SEVILLA / Önay Köse, una maravillosa sorpresa
Sevilla. Espacio Turina. 26-II-2022. Önay Köse, bajo. Francisco Montero, piano. Lieder de Franz Schubert, Hugo Wolf y Jacques Ibert.
La sala principal del Espacio Turina se está convirtiendo, gracias a la labor de su director, Fernando Campomanes, en el espacio más dinámico y de programación más interesante de Sevilla. Con una envidiable acústica para la música de cámara, está sirviendo de trampolín para muchos músicos y muchas propuestas que llenan casi a diario la agenda de la sala.
Una de esas sorpresas que de vez en cuando se experimentan en este espacio fue el recital del bajo turco Önay Köse y el pianista sevillano Francisco Montero.
De sólida formación germánica perfilada con posterioridad en la Juilliard School, Köse ofrece una poco común voz de bajo poderoso, impactante en el forte, de perfecta emisión y proyección, pero a la vez dotada de una espléndida capacidad de matización que le permite moldear el sonido en toda la gama dinámica, incluídos unos pianissimi perfectamente nítidos. El color es claro y brillante, nada cavernoso y la dicción impoluta, con un especial cuidado milimétrico en la articulación del sonido en los finales de cada palabra, sobre todo los sonidos consonánticos finales del alemán.
Abordó una selección del Winterreise en la que mostró la flexibilidad de su fraseo y la musicalidad de su línea de canto, entrando en profundidad en la esencia expresiva de cada canción. Pero lo más impresionante, lo que llegó hasta el corazón de cada oyente, fueron sus versiones de las canciones de Hugo Wolf, especialmente las basadas en poemas de Miguel Ángel. Aquí el fraseo se convirtió en confidencias sonoras, abriendo y cerrando el sonido al compás de los torturados sentimientos reflejados por el texto y la música, en un éxtasis anímico como pocas veces se puede experimentar.
No de menor empaque fueron sus versiones de las Canciones de Don Quijote de Ibert, otra muestra del dominio de la frase, del acento y del color por parte del cantante. Mucha atención, quédense con su nombre porque dará que hablar en cuanto algún avezado programador lo promocione.
Tuvo como perfecto cómplice (no en vano llevan años trabajando juntos este repertorio) a Francisco Montero, con una aproximación intimista, atenta también a las más pequeñas inflexiones y regulaciones del color, con una sólida técnica de pedal y una musicalidad del más alto nivel. Su forma de acariciar el teclado en la introducción de Morgen ofrecida como propina llenó la sala de poesía y delicadeza.
Andrés Moreno Mengíbar