SEVILLA / López López y Taller Sonoro, música del uno para los otros
Sevilla. Espacio Turina. 10-XI-2023. Taller Sonoro. Norio Sato, director. Obras de José Manuel López López.
La buena sintonía y apreciación que el Espacio Turina muestra hacia el compositor José Manuel López López (1956) volvió a reeditarse esta temporada con otro monográfico que continuó al ofrecido el pasado mes de febrero, cuando el Cuarteto Arditti le homenajeó con un programa centrado en su trayectoria (y del que dimos cuenta aquí). Lo hacían ahora los integrantes de Taller Sonoro en una formación considerablemente ampliada y bajo la dirección de Norio Sato. Por otra parte, el conjunto desde sus inicios lleva prestando atención a su obra, no de otra manera se entiende la ejemplar comprensión de su lenguaje que mostraron en esta oportunidad.
Desde el final al principio, llegaron a la última de las piezas sin visos de cansancio, y a pesar de que El árbol de Takako (2022) era la composición más musculada de todas, también en la que esa personal comprensión del tiempo de López López resultaba más aparentemente dilatada. El discurso fragorosamente polifónico y la claridad textural de la que goza una partitura como esta resultan características del trabajo de un artesano, de un orfebre del sonido. Unos elementos y otros, también unos accidentes y otros (zumbadores golpes en el bombo sinfónico) se van engarzando, siendo conscientes, nosotros como oyentes, del gran valor que el compositor confiere a la forma, que nunca pierde de vista ni mal usa. El japonés Norio Sato no resultó un director especialmente detallista, no al menos en su movimiento de brazos ni en su gestualidad, pero al albur de los resultados todo venía concienzudamente preparado de los ensayos.
El arte de la siesta (2005) es un concertante para acordeón y ensemble que crece en cada escucha y repensamiento que se le concede; y es, a su manera, un pequeño clásico de Taller Sonoro y de la moderna música de cámara. El acordeón expele una abrasión oxidativa, y en su transustanciación con el sonido electrónico se alcanza una dimensión que reiteran a López López como a una de las voces más privilegiadas de la música española. Con dinámicas extremadas, una percusión voluptuosa y un palpitante empleo del clarinete bajo como generador de gravedades que sustentan a modo de humus la partitura se ha de señalar la competencia en esta interpretación, desde luego, del acordeonista Ander Tellería, también del clarinetista Camilo Irizo, de la percusión de Baldomero Llorens y Lester Rodríguez, así como de la electrónica de Javier Campaña y la sonorización de Jaime Tuñón.
El peso indisimulado de las abstrusas y volcánicas cuerdas de Iannis Xenakis es rememorado en la audición de Materia oscura (2013), creación mayúscula que comienza ya aristada, sin dar pistas, sin escalar nada. De golpe, radicalmente. Era también la página más marcadamente indagativa, no entendiendo por ello ningún ánimo refractario con el oyente, pero sí desde luego una exigencia redoblada para penetrar en las tripas de una música que se benefició (como el resto de las obras en liza) de la aportación del pianista Ignacio Torner, en esta ocasión por encima de sus compañeros de cuerda, desde donde, y dicho con prudencia, creemos que se podría haber obtenido una respuesta más resquebrajada y violenta.
Con sus inserciones de sonidos de la naturaleza y percusiones aéreas, La casa de las cigüeñas (2018) se ofreció en semioscuridad y con una proyección nada invasiva. El atractivo, también la extrañeza, del crotorar de estas aves dieron la pista a López López para desplegar un tejido altamente poético, que no esquiva una querencia por una belleza tímbrica no siempre por él reivindicada con la misma fruición. Taller Sonoro debería ahora, dicho lo dicho, buscarse las castañas para conseguir fijar estas músicas en disco cuanto antes.
Ismael G. Cabral