SEVILLA / Hirakana y Paterson exprimen un órgano portentoso
Sevilla. Hospital de los Venerables. 10-VI-2022. Yuzuru Hirakana, órgano. Obras de Sakamoto, Correa de Arauxo, Bach, Da Conceicao, Danman, Lecuona y Messiaen. • 11-VI-200. Carlos Paterson, órgano. Obras de Nebra, Correa de Arauxo, Heredia, Narvajas, Praetorius, Muffat, Buxtehude y Bach.
La titularidad del órgano de la Iglesia del Hospital de los Venerables Sacerdotes de Sevilla que ostenta Susana G. Lastra está propiciando una conveniente actividad musical, que tiene en estos dos (de cuatro) conciertos, fruto del I Ciclo Internacional de Órgano Correa de Arauxo, el mejor ejemplo posible.
El concierto del japonés Yuzuru Hirakana fue también paradigmático en otros dos sentidos. De un lado el ramillete de piezas que proponía sirvió para poner, desde diferentes estéticas y siglos, el órgano de Grenzing de este templo al máximo de sus posibilidades. De otro, es ya muy convencional en los recitales de órgano la apuesta por programas excesivamente diversos, lo que sin duda aligera la exigencia auditiva y permite un mayor lucimiento al intérprete. Sin embargo, este tipo de aproximaciones impide demasiado a menudo profundizar en unos u otros autores, extrayendo piezas de colecciones que solo se comprenden en su plenitud cuando se escuchan en su integridad. Fue el caso de Dieu parmi nous, de La Nativité du Seigneur de Olivier Messiaen. Hirakana la abordó desde una apreciable densidad que no le impidió lucir tumultuosas agilidades.
Especial interés tuvo la audición de Sub Communione, obra de 2011 de Anders Danman (1958), presente en el concierto. Se trató de una concentradísima obra de hechuras dodecafónicas que, en efecto, transmitía una religiosidad de monacal recogimiento. Aun perteneciendo a otra órbita estilística, no dejamos de imaginar durante su escucha cómo debe sonar en ese instrumento la imponente Occam XXV de Éliane Radigue. Mirando al pasado, la Batalha de 5 Tom de Diego Da Conceicao supuso una distendida y brillantísima sorpresa que puso a hervir la trompetería del órgano.
Pero Hirakana también demostró sabérselas todas en la muy saltarina Trio Sonata VI BWV 530 de Bach y, desde luego, en los dos Tientos del homenajeado Correa de Arauxo. En unos y otros pentagramas el invitado destacó los contrastes y buscó sonoridades características de cada uno de ellos. Por el camino hizo patria con una pieza olvidable de Hina Sakamoto (1968), Seven holy gifts of Pentecost y rescató a un compositor de esos que es mejor dejar reposar tranquilos interpretando un arreglo (maracas incluidas) de La brisa y yo de Ernesto Lecuona.
Al día siguiente, Carlos Paterson centraba su programa en la música española y la alemana. Potencia y claridad agógica fueron dos elementos constantes en la interpretación de las obras que propuso, ya en los Cuatros versos del dieciochesco Francisco Emanuel Narvajas, con un tono abiertamente galante y pizpireto, ya en la Toccata und Fuge BWV 565 de Bach con la que coronó su recital.
El imponente flujo de notas que serpentea por la Passacaglia de Buxtehude y la compleja estructura rítmica de la Ciaccona de Muffat no generaron ningún escollo (aparente) a las manos y pies de Paterson. Con ejemplar claridad articulatoria nos llegó el Tiento grande de 4º tono del cada vez menos extraviado Aguilera de Heredia, pieza en la que remachó el intérprete sus calidades melódicas.
Ismael G. Cabral
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