SANTANDER / Steinbacher y la atracción de los clásicos
Santander. Palacio de Festivales. 71° Festival Internacional de Santander. 18-VIII-2022. Arabella Steinbacher, violín. Camerata Salzburg. Directores: Gregory Ahss (violín) y Firmian Lermer (viola). Obras de Bruckner, Mozart y Brahms.
Solo un día antes del concierto se anunciaba que Janine Jansen había de cancelar su participación por motivos de salud, y uno sabía de antemano que era inviable sustituirla y salir ganando con el cambio, pero difícilmente podía haberse encontrado una violinista más cautivadora en la obra central del programa, el Concierto para violín n° 4 K. 218 de Mozart, que la alemana Arabella Steinbacher. Desde el inicio fueron patentes el sonido pulidísimo de su Stradivari cremonés de 1718 y el tono afable que en adelante presidiría la interpretación del concierto entero, lejano del inminente giro dramático del Jeunehomme pero nutrido del encanto y la exuberancia juvenil que caracterizaba a la música de Mozart en sus años salzburgueses. Steinbacher lo tocó con una facilidad tan deslumbrante que las notas salían de su violín como el aire al respirar, aunando inteligencia, sutileza y virtuosismo de manera que todo fluía espontáneamente y, al mismo tiempo, nada parecía quedar al azar. La Camerata Salzburg brindó un acompañamiento ejemplar con el que voló muy por encima del Bruckner que había abierto la velada, un Adagio del Quinteto de cuerdas (en arreglo para orquesta) transparente pero sin la “emoción verdaderamente infinita” observada en su momento por el crítico Theodor Helm.
De Brahms suele destacarse que acudió a Viena para beber el vino que Beethoven había bebido antes que él, pero su atracción por los clásicos era mucho más amplia y lo que se percibe en sus serenatas es justamente la elegancia y la ligereza de las compuestas por Mozart en Salzburgo. De ahí la naturalidad con la que la Camerata transitó del concierto mozartiano a la Serenata n° 2 del hamburgués, encauzándola en clave de cámara (seis violas, cuatro cellos y tres contrabajos junto a las nueve maderas y las dos trompas) y con una templanza que resultaba atrayente: la dicha y la serenidad de Brahms se deslizaban en sus cinco movimientos de la manera más diáfana, envueltas en la aureola de las músicas sencillas.
Asier Vallejo Ugarte
(Foto: Pedro Puente)