SEVILLA / El Guadalquivir pasa por Dresde

Sevilla. Espacio Turina. 5-VI-2022. Orquesta Barroca de Sevilla. Director: Alfonso Sebastián. Obras de Pisendel, J.G. Graun, Heinichen y Zelenka.
Para el cierre de su temporada de abono 2021/22 la Orquesta Barroca de Sevilla lo fue más que nunca: de Sevilla porque, con el argentino allí afincado Leonardo Rossi como concertino, su plantilla se nutría como pocas veces de músicos de la pionera —pero aún en buena forma— escuela sevillana de la música antigua, incluidos los históricos Ventura Rico y Guillermo Peñalver y con otros locales ya clásicos de la formación como el chelo de Mercedes Ruiz, Rafael Ruibérriz a la flauta, Alejandro Casal al clave o Valentín Sánchez al violín; se presentaba además en formación de orquesta sinfónico-barroca, con amplias cuerdas, maderas generosas (tres oboes, dos traveseras y fagot) y trompas naturales; y, por último, afrontaba el muy barroco repertorio de la orquesta de la corte de Dresde en tiempos de Federico Augusto I de Sajonia.
Camino de ser otro habitual de la orquesta —últimamente es su director invitado con más continuidad—, Alfonso Sebastián comentó al público amena y profusamente los avatares de las obras del programa, demostrando un conocimiento casi ilimitado sobre ellas y su contexto (no en vano es traductor del tratado de Quantz, que fuera uno de los músicos del histórico conjunto sajón). Desmembrada primero la orquesta de Dresde por el ‘fichaje’ de sus principales miembros para la corte de Federico el Grande de Prusia, y destruido luego su archivo por el propio rey prusiano (tan melómano como violento), fue gracias al celo de copista del violinista Pisendel que muchas de ellas pudieron conservarse y llegar hasta nosotros. Pisendel era una estrella más de la constelación de astros de la composición reunidos en aquella orquesta y en el programa de la OBS. Abierto el concierto precisamente con una de sus obras, que resultó algo fria, casi de tanteo, la dirección de Sebastián atacô las obras del programa en estilo francés desde la precisión y la claridad, desbrozando el denso contrapunto de Zelenka y Graun con arcos nítidos —separados incluso en las típicas escalas rápidas de las ouvertures—, notas largas abreviadas, fraseo bien pronunciado y ritmos muy marcados en las danzas, bien caracterizadas.
Fue por ello que para escuchar el sonido denso y suntuoso que esperábamos en tal orquesta hubo que esperar a los Heinichen finales, plenos de joie de vivre y en los que flautas y trompas naturales pudieron lucir agilidad, ayudadas estas últimas por la inteligente agógica del director, siempre preciso y entusiasta. Pero los vientos triunfadores fueron sin duda los oboes, empastadísimos con los violines y liderados por el sonido dulce de Pedro Castro. Impetuosos tutti a la italiana cerraron un concierto con asistencia aceptable pero menor de la habitual en una OBS que merecía más: estuvo a la altura de su ilustre modelo histórico. Que no era poco.
Juan Ramón Lara