SAN SEBASTIÁN / Perianes, la estirpe de los grandes artistas
San Sebastián. Auditorio Kursaal. 30/31-VIII-2019. Beethoven, Integral de conciertos para piano. Javier Perianes, piano. London Philarmonic Orchestra. Director: Juanjo Mena.
Es difícil encontrar un mejor cierre a un festival de música que la integral de los conciertos para piano de Beethoven. Pocos compositores hay que encierren en sus partituras tanta grandeza y consigan elevarse a lo sublime desde lo más humano, y precisamente estos cinco monumentos contienen quizá algunas de las mejores páginas de su autor y de la historia de la música. Y a día de hoy, pocos pianistas capaces de dotar de tanto sentido y tanta unidad a este corpus como Javier Perianes.
Antes de entrar en materia, quisiera hacer desde estas líneas un llamamiento a los auditorios de toda España para que incluyan junto a la solicitud de apagar el móvil en sus anuncios previos a cualquier prestación musical, la de que la gente se ponga un pañuelo delante de la boca o al menos la mano cuando tosan. Creo que empieza a ser urgente: una cosa es toser con cuidado; otra, proyectar el sonido y hasta el gargajo como si uno atacara Di quella pira. Y el público del Kursaal se dividió en ambas veladas entre quienes disfrutaban del sonido de sus toses y quienes las padecíamos. Esta experiencia es perfectamente extrapolable a muchos recintos y por ello pienso seriamente que hay que hacer algo. Y vuelvo a lo sublime tras faenar en lo más bajo.
Escuchar a Perianes interpretar estos conciertos ha sido como contemplar una exposición de Murillo, e intentaré explicarme. Los cuadros del inmenso sevillano son preciosistas, cada personaje tiene una mirada, un gesto de la mano, un mohín; cada angelote, cada niño, una sonrisa diferente, un rizo que se mueve, un pie travieso. Y en cualquier otro pintor sería demasiado, pero en él la perfección es tal, la calidad de la luz con que baña sus figuras es de tal calibre y la hermosura de los sentimientos que iluminan a sus protagonistas es tan honda y dulce, que uno no puede sino admirar y pasmarse. El Beethoven de Perianes también es preciosista: cada nota tiene su color, cada nota repetida su sentido y su matiz, cada frase sus reguladores, y cada idea que se reitera –y el alemán reitera mucho- ni pesa ni invade, puesto que su última aparición adquiere el aire de un ruego seductor y amable que la hace irresistible. En cualquier otro pianista sería demasiado, pero la calidad de su sonido es tan asombrosa, la claridad de la pulsación de tal calibre y la elegancia y el lirismo de su fraseo producen tal sensación de amable naturalidad que uno no puedo sino escuchar y pasmarse. Una mano izquierda presente cuando toca y siempre precisa y palpitante; mil ideas para repetir sin cansar y buscando nuevos timbres y articulaciones; una gama de matices que va desde lo casi inaudible pero timbrado y proyectado hasta unos fortissimi redondos y plenos; una utilización del rubato sin complejo pero con mesura y en estilo… en definitiva, un Beethoven a la altura de los más grandes con una mirada muy personal y muy cautivadora.
Juanjo Mena fue el partenaire ideal de Perianes. Mucho más allá de dirigir la orquesta hizo todo para que el pianista se sintiera lo más cómodo posible, a lo que contribuyó el evidente entendimiento entre ambos. El gusto por el diálogo musical fue la tónica general en ambas sesiones. En cambio la London Philarmonic no estuvo a la altura de su prestigio. Bien es verdad que gracias a Mena acompañaron con eficacia, a pesar de ciertos desajustes en varias entradas ambos días. Un sonido rudo y excesivamente directo en la cuerda y unos vientos a menudo destemplados y unos fraseos sin ninguna intención contrastaron poderosamente con la concepción de Perianes, aunque la cosa fue a mejor en la segunda sesión. Con otra orquesta sería una integral simplemente referencial.
Ana García Urcola