SEVILLA / Ardittis y López López, energía bajo el microscopio
Sevilla. Espacio Turina. 14-I-2023. Cuarteto Arditti (Irvine Arditti, Ashot Sarkissjan, Ralf Ehlers y Lucas Fels). Obras de José Manuel López López.
El 25 de marzo de 2020 el Cuarteto Arditti debía haber ofrecido un importante concierto de repaso y puesta al día de su trayectoria en el Teatro Central de Sevilla. Acontecimiento que no llegó a suceder, primero forzosamente por la pandemia que lo clausuró todo, luego tampoco ocurrió por la desidia de la administración pública andaluza que, no solo no recuperó la propuesta, sino que también defenestró por la puerta de atrás el longevo Ciclo de Música Contemporánea. Pero de eso hablaremos otro día.
Que el mítico conjunto inglés regresara a la ciudad del Guadalquivir el pasado sábado ha sido fruto de una reunión de voluntades… y de algo de presupuesto. Desde luego el empeño del Festival Encuentros Sonoros que impulsa el conjunto local Taller Sonoro no ha sido poco. Sumemos a ello la confluencia de la grabación estos días, en Zaragoza, de un monográfico dedicado al compositor José Manuel López López (de próxima publicación en el sello Kairos) y el entusiasmo mostrado ante la idea por el director del Espacio Turina, Fernando Campomanes. El resultado hemos de calificarlo, sin temor a excedernos de acelerador, de una noche histórica para la música contemporánea española. Lo que no resta para que volvamos, una vez más, a amasar un pensamiento, ¿hasta dónde podría llegar este gestor y este espacio si el Ayuntamiento de Sevilla realizara una apuesta presupuestaria de más altura?
Asiéndonos a lo musical, pocos compositores son capaces de sustentar un programa monográfico. Solo los grandes, claro. Más complejo todavía si hacemos recaer el orgánico en cuatro cuerdas (y un piano, ateniéndonos al Trío III interpretado como bisagra entre los Cuartetos primero y segundo del creador madrileño). Con la actual formación —ya longeva— y excelentemente ahormada a los rasgos expresivos de Irvine Arditti —auténtico tótem y depositario intelectual de la más brillante historia de la nueva música creada en las últimas cuatro décadas—, la formación se presentó en un soberbio estado de forma.
López López (1956) hace años que comenzó un viraje arriesgado y que acabaría por devenir en su consagración. Muy acertadamente titulado el programa, De la música de notas a la música de partículas, el Concierto para piano (2005) abrió unas vías de investigación sonoras hasta ese momento inéditas en la moderna composición española. Y aunque muy a menudo se le adscriba a la escuela espectral francesa, el compositor, por más que su residencia sea en París y su formación deba mucho a los grandes autores del país vecino, ha conseguido liberar sus inclinaciones polifónicas y el gusto por texturas granulares y microscópicas de ese preciosismo ensimismado que, con la perspectiva del tiempo, ha acabado por lastrar el vuelo de muchas creaciones espectrales de compositores franceses.
Hay en el espectralismo sui generis de López López una gestualidad más virulenta (¿germana?, tal vez) pero hay también, y sobre todo, una voluntad de poner la música ante un microscopio gigantesco a través del cual restalla un potencial tímbrico que alcanza cotas paroxísticas ya en el Cuarteto de cuerdas nº 1 (2007). Una partitura como esta es oro puro para los Ardittis, que navegan en su salsa entre crispaciones, brusquedades calculadísimas, paisajes calmados de insoportable tensión y rasgueos de cuerdas que construyen un escenario sonoro en el que el sonido se ha emancipado de las convencionalidades que amasan la idea canónica de música. He ahí la grandeza de su autor.
En la sala Turina oímos hasta el más mínimo roce, el crepitar de los cordales y la tensión del roce del arco en las estribaciones del clavijero. Música a medida de un grupo para el que las técnicas extendidas son el santo y seña y en las que navegan con parsimonia, recreando cada gesto, vociferando poéticamente cada esquirla de ruido. El Cuarteto de cuerda nº 2 “Infinita Domenica” (2020), estrenado por los Ardittis en el Festival Ensems de Valencia, es, desde el punto de vista de la escucha, de una absoluta continuidad con la obra precedente, por más que 13 años distancien una de otra. Es verdad que, ya desde la intensidad de las frases iniciales en el violonchelo de Lucas Fels, la abrasividad aumenta, también hay una mayor atención a los unísonos y, en medio de todo, lo que pareció una tenue, apenas apuntada, melopea en la cuerda grave, una figuración de sesgo organístico poco antes de que la página enfile un final aéreo, soberbiamente apagado.
Alberto Rosado es el pianista que más ha interpretado y conoce la obra de López López y su aportación en el Trío III (2008) fue descomunal. Obra que es un ejemplo de cómo la altura, uno de los parámetros clásicos de la música occidental, palidece en función de la potencialidad de otros como el timbre y la intensidad. A partir de un piano parcialmente preparado (amplificación incluida de idénticas rasposidades de Guero, de Helmut Lachenmann), la obra ausculta los extremos de un teclado enfrentado a las cuerdas del escrutador Arditti y de Fels. La pregunta ahora es, tras una dosis extraordinaria de música que nos interpela —intelectual y emocionalmente— como habitantes de nuestro presente, ¿cuánto tiempo tendrá que pasar para que esta formación legendaria regrese a Sevilla?
Ismael G. Cabral