SEVILLA / Alucinada ‘Vida breve’

Sevilla. Teatro de la Maestranza. 19-III-23. Falla: La vida breve. Ainhoa Arteta, Alejandro Rey, María Luisa Corbacho, Rubén Amoretti, Helena Ressurreiçao, Sebastián Cruz, Gerardo Bullón, Alejandro del Cerro. Coreografía: Nuria Castejón. Coro del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Dirección musical: Lucas Macías. Dirección de escena: Giancarlo del Monaco. Producción del Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia.
Nada parecía molestarle más a Falla por esa época que tacharan su primera ópera, La vida breve, de pintoresca, y si se analizan con detenimiento libreto y partitura, no hay ningún motivo para calificarla como tal. El texto de Fernández Shaw es sobrio, casi desnudo como soporte para una ópera, pero también muy pobre desde el punto de vista de sus valores dramáticos, y con un mal libreto es difícil hacer una buena ópera, y más difícil todavía hacer al cabo del tiempo un buen espectáculo.
No es ópera que se represente mucho últimamente. La mayoría de las veces en versión de concierto, porque al poco de estrenarse en Niza en 1913, ya se empezaron a ver “antiguallas del libro junto a modernidades indiscutibles de la partitura”, según se lee en el interesante estudio Larga historia de “La vida breve” (1972) de Guillermo Fernández Shaw, hijo del libretista. Queda fuera de duda que la música de esta primera ópera de Falla supuso un gran paso adelante en la riquísima trayectoria del compositor gaditano, por la absorción de las tendencias más modernas de la época: el impresionismo francés, pero también ciertos influjos del verismo italiano y ecos de un permanente wagnerismo, aparte de los muy actualizados estudios folkloristas tanto desde el punto lingüístico como musical.
Pues bien, al cabo de un siglo Giancarlo del Monaco se ha dispuesto a hacer una nueva lectura de esta ópera y en el programa de mano del Palau de les Arts de Valencia de 2010, reproducidas aquí, escribía que “En este primer viaje que realizo a las entrañas más recónditas de la dramaturgia de La vida breve, me he propuesto despojar la obra de tópicos con el objetivo de ofrecer una dimensión más profunda de su problemático libreto”.
Yo no sé, en verdad, a qué tópicos se refiere, porque si se alude a la didascalia de los decorados de los dos actos, reducida a paredones rojos, al estilo de los abstractos decorados de su maestro Wieland Wagner, de quien fue su asistente, los tópicos de la historia amorosa que se cuenta permanecen. Más, se potencian al cargar las tintas en la conflictividad social entre dos comunidades: la de la gitana de Salud y la burguesa de Paco. No hay que buscar en la perturbación psíquica de Salud raíces existencialistas ni sartrianas como pretenciosamente hace del Monaco; es simplemente una enferma de amor, como tantísimas otras, atestiguadas en el mundo clásico como en el medieval, que con tanta agudeza analizaron la aegritudo amoris, y buen ejemplo fue la Melibea de La Celestina.
Del Monaco se recrea en potenciar el abuso del señorito con la gitana, y tras una escena de sexo explícito, el señorito torea a su querida, y es de ver a la cantante a cuatro patas seguir el trapo de su seductor. Pero aún más negras son las tintas cuando al principio del segundo acto avanza una cruz, donde en la versión valenciana está clavada la cantaora, vestida igual que Salud, quien expresa su dolor por soleares, pero que aquí, en la reposición de Allex Aguilera, es un cantaor de larga y rizada melena, crucificado con su corona de espinas y la llaga en el costado; una ocurrencia más propia de las chirigotas de Cádiz que del sentir del austero compositor. Y para terminar con la puesta en escena, Salud no muere de pena, como tantas otras, sino que se suicida de un navajazo a manos de su infiel amante. La conclusión es que todos los tópicos de la vulgar y repetida historia amorosa no desaparecen, sino que se potencian en esta versión alucinada, convirtiendo la ópera en un dramón hoy día desfasado.
En cuanto a los cantantes, sobresalió Alejandro Rey, con un timbre clarísimo y una fuerza expresiva admirable. Muy en su papel el tío Gregorio de Amoretti. La abuela de la Corbacho, engolada. Los demás, incluido el Coro, a un alto nivel. La Orquesta en manos del que fuera oboísta mundial, muy rica en su conjunto; Lucas Macías, una grandísima promesa. Lo mejor, las bailarinas y bailarines de Nuria Castejón. Qué belleza y disciplina. Y Ainhoa Arteta, caso aparte. La he oído en este Teatro en mejores roles. Como actriz, sobreactuada para hacerla la estrella de la noche. Así lo entendió el público que le otorgó sus cerradas palmas por bulerías.
Jacobo Cortines