SEVILLA / Hermosas ‘Bodas de Fígaro’
Sevilla. Teatro de la Maestranza. 11-XII-2022. Mozart: Las bodas de Fígaro. Alessio Arduini, Natalia Labourdette, Carmela Remigio, Vittorio Prato, Cecilia Molinari, Amparo Navarro, Ricardo Seguel, Manuel de Diego, Inés Ballesteros, José Antonio Sanabria, Pablo López. Director musical: Corrado Rovaris. Director de escena: Emilio Sagi.
Visualmente estas Bodas han resultado una hermosura tanto por la escenografía, inspirada en la arquitectura barroca de las casas-palacios andaluzas, como por el movimiento escénico y la bien resuelta iluminación que marcaba el desarrollo de la acción, desde la clara luz de la mañana y la cálida del lento atardecer, hasta la oscuridad de la noche en el jardín con su fondo de grillos. A lo que habría que añadir un adecuado vestuario para cada personaje, sobresaliendo en vistosidad los muy lucidos trajes del Conde y los elegantes vestidos de la Condesa. El público se recreaba en ese conjunto y fue condescendiente con las carencias que estas Bodas tuvieron el día de su estreno: una dirección musical, la del maestro bergamasco Rovaris, no especialmente cristalina, que no se entendió del todo con las voces, y un Fígaro casi ausente a causa de una infección en la garganta.
De esto último avisó con antelación el gerente del teatro: Arduini intentaría cantar todo su papel, pero si no pudiera, cantaría desde un extremo del escenario su sustituto. En todo caso la función no se suspendería. Por fortuna el barítono italiano se mantuvo estoicamente e incluso logró lucirse en su aria misógina del acto IV: Aprite un po’ quegl’ occhi. Con su voz recuperada, puede que sea un espléndido Fígaro, como espléndida estuvo Natalia Labourdette en su Susana durante toda la función. Es la que más canta y la que mejor cantó. Ágil, inteligente, chispeante, pero también hondamente sentimental, culminó su actuación en su recitativo y aria del último acto: Giunse alfin il momento, que provocó la mayor ovación de la noche.
Bien estuvo Carmela Remigio, que como Condesa tiene las dos arias más bellas de la ópera: la que abre el segundo acto (Porgi amor qualche ristoro) y la muy melancólica del tercero (Dove sono i bei momenti), más centrada y homogénea la soprano en esta que en la anterior un tanto envarada. En cuanto al Conde, su mayor virtud fue su imponente presencia escénica, porque vocalmente a Vittorio Prato le faltó robustez y rotundidad. No así en delicadeza y ambigüedad al Cherubino de Cecilia Molinari, con su modélica escuela de canto. Estupenda actriz, encarnó la pesadilla del desasosegado paje con humor y ternura. Los demás cumplieron con solvencia, con una encantadora Inés Ballesteros como Barbarina. El coro de campesinas, bien, con dos magníficas solistas. Y como culminación del espectáculo visual, el fandango extraordinariamente bailado al son de las castañuelas. Todo un acierto.
Jacobo Cortines
(Fotos: Roberto Alcain / Teatro de la Maestranza)