SEVILLA / Gatti y la MCO; devoción (no respaldada) por Stravinsky
Sevilla. Teatro de la Maestranza. 26-XI-2023. Mahler Chamber Orchestra. Daniele Gatti, director. Obras de Prokofiev, Haydn y Stravinsky.
Se diría que no es suficiente con contar con una gran orquesta y un buen director para movilizar al aficionado. O al menos no a tenor del mediano éxito de convocatoria que la Mahler Chamber Orchestra ha tenido en esta gira por España que la ha llevado a Barcelona, Sevilla y Valencia sin que ningún aforo los haya respaldado con una entrada populosa. El programa era sinceramente hermoso, quizás no especialmente llamativo, y desde luego el melómano menos conspicuo podía echar de menos la figura de algún solista de relumbrón. En todo caso, y circunscribiéndonos a su presentación del pasado domingo en el Maestranza de Sevilla, no se entiende el pinchazo de un aforo muy por debajo del 50% del teatro. Menos aún si tenemos en cuenta que este programa suponía el regreso de una orquesta internacional (vendrán, entre otras, la Filarmónica de Viena y musicAeterna) al coliseo del Paseo Colón, tras años ausentes de este escenario otros atriles que no fueran los de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.
Ya en la Sinfonía nº 1 ‘Clásica’ de Prokofiev, Gatti y los músicos de esta orquesta nómada, autogestionada y de soberbio sonido y empaste dieron muestra de un trabajo concienzudo con una partitura que, simplemente bien tocada, no pasa en ocasiones de lo meramente decorativo. Fue una versión pulida, con una cuerda de extrema flexibilidad y un esmero rítmico ejecutado con precisión de cirujano. El Larghetto llamó poderosamente la atención por la capacidad de apianar del conjunto, llevando el volumen a una sonoridad evanescente, casi a punto de la extinción. El director milanés mimó la obra hasta el último de sus acentos, desde luego en el punzante Molto vivace final, donde resaltó el exuberante color que es capaz de imprimir la orquesta, potenciado por una curiosa disposición con violines enfrentados, vientos y maderas en el centro y percusión (timbales) en un lateral.
Aunque todo estuvo en su sitio, con la Sinfonía concertante Op. 84, Hob I/105 de Haydn el bruñido, aterciopelado sonido de la Mahler Chamber Orchestra, quedó demasiado plano. Se echó en falta un punto más de rusticidad, de sequedad y ataques más incisivos que habrían potenciado por ejemplo, ya una dirección más afín a este sentido, ya la inclusión de algunos instrumentos históricos en el orgánico. Gatti la dirigió atento sobre todo al melodismo y a sus reiteradas exposiciones, contando con un grupo de portentosos solistas que comprendieron bien las intenciones del maestro, y en el que sobresalió el violinista Mathew Truscott, cuyo conocimiento del lenguaje barroco le llevó a elevarse unos milímetros por encima de sus compañeros, aportando algo más de mordacidad en determinados pasajes.
Los últimos acordes de la Sinfonía en do, de Stravinsky, acabaron por borrar cualquier tentación de señalar la obra como una creación menor en el catálogo del ruso. Fue así también gracias a que Gatti la abordó desde la asunción de una severidad nada grandilocuente pero sí serena. La textura lograda en la conclusión, con los metales imponiéndose sobre la cuerda, en una idea de reminiscencia organística dieron la medida de una versión absolutamente idiomática, de tajantes vientos y cuerdas más encrespadas que el resto de la noche. Un acercamiento tan importante que desearíamos haberlo atesorado en disco.
Ismael G. Cabral
(foto: Guillermo Mendo)