SANTIAGO DE COMPOSTELA / En busca de la entropía musical
Santiago de Compostela. Iglesia de San Domingos de Bonaval. 09-X-2022. Vertixe Sonora. Directores: Vitali Karagkezidis y Beltrán González. Obras de Vitali Karagkezidis, Beltrán González, Ramón Otero Moreira y 1LL0~.
Tras el estupendo concierto ofrecido el pasado 4 de octubre por Yuko Kakuta y Yukiko Sugawara en Santiago de Compostela, continuaba el festival vertixe 10 su andadura en la capital gallega, volviendo a una iglesia, San Domingos de Bonaval, en la que a finales de agosto Vertixe Sonora había reinventado los vínculos entre música y espacio, de la mano de la oboísta Pilar Fontalba y del director de escena Pablo Ramos.
Fiel a esa continua indagación en las fronteras del hecho musical, Vertixe nos ofreció, el domingo 9 de octubre, un programa de lo más heterogéneo, todo él confiado a una plantilla de gran formato que, afortunadamente, es cada vez más habitual en el ensemble gallego, lo que hace más atractiva su presencia tímbrica e impacto sonoro, además de que le posibilita el trabajar con diferentes directores, algo que aporta criterio(s) y diversas formas de musicalidad a un conjunto que por derroteros estilísticos tan dispares se mueve, como Vertixe: punta de lanza de las vanguardias musicales en España.
En el caso de Follow (2022), si tiramos del título de la partitura no sólo los músicos de Vertixe siguieron al compositor griego Vitali Karagkezidis —pues él mismo dirigió su estreno—, sino que el numeroso público reunido en Bonaval tuvo que realizar un curioso ejercicio de ensamblaje instrumental en el que fuimos invitados a desplazarnos por las naves y capillas laterales, donde se encontraban los músicos (además de los que, por la limitada movilidad de sus instrumentos, estaban ya sentados en el crucero, como percusión o violonchelo). Si bien el conjunto de los doce músicos tocaba un motivo estático de gran lentitud y densidad, evocando las resonancias errantes en las obras tardías de Luigi Nono y John Cage, cada vez que un oyente encontraba al siguiente músico que debía unirse al ensemble en el crucero, éste iniciaba un tema melódico de reminiscencias ancestrales que (portando evocaciones de las piezas folclóricas de Luciano Berio o del propio acervo griego), cual flautista de Hamelín hacía seguir al público a su paso hasta que éste se incorporaba, en la nave central, al flujo de resonancias compartidas del ensemble, lanzando a dicho público a encontrar al siguiente músico cuya melodía los llevaría a ir completando la plantilla de Vertixe escuchada la tarde del 9 de octubre, formada por flauta, oboe, clarinete, saxofón, trompeta, trombón, acordeón, violín, violonchelo, contrabajo y dos sets de percusión.
Las reminiscencias de los cori spezzati, por tanto, son evidentes en cuanto a dialéctica policoral en el espacio sacro, sumándosele ese deambular que, en el caso de Vitali Karagkezidis, ha sido inspirado por algo tan propio de Santiago de Compostela como su ruta de peregrinación, cuya guía por antonomasia, el Codex Calixtinus, informa no sólo cultural e históricamente a Follow, sino físicamente: como proceso de llegada de los músicos y los oyentes a través del espacio hacia una meta común, algo que contó con la activa colaboración del público y con una poco habitual conformación de los engranajes acústicos, hilvanados por medio de materiales sencillos cuya estética basculaba, en función de dinámicas, ritmo y saturación, desde las ya citadas improntas de John Cage y la música popular hasta un Steve Reich, en sus capas más vibrantes y polirrítmicas.
También el compositor bonaerense residente en Berlín Beltrán González se hizo cargo de la dirección de su estreno, Carga llena, otros planes (2022), partitura para voz, ensemble amplificado y electrónica convertida en todo un dispositivo «que nos sumerge en la vida a bordo de los bacaladeros gallegos que faenaban en el gran banco de Terranova en los ochenta». Concebida como un homenaje a aquellos marineros, cuyas duras jornadas laborales inspiran la tensión de muchos compases, Carga llena, otros planes incorpora, asimismo, las notas, descripciones y recuerdos de cinco biólogos del Instituto de Investigaciones Marinas —presentes en el concierto de Vertixe—, cuyos textos científicos conviven, en la partitura de González, con manuales de navegación y audios que reflejan la vida a bordo, en sus diversas facetas de convivencia y pesca a lo largo de las sucesivas mareas.
Es por ello la concatenación de episodios que se van alternando en una obra de gran altura artística, que nos ha impresionado por su categoría técnica y expresiva, además de por la manera en que se han tratado los materiales musicales, incluidos los expuestos por la voz de un Enrique Martínez cuyos registros parecían inagotables: desde el parlato o el canto propiamente dicho (moviéndose entre registros que han ido del bajo a un contratenor impostado), pasando por un manejo de emisiones guturales y fonéticas que (amplificado a través de megáfono o micrófono) da forma a esas diferentes fuentes y capas textuales, diversificando los vínculos entre (con)texto y música, así como los materiales acústicos —procedimientos vocales que nos han recordado a los alardes de Spyros Sakkas en partituras como la furibunda Aïs (1980), de Iannis Xenakis—.
La parte instrumental (aunque la voz de Enrique Martínez llegase a parecer, en muchos momentos, una textura instrumental o electrónica, en lo más rugoso de su fonación) trabaja constantemente técnicas extendidas que, en el comienzo de Carga llena, otros planes, inciden en los trémolos, los glissandi y los arpegios, con roces del fuelle del acordeón, diferentes frotados de las cuerdas o aire sin tono en los vientos. Tan prolija red ruidista, unida a una granularidad que no cesa de conquistar nuevos paisajes acústicos, bascula entre lo sincopado y lo disperso, remedando esa misma unidad-en-la-diversidad que es la vida a bordo de los bacaladeros, así como el paisaje oceánico en el que se desarrolla. A crear semejante heterogeneidad vocal-instrumental se suman los músicos del ensemble, con un parlato (muchas veces, mientras tocan sus respectivos instrumentos) que multiplica las referencias textuales y las capas acústicas
Partitura de fuertes contrastes, entre lo despojado y los tutti más virulentos, algunos de sus pa(i)sajes más estáticos (con sobrepresión en las cuerdas graves, superball en membranas, arco a platillos o multifónicos en saxofón y clarinete bajo) han resultado de una belleza mistérica y subyugante, como las sucesivas oleadas (tan propias de lo marítimo) por medio de las cuales Beltrán González ha ido rescatando y transformando materiales procedentes del comienzo de su partitura, que ha ganado así en pluralidad y cohesión, mostrando una seriedad y una creatividad en su lenguaje dignas de destacar.
Esa misma línea de síntesis entre unidad y diversidad, a través de los procesos de transformación y de su recuerdo en la memoria, caracterizó al que ha sido cuarto estreno del compositor gallego Ramón Otero Moreira con Vertixe Sonora, …en una duna de arena del desierto… (2022), partitura para ensemble amplificado que se construye sobre unos materiales armónicos mínimos, profusamente variados en timbre, ataque y reguladores, de forma que, aliados con un trabajo rítmico muy sutil, su comienzo resulta hipnótico: todo un espejismo en las arenas de ese desierto musical invocado por Otero, en el que el ensemble parece permanecer fijo, anclado a una sola altura, al tiempo que movido por un viento que desdobla los materiales de forma vibrante.
Cual imbuido de la cultura árabe —quizás, eco de esos desiertos musicales— la partitura de Ramón Otero evoluciona a través de lo que parecen melismas que refuerzan la movilidad entre los doce músicos, así como los perfiles rítmicos y dinámicos, con crescendi muy potentes y bien atados, dentro de la lógica estructural tan firme que caracteriza a la música del gallego. Inmersos en tales lecturas del desierto, en algunos compases sus arenas nacen cual alucinaciones y holografías: fantasmagorías acústicas herederas de la klangfarbenmelodie schoenberguiana, por su permutación de timbres y efectos extendidos sobre una misma altura. El final de …en una duna de arena del desierto… es, en este sentido, paradigmático, con un ritmo soterradamente latente en proceso de resquebrajamiento, al tiempo que los granos con los que se habían conformado las dunas del ensemble se dispersan texturalmente. Los ecos (también arenosos) de la ascética poesía de Edmond Jabès no andan lejos de Otero Moreira.
En última instancia, para dar vida a una partitura como la de Ramón Otero es preciso un director que se involucre a la hora de conferir un sentido musical y una direccionalidad a tan parcos materiales: algo en lo que han redundado muy positivamente los conocimientos de Beltrán González como compositor. Por su parte, Vertixe ha respondido con sensibilidad y buen criterio, incluidas algunas de sus últimas incorporaciones, como Jacobo Hernández, uno de los mejores violinistas de España en este repertorio y un músico que imprime, además de precisión técnica, sentido y color a cada efecto, el rigor en el respeto a la partitura y una expresividad que basa en la propia gestualidad de su cuerpo al dirigir cada ataque y resonancia en el violín.
Si la entropía era un concepto clave para comprender las relaciones que cohesionaban los materiales de …en una duna de arena del desierto…, este mismo proceso vuelve a ser crucial en Cucharse – Xeny – VrTx (2022), partitura para performers, ensemble, vídeo y electrónica de 1LL0~, dúo formado por Guillermo Almo y JuanLu Montoro que en Bonaval ha contado con un grupo de voluntarios cuyo manejo de teléfonos móviles desde el público, conectados a un sistema informático y a una gran pantalla en la nave central de la iglesia, ha dado su última forma (la interactiva y visual) a una pieza que, aunque en su estreno nos hubiese parecido una partitura gráfica creada colaborativamente (sueño de un Cornelius Cardew), respondía a una notación previa, sobre cuyos patrones musicales se han desarrollado las formas plásticas en pantalla.
Esas relaciones entre grafismos y música me han recordado; destacadamente, en las asociaciones entre texturas, escalas armónico-cromáticas y velocidades, a György Ligeti, otro incansable rastreador de las entropías musicales. Las nubes de color (tan queridas por el genio húngaro), así como los pasajes puntillistas, son dos de las asociaciones interdisciplinarias en las que se ha movido Cucharse – Xeny – VrTx, una partitura que me ha gustado especialmente en sus compases con franjas armónicas a distintas velocidades o en los tensos cánones sumando instrumentos y registros texturales: dos de los paisajes acústicos que el pasado 9 de octubre visitamos, de la mano de Vertixe Sonora, en busca de los límites de la música de hoy.
Paco Yáñez
(Fotos: Manuel González Vicente)