Se publica en castellano la correspondencia entre Richard Strauss y Stefan Zweig
La muerte en 1929 de Hugo von Hofmannsthal dejó a Richard Strauss huérfano de libretista. El poeta y dramaturgo austriaco había firmado los textos de todas las óperas del compositor alemán desde Elektra (salvo la autobiográfica Intermezzo, cuyo libreto fue obra del propio Strauss), conformando de hecho una de las más importantes parejas creativas (tal vez la más importante, junto con la formada por Lorenzo da Ponte y Wolfgang A. Mozart) de la historia del género lírico. No parece exagerado decir que el inesperado fallecimiento de Hofmannsthal dejó a Strauss en shock creativo, enfrentándose a lo que él pensaba que sería el fin de su carrera como compositor de óperas.
Sin embargo, en octubre de 1931, gracias a la intervención del editor Anton Kippenberg, Strauss entró en contacto con el escritor austriaco Stefan Zweig, renombrado autor de novelas, relatos y, sobre todo, de exitosas y aclamadas biografías. Tras algunos tanteos entre ambos, Zweig se ofreció a escribir el libreto de la siguiente ópera de Strauss, y muy pronto ambos creadores se enfrascaron en una fértil colaboración artística, cuyo único fruto sería La mujer silenciosa, estrenada en Dresde en 1935.
Todo apuntaba a que Zweig acabaría convirtiéndose de forma natural en el relevo perfecto de Hofmannsthal como libretista del exigente compositor bávaro. Pero había un problema, y no menor: Zweig era judío. En 1933, tras la toma de poder en Alemania por parte de Hitler y sus secuaces, la situación cambió drásticamente, y de nada serviría que Strauss aceptase la presidencia de la Cámara Musical del Reich (el equivalente a un ‘ministerio de la música’). A todos los efectos, su colaboración con Zweig estaba inevitablemente condenada. Strauss acabaría integrándose mal que bien en la estructura cultural del Tercer Reich, mientras que Zweig sufriría el triste destino derivado de su condición de hebreo (en su caso, no la deportación y el exterminio, sino el exilio y posterior suicidio en Brasil).
Arte y política: tales son, en consecuencia, los dos temas principales que se entrecruzarán en la copiosa correspondencia que mantuvieron el músico y el escritor durante los años de gestación de La mujer silenciosa (1932-1934), precisamente el periodo que vio triunfar el nazismo en Alemania. Las cartas entre ambos creadores permiten seguir de cerca la génesis de la ópera, su estreno en Dresde en 1935, así como su ulterior caída en desgracia, decidida por el todopoderoso Goebbels. La última carta, escrita por Strauss a Zweig en diciembre de 1935, en la cual se negaba a dejar de trabajar con el escritor judío, fue interceptada por la Gestapo, con consecuencias nefastas tanto para la ópera como para el propio Strauss.
La editorial Acantilado publica estos días un volumen que recoge el grueso de la correspondencia entre ambos artistas, en cuidada edición de Willi Schuh y traducción del alemán de Carlos Fortea. Se trata sin ningún género de dudas de un testimonio inapreciable que no solo documenta el intercambio intelectual y artístico entre dos grandes creadores de temperamentos opuestos, así como su lucha por conservar la independencia bajo un régimen totalitario, sino algunos de los recovecos culturales y sociales de uno de los momentos más sombríos de la historia de Europa.