Semyon Bychkov: “No se puede despreciar el corazón en favor del intelecto”
Semyon Bychkov (San Petersburgo, 1952) es, sin duda, uno de los más importantes directores de orquesta del panorama actual. Nombrado titular de la Filarmónica Checa en el último tercio del pasado año, Scherzo conversó con él durante su última visita a Madrid, donde dirigió a la Orquesta Nacional en el ciclo Mi patria de Smetana. Artista concienzudo, detallista, exigente, comprometido con una manera estricta de trabajar —de esas que casi ya no se lleva—, en su cabeza, en sus manos, una interpretación se desarrolla poco a poco, combinando emoción e intelecto, espontaneidad y análisis, conversador pausado pero generoso, conocedor, pero profundamente humano, con una gran lógica en sus planteamientos.
¿Puede contarnos cómo surgió el proyecto discográfico sobre Chaikovski que está realizando con la Orquesta Filarmónica Checa?
Cuando me lo propusieron, poco después de dirigir a la Filarmónica Checa algunos conciertos, tardé apenas treinta segundos en darme cuenta de que podía ser una combinación fascinante. Primero, se trata de una orquesta eslava, pero que tiene también una larga tradición de conexión con la Europa occidental. La combinación mental y cultural, pero también el sonido profundo de la cuerda, la sonoridad especial, diferente, de maderas y metales, me hicieron pensar que podía ser muy interesante interpretar con ellos la música de Chaikovski, hacerlo desde su perspectiva. Porque sabemos lo que los rusos pueden dar en la música de Chaikovski y sabemos también lo que otros —americanos, ingleses, alemanes— pueden ofrecer con esta música… Por ejemplo, el Chaikovski que Karajan conseguía con la Filarmónica de Berlín era tremendo, extraordinario. Nunca deberíamos ser prisioneros de la idea de que los músicos de un determinado país tienen un secreto particular o único para el lenguaje de la música de los compositores locales. ¡Es tan primitivo! Le daré un ejemplo. La Filarmónica de Berlín vino con Karajan a Moscú y San Petersburgo a tocar la Décima sinfonía de Shostakovich. La gente no podía creer lo que había escuchado, no podía dar crédito a lo absolutamente convincente que era aquella interpretación. Todos esos estereotipos tan falsos no tienen nada que ver con la esencia. Ello no es óbice para señalar que cada música debe tener su ‘espíritu auténtico’, que nace de la cultura, el idioma, incluso en el lenguaje corporal nacional. Los nacionales de ese país tienen que sentir que el modo en el que se hace esa música es convincente. Luego, es una cuestión de talento. Siempre les digo, por ejemplo, a los alemanes: si aplicamos esta lógica local, ¿escuchan ustedes alguna vez a Beethoven, Brahms, Strauss interpretado y dirigido por alemanes que no les convenza? Y ellos tienen que admitir que, por supuesto, eso pasa con frecuencia, de forma que el argumento local queda invalidado. Así que con esa idea que tuve, la de que esa combinación especial podía dar muy buen resultado, empezamos a trabajar en ello hace cuatro años. Y ahora estoy muy satisfecho al comprobar que mi intuición fue acertada. De hecho, en aquel momento yo no tenía ni idea de que la Filarmónica Checa terminaría siendo mi orquesta.
Respecto al tema de los estereotipos, hay muchos en relación con Chaikovski. El primero es que su música ha sido a menudo menospreciada por supuestos ‘expertos’, en realidad con mucho esnobismo, que la catalogan de superficial. Sin embargo, hay estudios que apuntan a que se encuentra entre los compositores preferidos del público, pero también de los profesionales, aunque algunos de los segundos no quieran, digamos, reconocerlo públicamente. ¿Qué piensa que tiene la música de Chaikovski que atrae por igual a profesionales y público en nuestros días?
He estado pensando sobre esta cuestión desde siempre, precisamente en relación con lo que usted menciona. En primer lugar, por qué al público le gusta tanto la música de Chaikovski; en segundo lugar, por qué los llamados intelectuales, que en realidad son pseudointelectuales, desprecian a Chaikovski; y en tercer lugar, por qué los intelectuales verdaderos, genuinos, consideran que está entre los mejores. Y creo que puedo entender los tres puntos de vista, aunque con alguno no esté de acuerdo. El público en general, que simplemente ama la música, no tiene formación teórica, la ama porque le emociona. Y eso ocurre porque la música de Chaikovski habla directamente al corazón. Con poesía, con nobleza, con un talento melódico extraordinario, con una gran pasión… con todos los ingredientes capaces de emocionar a las personas. Eso es fácil de entender. Respecto a quienes lo desprecian, en realidad, no conocen su música. Les irrita el hecho de que sea una música de emoción abierta y, en ocasiones, les incomoda algo que es hermoso. No entiendo por qué nos tiene que incomodar la belleza, sinceramente… Y también están influenciados por malas interpretaciones de su música, interpretaciones en las que la música de Chaikovski suena histérica y hasta fea si el balance no es el adecuado, si la organización estructural no es la apropiada.(…)
Rafael Ortega Basagoiti
(Comienzo de la entrevista publicada en el nº 353 de SCHERZO, de julio-agosto de 2019)
[Foto: Peter Adamik]