SAN SEBASTIÁN / Filarmónica de Luxemburgo: Demostración de poderío en el Kursaal
San Sebastián. Auditorio Kursaal. 4-VIII-24. 85ª Quincena Musical Donostiarra. Orquesta Filarmónica de Luxemburgo. Gustavo Gimeno, dirección. Obras de Shostakovich y Berlioz.
Para su segunda intervención en la Quincena Musical, Gustavo Gimeno y la Filarmónica de Luxemburgo presentaron un programa impactante y muy diferente al de la víspera. En esta ocasión, una obra raramente interpretada en concierto: La ejecución de Stepan Razin, de Dimitri Shostakovich, cantata para barítono, coro y orquesta compuesta en 1964. La obra narra los últimos momentos de un líder cosaco de mediados del XVII que tuvo la ocurrencia de sublevarse contra el zar y contra la nobleza. Sus hazañas le llevaron hasta Persia y no dudó en proclamar la República Cosaca. Decidió remontar el Volga y fue detenido, torturado y ejecutado en Moscú, pero no exactamente con una decapitación por hacha, como se cuenta en el poema de Yevgeny Yevtushenko (lo que tiene su correlato musical), aunque no daremos detalles escabrosos en esta reseña, que no hay necesidad ninguna.
Se trata de una partitura que exige un efectivo realmente inmenso, con celesta y piano incluidos y que en el tratamiento coral sigue la senda del Musorgski de la Khovanchina. A pesar de su maltrecho estado de salud, Shostakovich no había perdido el pulso para componer una obra de esta envergadura que, sin ser de lo más granado de su producción, tiene cualidades dramáticas innegables. El texto de Yevtushenko, que oscila entre lo realista, lo sórdido, lo festivo y lo poético, contribuyó sin duda a estimular el imaginario sonoro de Shostakovich. No hay que olvidar que ambos artistas habían colaborado para la Sinfonía nº 13 “Babi Yar”. Una vez más, ese hombre que padeció durante la mayor parte de su vida el miedo opresivo del totalitarismo soviético, con el péndulo del favor o la desgracia pendiendo sobre su cabeza, se las arregla aquí para denunciar un régimen represor.
La partitura es realmente exigente para todos sus integrantes y a pesar de ciertos aspectos efectistas, contiene una profundidad musical que los supera con creces. El encargado de dar vida (mientras le dura) a Stepan Rezin fue el bajo ruso Alexander Vinogradov, que demostró un dominio inquebrantable de la obra, tanto en los momentos más épicos (donde lo que hace falta es volumen y proyección, más que ser un fino estilista) como en esa especie de recitativos acompañados interminables que a veces tienden al lirismo y a veces, a lo litúrgico, como sucede también en Borodin o Musorgski. Fue un reo desafiante y heroico, perfecto en su papel. Los integrantes del Coro Mixto del Easo fueron los encargados de representar a ese pueblo ruso, que no hay manera de saber si lamenta la ejecución o disfruta con ella, o ambas cosas a la vez. Estuvieron precisos y justos en las intenciones musicales y especialmente el sector masculino dio estupendamente la réplica a Vinogradov. Las jóvenes del coro encarnaron a esas chicas rusas con acierto aunque quizá podrían haber estado un poco más incisivas y decididas en los momentos en que el texto poético es particularmente ácido. En cuanto a la orquesta, estuvo realmente muy bien, con una mención especial a la sección de clarinetes, a la de percusión y al trompeta solista. Gustavo Gimeno guio con seguridad, arrojo y precisión rítmica esta enorme nave en una interpretación que destacó los diferentes ambientes y colores de la partitura y muy en especial, los grandes contrastes dinámicos.
En esta ocasión fue la Sinfonía fantástica de Berlioz la que ocupó la segunda parte del programa. No por conocida, es una obra que se interprete mucho en concierto. Berlioz es un músico cuyo nombre suena mucho pero no así su música, y quizá esto tenga varias razones de ser: un tipo de grandilocuencia que ya resulta difícil de entender, un estilo que parece buscarse a sí mismo una y otra vez y unas formas en permanente experimentación que a primera escucha resultan un tanto confusas. La Sinfonía fantástica contiene sin embargo muchos elementos que la hacen atractiva, como esos caracteres cambiantes de uno a otro movimiento o un lucimiento constante de la instrumentación. Escrita en 1830 con tono autobiográfico y bajo la impresión de haber conocido a la que sería su mujer interpretando a Shakespeare en los papeles de Julieta y de Ofelia en el idioma original (era irlandesa), cautivado por las sinfonías de Beethoven y aún bajo el influjo del Fausto de Goethe, el amigo Hector mezcló todo y produjo esta original obra de carácter programático que no tiene mucho que ver con casi ninguna otra sinfonía anterior o posterior.
Hay que decir que, tras la enormidad de Shostakovich, la orquesta casi parecía de cámara, a pesar de sus cuatro arpas, sabiamente colocadas dos a dos enfrentadas a ambos extremos de la escena. Gimeno construyó bien ese primer movimiento Rêveries-Passions, que es un fluir de diferentes temas e ideas (salvo esa “idea fija” que va de un movimiento a otro y que representa a la amada), con la delicadeza justa en la primera parte y el entusiasmo propio en la segunda, marcando bien las diferentes articulaciones, inflexiones y dinámicas de la partitura, incluido ese “doble final” en el que primeramente parece haber un crescendo imparable, para cerrar con unos compases llenos de melancolía y placidez que fueron muy bien dibujados por la orquesta. El comienzo febril de Un bal tuvo el punto justo de nervio y garra (fantásticas las arpas) y ese vals muy al estilo de von Weber, en el que se oye de nuevo el tema amoroso, fue elegante y arrebatador a la vez. En este movimiento comenzaron a lucirse los estupendos solistas luxemburgueses (clarinete y oboe, además de arpas tienen un papel preponderante) pero es a partir del tercero donde realmente pueden dar su talla. La Scène aux champs arranca con un solo de corno inglés, que ha de sonar rústico para evocar lo campestre (maravillosamente hecho por la solista) y que recibe la respuesta de un oboe, en este caso situado al fondo de la sala. Se trata del movimiento más largo de la obra en la que los temas se suceden o superponen para formar un conjunto al que no es fácil conferir unidad y coherencia, cosa que Gimeno logró hacer sin que los detalles se resintieran. Fantásticos los solistas de las maderas en la última parte e inmejorable la intervención de los cuatro timbaleros al final del movimiento para representar al trueno que se acerca y se aleja: no en vano Gimeno ha sido percusionista en una de las mejores orquestas del mundo.
Los dos últimos movimientos son los más vistosos y originales en lo que a la orquestación se refiere. El cuarto, Marche au supplice, representa el mal sueño que tiene el poeta tras ingerir opio para suicidarse a causa del rechazo de su amada. De nuevo, fantásticos los timbales y todo el viento metal así como la cuerda en esa representación instrumental de la zozobra de la pesadilla. En cuanto al último movimiento, Songe d’une nuit de sabbat, todos sus componentes de orquestación, efectos instrumentales como trémolos, pizzicati, utilización de sordinas, glissandi, etc. fueron muy bien ejecutados por la orquesta y gestionados por Gimeno. Fabulosa la sección de maderas y especialmente los clarinetes en mi bemol en esa aparición de la “idea fija” en forma grotesca. La sorpresa de las campanas –auténticas campanas– fuera del escenario cumplió su efecto antes de comenzar esa conocidísima parte del Dies Irae, con los fagotes y las tubas en todo su esplendor. A partir de aquí se notaba que todos los integrantes de la orquesta estaban disfrutando sin reservas de su cometido y el final de la sinfonía fue una fiesta de colores y matices, justamente ovacionada por un público entusiasmado.
Esta vez sí hubo una breve propina ejecutada sólo con las secciones de cuerda de la orquesta: el Adagietto de la 1ª Suite de L’Arlesienne de Bizet, música de una delicadeza simpar, para calmar los ánimos después de las intervenciones demoníacas. Estupenda despedida de la Filarmónica de Luxemburgo y su titular que, suponemos, volverán en alguna de las próximas ediciones de la Quincena.
Ana García Urcola
(fotos: Quincena Musical)