SEVILLA / La saga-río de los García

Sevilla. Real Círculo de Labradores. 30-XI-2021. Cecilia Lavilla, soprano. Miguel Ituarte, piano. Obras de Chopin, García, Malibrán, Viardot y Héritte.
Culminando el ciclo de conferencias y conciertos en recuerdo de los doscientos años del nacimiento de Pauline Viardot, el Real Círculo de Labradores de Sevilla (institución privada modélica por su programación musical) ofreció un apasionante recital en el que se repasaba la producción musical de tres generaciones de los García, desde Manuel García hasta su nieta Louise Héritte, mostrando con ello lo prolífico de esta asombrosa familia.
Miguel Ituarte abrió la velada con tres mazurcas y el Allegro de concierto de Chopin, tan vinculado a Viardot. Junto a la sensibilidad y delicadeza en el fraseo de las Mazurcas op. 63, con sutiles juegos con el rubato, su bien conocida capacidad virtuosística y su precisión en la pulsación causaron asombro en el brillante y exhibicionista Allegro de concierto. Con las dos piezas para piano de Viardot (Gavotta y Serenata) desveló el poco conocido mundo de las piezas para teclado de quien fuese una consumada pianista. Son pequeñas miniaturas en las que Ituarte encontró el tono justo de fraseo para darles sentido sin caer en lo amanerado.
Con la claridad en la dicción y el desparpajo y gracia fraseando que la caracteriza, Cecilia Laviilla encandiló con algunas de las canciones de Manuel García, en versiones arregladas para el piano por Viardot, por Félix Lavilla o el propio Ituarte, lo que permitieron al pianista vasco enriquecer y deleitar con los imaginativos y brillantes acompañamientos. La soprano cambió de registro con el más melancólico y romántico ambiente de las canciones de María Malibrán, con agilidades y flexibilidad notable en el fraseo en piezas como La visita della morte.
La auténtica sorpresa, por su calidad, fueron las cuatro canciones de Louise Héritte, la primogénita de Viardot, cantante y compositora (autora, entre otras obras, de la ópera Lindoro, en la que rinde homenaje a su abuelo) y cuyo mundo expresivo se mueve entre Brahms y Hugo Wolff, como demuestran las armonías y la línea de canto de sus canciones, en las que Cecilia Lavilla encontró el camino hacia un fraseo sinuoso, insinuante, lleno de acentos, con un parlato muy expresivo.
Y, como culminación, nueve canciones de la homenajeada, desde el aire españolista de Madrid hasta el vuelo poético y melancólico de Haï Luli!, interpretadas con gran contención expresiva, a flor de labios en algunos casos (Dernier aveu), con intensidad dramática en otros (Die Sterne), pero siempre con pleno control de la voz incluso en las dinámicas más sutiles y con la complicidad de un Ituarte preciso y sensible.
Andrés Moreno Mengíbar