SEVILLA / Luces y sombras en ‘Pelléas et Mélisande’
Sevilla. Teatro de la Maestranza. 22-III-2022. Debussy: Pelléas et Mélisande. Edward Nelson, Mari Eriksmoen, Kyle Ketelsen, Jérômen Varnier, Eleonora Deveze, Javier Castañeda, Marina Pardo. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y Coro Teatro de la Maestranza. Director musical: Michel Plasson. Director de escena: Willy Decker.
Toda esta enigmática e innovadora ópera es un continuo claroscuro donde van alternándose pasajes brillantes con sombríos episodios, alternancia que remite a una complejísima simbología llena de ambigüedad y misterio, potenciada por una música que se mueve en un constante fluir, de una delicadeza extrema que alcanza sus mayores cotas de originalidad y belleza en la refinadísima orquestación que, en buena medida, se sobrepone a la sobria línea de canto basada en la prosodia de la propia lengua francesa, a la manera del recitar cantando del origen de la ópera y rechazando los convencionalismos de las melodías tradicionales, incapaces, según el maestro francés, de expresar las profundidades de los sentimientos humanos, lo cual es muy digno de respetar como renovadora teoría en el tratamiento vocal, pero que no deja de ser más que discutible y dudoso.
Debussy trabajó muchos años en su única ópera terminada, y consiguió que, tras el escándalo inicial de 1902, fecha de su estreno, se fuera imponiendo como un título decisivo en la historia de la ópera del siglo XX. Hoy son muchos los aspectos que nos atraen de esta pieza, aparte de su belleza musical, especialmente en lo tocante a la orquesta, pero también el continuo juego de lo inasible, el no saber quiénes son en realidad los personajes ni qué está ocurriendo en verdad sobre la escena, si un cuento de hadas, un tópico triángulo amoroso, o algo más profundo, el desconocimiento del destino que llega inexorable.
Estamos en un reino que no es de este mundo, Allemonde, de un alegórico medievalismo, aunque aquí en la abstracta versión de Willy Decker, un espacio circular como un medio cilindro acristalado y claustrofóbico con algunos elementos simbólicos en el centro: la fuente, el pozo, la gruta…(diseño de escenografía y vestuario de Wolfgang Gussmann), la atemporalidad se acentúe y el contrate entre las sombras del castillo y la claridad del mar o del cielo se consiga gracias a la sabia iluminación de Hans Toelstede. Sombras y luces constantes, las aguas que huelen a muerto, el anillo que brilla al lanzarlo.
La Mélisande de Eriksmoen fue impecable: dulzura en la voz, fatalidad inocente en su seducción, como impecables también el Pelléas del joven Nelson, de voz clara y precisa, y el Golaud de Ketelsen, muy expresivo en su papel de inestable, celoso y atormentado. Un trío protagonista excepcional. Bien estuvo el bajo Varnier como el compasivo y de clarividente visión a pesar de su ceguera; muy bien la soprano Eleonora Deveze en el papel del pequeño Yniold; correcto Castañeda en su doble papel de Médico y Pastor; y no del todo convincente la veterana Marina Pardo por su engolamiento y vibrato.
La muy breve intervención del coro interno, espléndida. Y ¿qué decir de la Orquesta dirigida por el maestro Michel Plasson? Pues que ha sido una de las actuaciones más sabias y brillantes que se han escuchado en este teatro. El ya casi nonagenario Plasson (París, 1933) es uno de los grandes conocedores de la ópera francesa, y en su admirado Debussy ha tenido la ocasión de ofrecerle al público sevillano una versión de referencia, bien secundada por la puesta en escena.
Jacobo Cortines