SANTANDER / Kambrass Quintet, Forma Antiqva y la diversidad de la música
Noja. Jardines del Palacio del Marqués de Albaicín. 8-VIII-2023. Kambrass Quintet. Bach to origins. Obras de Lutoslawski, Ewald, Rachmaninov, Granados, J.S. Bach y J. Bach. Iglesia de San Pedro. 10-VIII-2023. Forma Antiqva. Director: Aarón Zapico. De sópitu. Barroco y música popular de Asturias y Cantabria.
Aunque suelen ser los grandes nombres lo primero en destacarse en las programaciones de los festivales de música (y no faltan en la presente edición del Festival de Santander, desde Harding hasta Flórez, Hahn, Mutter, Perianes o Sokolov), en su interior pueden hallarse también propuestas diferentes y originales lo mismo en el núcleo que en los márgenes del gran repertorio. En ellas se despliega toda la diversidad de la música desde la antigua hasta la contemporánea, la fantasía como fórmula para lanzar puentes al pasado y a la vez mirar a un presente que pasa a gran velocidad. Así los Marcos Históricos del FIS hacen de la comunidad un hervidero de creatividad y permiten a los pueblos que los albergan vivir sus pequeñas y personalísimas movidas.
En la preciosa villa costera de Noja se encuentra el Palacio del Marqués de Albaicín, en cuyos jardines se presentó el quinteto de metales catalán Kambrass. Sus miembros (Guillem Cardona, Joan Pàmies, Maria Servera, Xavier Gil y Oriol Reverter) se unieron en 2017 y desde entonces han jalonado su trayectoria con premios que los sitúan en la primera línea de la actualidad, en ese punto en el que la juventud es un campo de cultivo para ideas novedosas con las que complementar las aperturas más clásicas que les ofrece ser parte de una plantilla (dos trompetas, trompa, trombón y tuba) con buena historia detrás. De hecho, su programa combinaba obras creadas expresamente para esa plantilla junto a arreglos propios y ajenos de piezas de orígenes diversos.
La breve Mini Overture de Lutoslawski, con la que abrieron fuego, pertenece al primer grupo. Su escritura ágil y concisa brilló como un diamante, aunque el Quinteto n° 1 del ruso Victor Ewald (compuesto en 1890 y poseedor de cierto aire romántico) les permitió lucir una expresividad más variada al tiempo que los distintos timbres cuadraban como en un gran círculo. No se hizo fácil escuchar el Preludio en do sostenido menor (op. 3, n° 2) de Rachmaninov despojado de la solidez y la profundidad que le confiere la escritura pianística. Las dos Danzas españolas (Oriental y Andaluza) de Granados se movieron también en el filo del riesgo, quedando un preludio y fuga de J. S. Bach como la carta más fiable y ganadora. De otro Bach, el estadounidense Jan Bach, interpretaron con empuje y vitalidad tres movimientos de una suite (Rounds and Dances, de 1980) que mantenía la vista en el barroco como colección de danzas pero con un lenguaje marcado de modernidad. Con ellos coronaron una velada en la que los cinco se iban alternando para presentar las obras con una franqueza gemela de su manera de tocar, conscientes de que en ambientes distendidos la música sabe mejor.
Dos días después, en la cercana Iglesia de San Pedro, Forma Antiqva desembarcó con su programa De sópitu. Encargado por el Festival y estrenado la noche anterior en la Iglesia de la Virgen Grande de Torrelavega (en la foto), propone un explosivo maridaje entre música clásica del barroco y obras de carácter popular de las regiones del norte, en las que Falla, atraído por las campanas lejanas, las canciones lentas, las danzas y el fondo de las montañas nevadas, veía “tela para hacer no digo una pieza, sino un mundo de música”. En Forma Antiqva el hallazgo parece ser una norma tan esencial como el rigor, y ambos se estrechaban la mano a medida que el programa transitaba por canciones, fandangos, saltones, alboradas, muñeiras, jotas y diversas formas de música, emparejándolas junto a obras de algunos los grandes (Gaspar Sanz, Purcell, Haendel), con predominio de lo asturiano al lado de lo cántabro, lo gallego y aquello que aguarda donde se pierde la mirada del norte: las islas Británicas.
Los siete integrantes del grupo (Pablo García López como tenor, Alejandro Villar a las flautas, Ruth Verona al violonchelo, Pere Olivé a la percusión, Pablo Zapico a la guitarra, Daniel Zapico a la tiorba y Aarón Zapico al órgano como director y creador del programa) exhibieron sintonía y complicidad tanto entre ellos como con un público al que sentían cercano, inequívocamente fiel hasta el final, con el pulso y la manera de atacar la música que les es propia, pero dándose también momentos de respiro y alivio como en la tradicional irlandesa Danny Boy o en la cantiga Ondas do mar do Vigo de Martín Codax. Cada uno tenía claro el lugar que le correspondía y todos, con un sonido excitante en el que la cuerda pulsada se convertía en un ingrediente crucial, transmitían la trascendencia de lo que tenían entre manos: el reclamo de lo tradicional como arraigo de la vida y del arte.
Asier Vallejo Ugarte