¿Se puede odiar a un músico?
Fobia: “Aversión exagerada a alguien o a algo” (DRAE). ¿Se puede permitir un intérprete el lujo de tener fobia a un compositor o a una obra, hasta el extremo de no tocar nunca esa música? O, quizás para ser más exactos en el enunciado de la pregunta, ¿se puede permitir un intérprete el lujo de proclamar públicamente que odia a un compositor y que por eso nunca toca su música? Gustav Leonhardt, uno de los nombres icónicos, por su condición de pionero, del movimiento historicista, sí se lo permitió. No solo proclamó a los cuatro vientos que odiaba a Haendel y a la música del sajón, sino que reprendía a alumnos suyos en el Conservatorio de Ámsterdam que pretendían tocarla, como comprobó perplejo un estudiante español —hoy en día, figura señera de la música antigua— al que sorprendió con una partitura haendeliana bajo el brazo: “Lo que llevas ahí es mierda”.
Eso sí, Leonhardt jamás explicó el motivo de su odio visceral. Cierta vez, durante una entrevista, el periodista le recordó que había grabado un disco con sonatas de Haendel junto al flautista Hans Martin Linde y al violagambista August Wenzinger, en el año 1962. El clavecinista, organista y director holandés se encogió de hombros y se limitó a decir: “Entonces era joven y tenía que comer”. Para mayor oprobio de Leonhardt, el disco, editado por Harmonia Mundi, fue un éxito notable y se reeditó en otros seis sellos de diversos países, incluidos Japón y España (nosotros, como siempre, con ese retraso que nos caracteriza: lo hicimos en 1975, es decir, catorce años después se aparecer en el resto del mundo).
Por intentar comprender aquella fobia de Leonhardt a Haendel quizá tendríamos que meternos en su pellejo de adusto luterano, casi siempre malhumorado y alejado de los placeres mundanos (quienes lo conocieron dan fe de su frugalidad en la comida y en la bebida). Haendel era todo lo contrario: un auténtico bon vivant, obsesionado con disfrutar cada momento y con que la gente disfrutara con su música. Leonhardt congeniaba mejor con el espíritu de Bach que con el de Haendel, aunque esto no serviría para justificar su odio hacia el músico de Halle.
Si hiciéramos aquí y hoy una encuesta entre todos los melómanos del mundo para conocer quiénes han sido los compositores más admirados y queridos de la historia, habría muchas probabilidades de que los tres primeros puestos fueran copados por Bach, Mozart y Beethoven. Pues bien, los tres fueron declarados admiradores de Haendel. “Haendel es la única persona a la que desearía ver antes de morir, y la única persona que desearía ser si no fuera Bach”, manifestó en cierta ocasión Bach, quien no podemos olvidar que caminó varias decenas de kilómetros solo para conocer a Haendel, aunque el encuentro entre ambos no se produjo. Cuando a Mozart le recordaron esta frase de Bach, el austriaco fue bastante gráfico: “En verdad, yo manifestaría lo mismo si se me permitiera decir una palabra”. Por su parte, Beethoven fue aún más categórico: “Haendel es el mejor compositor que ha existido… Me descubriría la cabeza y me arrodillaría ante su tumba”. Habría resultado interesante conocer lo que pensaba Leonhardt sobre estas tres cualificadas opiniones.
Eduardo Torrico