SAN SEBASTIÁN / La Ritirata festeja a Mancini
San Sebastián. Museo de San Telmo (Claustro). 4-VIII-2022. Quincena Musical. Ciclo de Música Antigua. La Ritirata (Tamar Lalo, flauta; Vadym Makarenko y Miriam Hontana, violines; Lola Fernández, viola; Daniel Oyarzabal, clave; Josetxu Obregón, violonchelo y director). Obras de Francesco Mancini.
El nombre de Francesco Mancini no dirá gran cosa a la mayor parte del público melómano aunque es posible que a los amantes de la música barroca les suene de algo, ya que allá por finales de los 70, en una de las primeras grabaciones de la mítica formación Musica Antiqua Köln dedicada a música para flauta de compositores italianos poco conocidos como Sarri o Barbella, se incluían dos sonatas de Mancini. Algún tiempo después, Il Giardino Armonico incluyó una nueva sonata de nuestro autor en un disco dedicado a música napolitana. En los últimos años la difusión de la obra de Mancini ha ido en aumento, programándose de forma esporádica alguna sonata o concierto (términos permeables en los siglos XVII y principios del XVIII que se utilizaban con frecuencia de forma indistinta) y apareciendo varios discos monográficos con obras casi siempre exclusivamente para flauta.
Todo esto puede crear la imagen de un músico virtuoso de la flauta que compuso casi exclusivamente para su instrumento, pero nada más alejado de la realidad. Francesco Mancini (1672-1737) fue un organista y prolífico compositor napolitano que destacó sobre todo en el campo de la ópera, con unas treinta obras, alcanzando a comienzos del siglo XVIII un notable éxito en su ciudad (y no sólo en su ciudad como veremos), por entonces junto con Venecia una de las mecas de la ópera. Compuso unas doscientas cantatas, además de obras religiosas (misas, motetes, oratorios) y piezas instrumentales, entre ellas las obras para flauta de pico por las que es conocido. Pero el hecho de que haya terminado asociado a este instrumento parece deberse más a los azares de la historia, que han hecho que se hayan conservado y divulgado más las partituras de las obras para este instrumento y se hayan perdido o estén esperando su rescate en los archivos la mayor parte de las demás.
Mancini fue uno de los músicos más activos en la Nápoles del primer tercio del siglo XVIII, por entonces una de las ciudades más populosas de Europa y con una vida musical que asombraba a los viajeros extranjeros, solamente comparable a la que tenía Venecia. Estuvo estrechamente relacionado con algunas de las principales instituciones musicales de su ciudad: estudió en el Conservatorio de la Pietà dei Turchini, entre otros con Francesco Provenzale, el músico napolitano más importante de la segunda mitad del siglo XVII (si exceptuamos a Alessandro Scarlatti, que pasó gran parte de su carrera musical en Roma), fue organista y vicemaestro de la Capilla Real (no olvidemos que Nápoles era desde hacía décadas un virreinato bajo soberanía española que pasaría a control austriaco a principios del siglo XVIII) y tras la muerte de Alessandro Scarlatti, que había sido su maestro in absentia durante muchos años, obtuvo este cargo tan codiciado en la ciudad. Desde 1720 fue también director del conservatorio de Santa Maria de Loreto (para que se hagan una idea de la importancia de esta institución, años después lo serían Francesco Durante y Nicola Porpora)
Pues bien, a este compositor dedicaron los intérpretes de La Ritirata un concierto monográfico que inauguraba el ciclo de Música Antigua de la octogésimo tercera edición de la Quincena Musical Donostiarra. El título que ha escogido el grupo para este programa, Festeggiando Mancini, hace alusión a los 350 años que se cumplen del nacimiento del músico napolitano y ya les adelanto que, efectivamente, el concierto resultó una celebración festiva.
El concierto empezó con la obertura de Hydaspes, ópera estrenada en el teatro San Bartolomeo de Nápoles en 1705 y que tras su éxito fue presentada cinco años después en Londres, adaptada por Pepusch bajo el título de Gli amanti generosi, constituyendo la primera ópera cantada enteramente en italiano en la capital inglesa, justo antes de la meteórica irrupción del Rinaldo de Haendel.
El grueso del programa lo constituían tres conciertos para flauta y cuerda extraídos de una colección datada en torno a 1725 de veinticuatro conciertos para flauta de diversos autores (la mitad de los cuales son del propio Mancini), conservada actualmente en el monasterio de San Pietro a Majella de Nápoles. De todos ellos, estructurados en cuatro movimientos, con la misma secuencia lento-rápido-lento-rápido (establecida décadas antes por Corelli en sus sonate da camera), el que tocaron para cerrar el concierto, el nº 14 en sol menor, constituye un compendio del estilo y las mejores virtudes del autor: un elegante y cadencioso movimiento lento para empezar, una enérgica y nada severa fuga a continuación, un larguetto de gran lirismo y un allegro final de gran vivacidad.
La flautista Tamar Lalo transmitió en todo momento una llamativa seguridad y un gran dominio técnico, con una interpretación expresiva pero a la vez convenientemente contenida, sin caer en excesos histriónicos, y todo ello con un sonido redondo y lleno de matices. Por su parte, el resto de los músicos fueron el acompañamiento perfecto, resaltando las texturas de las obras (a ratos contrapuntísticas, otras veces más simples), y dando a cada movimiento el carácter necesario. Es un verdadero placer encontrarse, afortunadamente cada vez con más frecuencia, con dos violinistas como Vadym Makarenko y Miriam Hontana, que a pesar de su insultante juventud tocan con una soltura y fiabilidad asombrosas. A Makarenko, quienes estamos en San Sebastián, tendremos la oportunidad de volverle a escuchar el próximo día 23 en el concierto del Collegium 1704 pues es miembro habitual de la formación dirigida por Václav Luks. En cuanto al resto de intérpretes, algo más veteranos, los amantes de la música antigua estamos ya acostumbrados a su nivel.
Separando los tres conciertos se interpretaron otras tres breves obras: la obertura de la cantata Care mura beate, la Tocatta 2ª di cembalo per studio y la obertura y el aria Spera si, mio care bene” de la ópera Il Trajano. La primera de ellas es una recuperación histórica que ha hecho La Ritirata de una de las numerosas cantatas de Mancini y nos evoca por su estilo, más que a Nápoles, a la Roma de principios de siglo XVIII (el segundo movimiento es muy corelliano) y no hubiera desentonado con las composiciones del mismo género de Haendel o Caldara que se interpretaban por esas fechas en los salones de los Ottoboni, Pamphili o Ruspoli; y es que Mancini no parece el típico músico napolitano de melodías agradables y simples sino que su música tiene, por momentos, una riqueza contrapuntística y una elegancia que lo distancian de algunos de sus colegas de generación. A juzgar por la música que se interpretó anoche, parece que Mancini supo eludir en los últimos años de su vida las tentaciones del estilo galante que se iba imponiendo desde la década de 1720 y conservó una personalidad propia y un tanto arcaizante.
La toccata para clave, seguramente como señala el título una banal pieza pedagógica, fue convertida por Daniel Oyarzabal (uno de los intérpretes más prolíficos y versátiles del panorama musical español) en una interesantísima y probablemente desconocida obra aderezada, entre otros ingredientes, con unas ornamentaciones y unos irresistibles cromatismos que nos dejaron a algunos con ganas de que comenzaran a continuación unas variaciones sobre el tema. Puestos a ‘arreglar’ animamos a Oyarzabal a que acometa la tarea.
Por último, de la ópera Il Trajano, estrenada en Nápoles en 1723 se interpretó la obertura, con la tradicional división en tres movimientos rápido-lento-rápido que encontramos en las óperas italianas de la época (en este caso el tercer movimiento inequívocamente napolitano) y un aria del personaje de Giulia, escrito para soprano y cuyo papel fue asumido en el concierto por el violonchelo de Josetxu Obregón. No echamos de menos a la soprano porque Obregón hizo cantar a su instrumento arrancándole unos sonidos maravillosos.
Como decíamos al principio, la figura de Francesco Mancini no es familiar al común de los mortales pero el apellido Mancini seguramente nos remite inmediatamente (además de al futbolista de la Sampdoria y de la selección italiana de principios de los 90, ahora entrenador y seleccionador de Italia) al formidable compositor de bandas sonoras de películas como Sed de mal, Hatari, Desayuno con diamantes o Charada. Jugando con esta coincidencia, los integrantes de La Ritirata han tenido el sentido del humor de encargar al compositor Jorge Magaz un arreglo ‘barroco’ de quizás la música más famosa de Henry Mancini, la que compuso para La pantera rosa. El resultado es divertidísimo. Inmejorable manera de terminar un concierto que nos dejó con ganas de más Mancini (Francesco o Henry) y más Ritirata.
Imanol Temprano Lecuona