SEVILLA / Desbandada en ‘Agrippina’
Sevilla. Teatro de la Maestranza. 11-II-2020. Haendel, Agrippina. Ann Hallenberg, Alicia Amo, Matthew Brook, Xavier Sabata, Renata Pokupic, João Fernandes, Antonio Giovannini, Valeriano Lanchas, Serena Pérez. Orquesta Barroca de Sevilla. Director musical: Enrico Onofri. Directora de escena: Mariame Clément.
Ante el anuncio de que el espectáculo de Agrippina tendría la desmesurada duración de cuatro horas y media, buena parte del público habitual de las temporadas operísticas decidió quedarse en su casa y el teatro presentaba grandes claros, que aumentaron tras el primer descanso, y no digamos después del segundo, donde la desbandada se generalizó. Frente a este abandono, una minoría se las prometía felices, pues confiaba plenamente en que la representación estaba garantizada al contar con la Orquesta Barroca de Sevilla, con Onofri al frente, y al tener como protagonista a Ann Hallenberg, la mezzo sueca que había deslumbrado en su recital de enero acompañada por la misma formación; y esa minoría estaba en lo cierto, ya que la OBS, que cumplía 25 años de su creación, estuvo brillantísima, muy bien empastada, con todas sus secciones en estado de gracia, y Hallenberg dio una verdadera lección de belcanto en su extraordinaria encarnación de la intrigante y ambiciosa Agrippina.
El que la gran mayoría del público se perdiera mucho de esa maravilla no deja de ser preocupante, pero no se la puede condenar sin más, tachándola de ignorante, conservadora, reaccionaria, cuando no con adjetivos más peyorativos. Algo falla entre el emisor y el receptor. ¿Cuál es? No es fácil responder. Para algunos el libreto del cardenal Vincenzo Grimani, embajador del Sacro Imperio Romano Germánico ante la Santa Sede y posteriormente virrey de Nápoles en nombre del emperador Carlos VI, es una pieza llena de sensualidad, cinismo, humor negro y espíritu libertino, que denuncia las miserias de los poderosos de su época, y en la que los espectadores de entonces podrían reconocer las puyas del autor contra sus enemigos, entre ellos el propio Clemente XI. Pero para un espectador de hoy, tales identificaciones son del todo imposibles, a no ser que se sea un especialista; de ahí que la directora escénica haya optado por ‘actualizar’ el libreto, y traslade la acción de la Roma imperial a las series televisivas de los años 80, como eran Dallas y Dinastía, donde la problemática de la ambición por el poder queda más cerca del actual espectador.
Para ello ha dividido el escenario en dos partes: en la superior, una gran pantalla con diversos vídeos; en la inferior, los diferentes escenarios: el despacho de Agrippina, el dormitorio de Poppea, un bar, etc. Los vídeos unas veces ayudan y otras distraen, cuando no repugnan al ver esa boca devorando un trozo de carne cruda. A la obra se le ha querido dar un tono de comedia ‘perversona’ con final feliz, aunque por otra parte los vídeos lo desmientan, ya que exponen las cruentas muertes, por asesinatos o suicidios, de los personajes. Toda esta actualización es muy cuestionable, y se entiende que muchos espectadores no la compartan, pero tampoco sería la solución que vayan vestidos a la romana. Después de más de 300 años ese libreto no es lo que era. ¿Qué se puede hacer? No lo sé.
Pasando a otro terreno, el musical, la ópera de Haendel sorprende por su riqueza y por su capacidad de adaptación: de los 48 números de los que consta solo cinco son originales; el resto, de otras piezas del compositor e incluso de otros músicos. La reina de la noche fue Hallenberg, como queda dicho; le siguió la Poppea de Alicia Amo con sus expresivas agilidades; el Claudio de Brook, mejor actor aquí que otra cosa; conmovedor el Ottone de Sabata en su lamento; bien el Nerone de Pokupic y el Pallante de Fernandes; correctos Lanchas y Serena Pérez; y descolocado el Narciso de Giovannini. En resumen, una Agrippina para reflexionar sobre la problemática de algunos títulos barrocos en nuestros días.
Jacobo Cortines
(Foto: Annemie-Augustijns)