SAN SEBASTIÁN / Nacho Castellanos y Mario Marzo: sorprendente y deliciosa bienvenida a la Quincena Musical
San Sebastián. Kursaal Auditorio foyer. 1-VIII-2024. Nacho Castellanos, contratenor. Mario Marzo, piano. A quiet voice inside.
El 1 de agosto ha dado comienzo la 85ª edición de la Quincena Musical Donostiarra con toda una serie de conciertos y actuaciones en diversos puntos de la ciudad, de los que no nos ha quedado más remedio que escoger dos. Del concierto de la Orquesta de Luxemburgo bajo la batuta de Gustavo Gimeno daremos cuenta en una próxima reseña que se referirá a sendos conciertos de esta agrupación en el auditorio Kursaal, mientras que estas líneas las vamos a dedicar al contratenor Nacho Castellanos y al pianista Mario Marzo, encargados de la apertura en el Foyer del citado auditorio. Los dos jóvenes iluminaron la plomiza (por gris) y plúmbea (por húmeda) mañana con su buen hacer, acertado programa y cercanía con el público. Bajo el título “A quiet voice inside”, confeccionaron un recital en torno a los afectos íntimos que recorre cuatro siglos de música hilados mediante los sentimientos que envuelven a las obras elegidas y también gracias a escogidas relaciones tonales.
Mario Marzo nos inició en este viaje con el breve “Jazzbo Brown’s Blues”, que se integra en la introducción de Porgy and Bess de Gershwin. Una interpretación llena de swing y matices que dio paso de forma sorprendentemente natural a “Come unto these yellow sands” de Henry Purcell, breve extracto de la música incidental escrita por el genio inglés para La Tempestad de Shakespeare, en arreglo para contratenor y piano de 2012 de Thomas Adès, primera de las obras del compositor que interpretó Castellanos en este recital y que, como canción de bienvenida que es, no pudo estar mejor escogida. Sin duda se trata de uno de sus autores de predilección tanto por inclinación personal –el autor más repetido–, como por adecuación de su voz y por su innegable sentido teatral. Tras la breve y original introducción, el dúo tuvo a bien explicarnos, con elocuencia y afabilidad, el sentido de su programa, presentando cada uno de los bloques conformados en torno a un sentimiento plasmado por diferentes compositores. Mario Marzo se encargó de abrir y cerrar esta primera parte con la primera y la última pieza de los Papillons op. 2 de Schumann. Para la interpretación de esta deliciosa obra, inspirada en los Años de juventud de Jean Paul y dedicada a sus hijas, es necesaria una delicadeza extraordinaria, acompañada de buen gusto que no incurra en cursilería. Marzo dio una lección de versatilidad respecto a su primera intervención y bordó estas miniaturas de aparente sencillez. La tonalidad de Re mayor sirvió de bisagra entre Schumann y “Come again, sweet love”, del primer Libro de Aires y Canciones de John Dowland, en la que Castellanos nos tradujo con justas inflexiones la melancolía por la ausencia del ser amado, para volver a Purcell. En esta ocasión fue “One charming nigth”, del acto II de The fairy Queen, donde el contratenor brilló de nuevo ajustando perfectamente su interpretación a las intenciones del texto. El hermoso color vocal de Castellanos se adapta como un guante a este repertorio inglés, del que aún tendríamos una par de muestras más.
El siguiente bloque se inició de hecho con “An evening Hymn Z 193” de Purcell, famoso y exaltante canto de la Harmonia sacra, que probablemente estaba concebida no para la liturgia o un entorno público, sino más bien para un ámbito más privado, como fue el caso (como ven, estos jóvenes no dan puntada sin hilo). La voz de Castellanos se desplegó con autoridad sobre la siempre segura pero flexible pulsación del piano de Marzo. Y podríamos decir que el contratenor cedió el protagonismo en esta segunda parte al pianista, puesto que interpretó la mayor parte de las obras en solitario. En lo que resultó un auténtico acierto en la selección de obras-cuadros de afectos, Marzo eligió dos “recreaciones” de Arcadi Volodos sobre sendas canciones de Mompou pertenecientes al Combat del somni: “Damunt de tu només les flors” y “Hoy la tierra y los cielos me sonríen”. Maravillosa la versión de Volodos, que retoma el espíritu del compositor catalán para escribir una obra con ecos scribinianos y que a pesar de su dificultad técnica, combinada con un intricado contrapunto, no se aparta de esa claridad cristalina y de esa pureza de líneas tan propia de los originales. Y realmente fantástica y emocionante la interpretación de Mario Marzo, que una vez más, supo cambiar completamente de carácter y dio una lección de pianismo, extrayendo una enorme gama de matices, utilizando el pedal de forma magistral y también rindiendo homenaje a Mompou con un fraseo natural acompañado de un rubato constante y flexible, que recordaba mucho a las versiones del propio compositor. Entre ambas, Nacho Castellanos interpretó esa joya de la mélodie francesa que es À Chloris, del compositor franco-venezolano Reynaldo Hahn, como para sacar poco a poco los pies de su terreno habitual del barroco, puesto que, como es conocido, se trata de probablemente de un homenaje a Bach, de quien retoma un tema de la Suite n.º 3 para orquesta. El contratenor dibujó con acierto ese tono entre solemne y amoroso de la obra, que ha hecho de ella una de las favoritas de cantantes y público. Mario Marzo fue el encargado de cerrar la segunda parte con una incursión en el cine: “One summer´s day” de El viaje de Chihiro, conocidísima banda sonora de Joe Hisaishi, que quien suscribe jamás hubiera podido imaginar que encajaba tan bien tras la segunda melodía de Mompou.
La última parte del concierto comenzó con una “ambientación” por parte de Nacho Castellanos, que nos situó en un gélido bosque (siento decirle que tampoco esa mañana necesitaba esforzarse mucho, dado lo taciturno del cielo) antes de cantar “La Canción del frío” del King Arthur de Henry Purcell. Ya en confianza con el público, el contratenor dio rienda suelta a su vena dramática y ofreció una interpretación realmente vívida y escénica además de musical que resultó totalmente convincente. De los bosques ingleses nos trasladaron a las Indias Galantes de Rameau con la versión para teclado de “Les Sauvages” por arte de birlibirloque y de complicidad tonal. Marzo hizo gala de nuevo de su capacidad de adaptación a cualquier estilo y tocó de manera impecable y con esa pulsación entre constante y danzarina tan necesaria en este conocido número. El programa se acercaba a su final con dos obras de carácter más ligero y juguetón. En primer lugar, la encantadora Colombine de George Brassens, que recogía en cierto modo ese aire de danza de Rameau traído al music-hall francés del siglo XX pasando por la Commedia dell’arte y que Castellanos cantó con una mezcla de candor y de picardía y con una notable dicción francesa, más que necesaria también para enfrentarse al Sombrero de Cécile Chaminade, divertidísimo trabalenguas –como él mismo presentó– y deliciosa espagnolade que interpretaron con mucho gracejo. El calor y fuertes aplausos del público fueron agradecidos con un guiño a la ópera que se representará en la Quincena, la Carmen de Bizet. Puestos a jugar, escogieron la Habanera, cuyo ritmo comenzó a tocar Mario Marzo, mientras Nacho Castellanos hablaba, presentaba la obra y bromeaba con el respetable. Realmente resultó muy divertido y el presunto despropósito no fue tal en absoluto.
En definitiva, un concierto de inicio con un programa originalísimo y sorprendente, lleno de afinidades no siempre evidentes pero sí patentes, extraordinariamente bien pensado y muy bien interpretado que nos abrió las ganas de seguir escuchando buena música durante todo el mes.
Ana García Urcola
(fotos: Quincena Musical)