por su participación asidua en conjuntos como Accademia del Piacere o L’estro d’Orfeo o por sus grabaciones (junto a la arpista Sara Águeda la más reciente y en solitario con una personal selección de obras de Bach, Bach Affectus), el clavecinista sevillano Javier Núñez decidió interpretar por primera vez en público este Aria con diversas variaciones para clave de dos teclados. Ya sabemos que es apócrifa la leyenda de los insomnios del conde Keyserlingk que se dice promovieron la composición de esta monumental obra, pero lo que es seguro es que el clavecinista de turno, como los actuales, deben perder el sueño a la hora de ponerse por primera vez ante esta partitura.
Núñez supo evitar caer en lo que podríamos denominar ‘Síndrome Gould’, esto es, la tentación de querer demostrar su agilidad y su capacidad de mantener tempos acelerados. Por el contrario, Núñez optó por la claridad y la introspección antes que por la velocidad, lo que no indica que cuando fuese necesario no imprimiese energía y brío a su fraseo. Según confesó, no realizó todas las repeticiones, aunque sí la mayoría de ellas (su versión se alargó hasta los 85’), una cuestión ésta que no debe ser tomada con exceso de fundamentalismo historicista, porque cada intérprete puede y debe escoger en qué momento realizar una repetición u otra en función de su concepto global de la pieza en ese mismo momento del concierto, pudiendo optar por otras vías en otras ocasiones. Es lo que permite una obra abierta como ésta.
Núñez marcó su elección de los tempi desde la misma exposición del aria, sin excesivas prisas y fraseada a la francesa, con libertad en la medida de las notas y sobria ornamentación que adquirió más relevancia en su reaparición final, en la que se extasió literalmente en el desarrollo de la melodía, con muy expresivas pausas.
Como primera interpretación pública que fue, hay que entender esta crítica ad cautelam, porque no son las Goldberg una obra que se domine desde un primer momento, sino que tiene que ir madurando técnica y expresivamente con los años. Desde el punto de vista técnico hubo problemas con la continuidad del discurso y con notas erradas en las variaciones 2, 3, 8, 9, 20 y 26, ésta última quizá atribuible a los cambios en el instrumento debidos al calor y la humedad acumulados en la pequeña sala. Pero fueron de mucha mayor relevancia los momentos brillantes y los cargados de sutileza y poesía. Fue notable la limpieza de los cruces de manos en las variaciones 5 (a la italiana, con una mano fija y la otra saltando a un lado y otro), 8 (a la francesa, con ambas manos tocando sobre la misma parte del teclado) y 17. En la variación 28 sonaron de manera sumamente brillante y bien definidos los numerosos trinos, mientras que en la siguiente supo Núñez darle continuidad y nitidez a la alternancia entre acordes y arpegios.
Soberbia sin ambages su versión de esa pieza armónicamente visionaria que es la variación 25, en cuyo fraseo el clavecinista sevillano se recreó nota por nota, midiendo los acentos, dándole su peso a los silencios. Tonos majestuosos y ampulosos para los ritmos punteados de la número 16, seguidos de una fuga no demasiado rápida, todo claridad en la conducción de las voces, cuestión esta última que también afloró en su versión de la fughetta de la variación 19. Por último, en la número 13, una Sarabande lenta profusamente adornada de mordentes y apoyaturas, Núñez optó por un fraseo afrancesado (al fin y al cabo la música francesa para clavecín era el principal referente de Bach en este terreno instrumental), rico en rubato y elegantemente deletreado.