SAN SEBASTIÁN / Apoteosis antigua
¿Antigua me estás llamando? Podría decir la música cuando todo el mundo se refiere a ella como vieja, arcaica… que suena demodé. Y es que como lo antiguo siempre es tendencia, un ciclo completo de música antigua no puede ser menos. La Quincena musical donostiarra no podía quedarse atrás en uno de los géneros reyes del panorama clásico, y, festejando su 80 cumpleaños, preparó un ciclo de seis conciertos que podrían degustarse como si de seis bombones del mejor chocolate belga se tratase.
San Sebastián. Convento de Santa Teresa. 5-VIII-2019. Cantoría. Obras de Mateo Flecha, Francisco Guerrero, Cárceres y de los Cancioneros de Medinaceli, Uppsala, Gandía y de Palacio.
¡Qué difíciles son los comienzos! Y más, en una profesión artística en donde es fácil asociar calidad, con madurez. Si eres joven, te queda mucho por aprender y lo que hagas parece no ser tomado muy en serio ya que “te falta ruedo”. Cuando esto se extrapola a una agrupación vocal, primero te catalogarán de amateur, y ya, si eso, cuando lleves un tiempo haciendo “cosas”, te pondrán la imaginaria placa de “profesional”, como si la edad lo curase todo. ¡Cuánto nos han engañado! y qué ilusos al creer, que la evolución natural de cualquier artista siempre será mejor cuanta más carrera tenga, obviando que dentro de estos procesos de madurez, siempre hay músicas, repertorios y formas de contar que, quieras o no, se adaptan más a unas edades que a otras. Dentro de este panorama, Cantoría es una agrupación joven, que rompe todos los estigmas aprendidos que nos hacen creer que el proceso de aprendizaje termina en el mundo profesional. Cuatro voces que todavía están creciendo, pero que al unísono, han conseguido un sonido homogéneo que les da la libertad necesaria para hacer lo que quieran. Si quieren dramatizar una Ensalada de Flecha, inmediatamente te transportan a un escenario en donde creerás estar disfrutando de cualquier sainete interpretado por Juan Rana y la Calderona. Llevan el Siglo de Oro como bandera e insignia de su cantar, y gracias a ello, levantan conventos y auditorios como ocurrió en la Quincena Donostiarra.
Su programa “Lenguas Malas” presenta una serie de polifonías que tuvieron gran repercusión en la Europa y España del renacimiento tardío. Autores como Mateo Flecha o Francisco Guerrero que nos muestran esa simbiosis — o “transculturación”, que ahora está muy de moda decirlo—, que encontramos entre lo popular y lo sacro. Estas mixturas dentro del repertorio —que a día de hoy parecen escandalizar a muchos, acusando de Rosalismo cualquier tipo de mezcla de estilos que se haga en la música actual— eran algo naturales, prácticamente espontáneas e incluso apreciadas por músicos de ambos lados del repertorio (el sacro y el profano).
¿Qué se consigue con este tipo de programas? Primero de todo, acercar repertorios a través de su contexto. Jorge Losana, director de la agrupación, explicó de una forma amena, clara y entretenida la estructura de estas “Lenguas Malas”. En segundo lugar —en lo que respecta a la interpretación—, una ejecución sin partituras, “de memorieta”, como quien dice, en donde lo importante es contar una historia, narrar la picaresca de muchas de estas polifonías que nos hablan de situaciones reales de la España del XVI. Desde el Teresica Hermana hasta el No quiero ser monja, no. ¿Quien mejor para mostrarnos la realidad del Siglo de Oro que su propia música y sus propias historias? De ahí, que Cantoría, pese a ser una “agrupación joven”, ya propone una forma nueva de mostrar el repertorio. Más personal, más cercana a la visión que ellos mismos tienen de la música —porque si intentaran mostrar otra visión, no serían Cantoría—, pero sobre todo, una visión capaz de acercar repertorios a nuevos público, y eso, es algo impagable.
San Sebastián. Convento de Santa Teresa. 6-VIII-2019. Al Ayre Español. Obras de Corelli, Georg Muffat, Caldara y Couperin
De lo vocal, pasamos a lo plenamente instrumental, pero acercándonos a ese mundo misterioso de la danza que desgrana otra realidad de la Europa barroca, muchas veces escondida por la ópera y la música de cámara. Por otro lado, de una agrupación joven, nos trasladamos a uno de los emblemas de la música antigua: Al Ayre Español. El trabajo que durante más de 30 años ha desarrollado Al Ayre Español, se basa en la receta magistral que combina criterios históricamente informados con la creación de una forma personal e identitaria a la hora de concretar un programa y sumergirse en ese magnífico universo de las chaconas y pasacalles. Y, posiblemente, todos estos bajos ostinatos tañidos antaño —sobre los cuales se bailaba, improvisaba, ornamentaba…—, tengan una relación muy estrecha con la música más actual —sobre todo porque se conforman mediante las mismas secuencias de acordes—. De esta forma, la agrupación encabezada por López-Banzo, presentó un programa rebosante de una modernidad escondida en las músicas del XVII y parte del XVIII.
Cabe destacar el magnífico trabajo realizado por Alexis Aguado y Kepa Artetxe, que se enfrentaron a uno de los ambientes más húmedos del verano para conseguir que las afinaciones de ambos instrumentos permanecieran intactas. ¡Un trabajo totalmente homérico! Por otro lados, la siempre exquisita musicalidad de López-Banzo al clave, ayudó a seguir ese ritmo vivaz del Pasacalles, que incita muchas veces al viaje, al deambular bailando. Obviamente hablar de danzas en pleno barroco, es dirigirnos directamente a la majestuosa corte del Rey Sol y su particular tributo a las danzas españolas. L’espagnole de François Couperin sirvió como cartografía de las danzas franco-españolas más populares: desde la Sarabande o la Gavotte, hasta el Rondeau o la Boureé; que mostraron las diferentes combinaciones de polirritmias —sin olvidarnos de las típicas hemiolias tan asociadas a la música “española”—. Para enfatizar todos estos emblemáticos bajos no podemos olvidarnos del magnífico tándem Turina-Aguiló, que sostuvo en todo momento los preciados ostinati que dan color a este bailar. Pare concluir la velada, ofrecieron la magistral Ciaccona de Cazzati, con ese ritmo y sonar tan monteverdiano que nos hace recordar irremediablemente el dúo Zefiro Torna, pues comparten partes del ostinato.
San Sebastián. Convento de Santa Teresa. 7-VIII-2019. Ars Atlántica. Obras de Barbara Strozzi.
Hay compositores archiconocidos y luego están, aquellos que, aunque los conozcas, te redescubren su universo cada vez que los escuchas. El universo Strozzi es una de las mayores joyas que el barroco ha dado. Vivió en un momento de cambio, entre la primera ópera de Monteverdi y la que en un futuro sería la ópera de Haendel. Y son estos periodos, donde la experimentación nos muestra auténticos diamantes musicales irrepetibles. La historia a Strozzi no la ha tratado con la importancia que se merece. Por eso mismo, celebrar su música —más cuando recientemente fue su cumpleaños—, es sinónimo de disfrute sin igual.
Sumergirse en este universo musical precisa de dos elementos claves: un buen ensemble que entienda cómo fluye la prosodia en música y buenas voces que hagan esto posible. Ars Atlantica goza de la suficiente inteligencia musical como para entender qué repertorio les funciona y qué voces precisan para llegar al resultado más óptimo. Llama la atención la fantástica sintonía que se da entre Marta Infante y María Espada. Dos voces totalmente diferentes, de identidad propia, que magistralmente se combinan en los dúos para conseguir que el muy nombrado arte de tañer el afecto, camine galante por los pentasílabos, los heptasílabos y los endecasílabos. La carnosidad de Marta Infante produce ese placer que da acariciar una cortina de seda, frente a lo afilado de María Espada que, cual telescopio mirando a las estrellas, ya visualiza galaxias de armónicos que te hacen escuchar su canto de otra manera.
Ars Atlantica siguió el camino del afecto, primando siempre que el desarrollo del bajo continuo, ayude al canto y no al contrario. Esta serie de balanzas de tonos, sonidos y palabras deben de correr la misma senda para que el mensaje final concuerde en todos sus aspectos. Cabe destacar la magnífica homogeneidad que se da entre Manuel Vilas, Calia Álvarez y Ramiro Morales cuyo desarrollo del continuo no decayó ni un instante. Una velada para el disfrute, que ayudó a que muchos de los allí presentes, descubriesen que bien entrado el barroco, había compositoras de una calidad excelente cuya obra sirvió como referencia para muchas de las músicas que le sucedieron.
San Sebastián. Convento de Santa Teresa. 8-VIII-2019. Gli Incogniti. Obras de Bach y Pisendel.
La música de cámara siempre se ha visto cómo algo reducido a un grupo de entendidos —dentro del mundo de la clásica—. En la historiografía, se suele interpretar con un doble sentido: por una parte, composiciones para agrupaciones pequeñas que bien se podrían hacer en los salones de aristócratas o en comidillas mientras anfitriones y sus invitados disfrutaban de algún exótico manjar, o, por otro lado, esa música que el propio compositor escribía para los entendidos, experimentaba y dejaba que su locura musical construyese escaleras donde hay ventanas, y puertas donde hay alcobas. Gli Incogniti —haciendo honor a la Accademia degli Incogniti veneciana que da nombre al grupo—, nos brindó una de esas veladas, con música que, seguramente, siglos atrás, sería más disfrutada por músicos y estudiantes de este arte que por el resto de la nobleza. Si a todo esto le sumamos, que la cabeza de programa posiblemente sea el padre del hecho musical: J. S. Bach, el éxito del programa está asegurado. Una sonata de Pisendel y tres triosonatas de J.S. Bach —la primera de ellas, la BWV 1038, más bien atribuida— conformaron un repertorio poco usual pero bastante interesante.
Gli Incogniti es de esos grupos cuyo sonido está tan bien construido, que perfectamente pueden interpretar el repertorio que les dé la gana. Aún así, prefieren estudiar repertorios que les aporten algo como músicos y a su vez, que sean desconocidos para el público general. De esa forma, consiguen devolver al panorama interpretativo obras escondidas en el canon barroco —muchas de ellas provenientes de algunos de los grandes nombres del XVII y XVIII, pero que se salen de la cultura del greatest hits—. Brindar un programa con obras de cámara del barroco tardío, descubre también cómo los nuevos estilos que surgían ya en los años 30 y 40 del siglo XVIII comenzaban a dejarse ver por obras de compositores canoros. Las galanterías y el Empfindsamer Stil, se nutrieron directamente de estas pequeñas sonatas de cámara para su desarrollo. Eran las probetas que, más tarde, el compositor transformaría en su laboratorio para llevarlo al lenguaje idiomático de obras de otra envergadura. Lo difícil en estas interpretaciones, es seguir sonando barroco y no decantarse directamente por el sonido más galante, pero esto no fue problema par Gli Incogniti, que, perfectamente supo hasta qué punto llevar el ornamento y de qué forma desarrollar el continuo para no profundizar en los abismos del horror vacui. A toda esta hazaña, habría que sumarle la magistral victoria que la agrupación realizó contra la meteorología y fenómenos naturales, ya que, pese al exceso de humedad que había en el convento de Santa Teresa —algo terrible para los instrumentos históricos—, supieron mantener ese sonido homogéneo y cristalino.
San Sebastián. Convento de Santa Teresa. 9-VIII-2019. Ensemble Diderot. Obras de Purcell, King, Draghi, Diessener, Blow, Matteis y Keller.
¡Y llegamos a la guinda del pastel! Un concierto que dibuja una clara realidad no solo en la historia de la música, sino en la historia universal: hasta los ingleses se influencian de lo que ocurre en Europa. Y si queremos rizar más el rizo: de lo que ocurre en el sur de Europa. La fuerza que la música italiana tuvo —sobre todo a finales del XVII y principios del XVIII— en todo el territorio europeo fue algo tan esplendoroso, que incluso a día de hoy nos cuesta pensar que durante el XVIII la ópera que triunfaba en el Haymarket y en el Covent Garden sonaba en italiano.
La ópera y la música instrumental siempre han evolucionado imitándose. Primero el instrumento imitó a la voz, y después, a partir del XIX, fue la voz quien imitó al instrumento. Es por eso que, muchas veces, escuchando repertorios instrumentales del barroco medio o tardío, veamos ornamentos claros del recitativo o florituras que nos recuerden a arias de Cavalli o Monteverdi. Si a esta realidad, le sumamos la inmensa tradición musical inglesa, nos encontramos con un repertorio inglés que a su vez parece anunciar el auge de que lo italianizarte tendrá en el Londres del XVIII.
El Ensemble Diderot, en su labor por descubrir nuevos repertorios, también muestra esas pequeñas esmeraldas que relucen en repertorios totalmente conocidos, pero que omites si no te lo señala. Los bajos ostinati italianos, pasaron a llamarse grounds para los ingleses —adaptándolos a su musicalidad—, las trío sonata de Draghi o Blow, mostraron esas pequeñas chispas de ornamentación que nos hacen pensar en Geminiani o incluso la forma de crear tensión y distensión de Matteis que nos puede hacer pensar en el virtuosismo vivialdiano. Nunca sabremos cuánto de italiano hay en lo inglés y viceversa, de la misma forma que la eterna paradoja entre el huevo y la gallina sigue sin resolverse siglos después, pero analizar estas músicas históricas, nos hace apreciar una globalización cultural que existía ya desde antaño y que en el siglo XXI no debemos de intentar obstaculizar construyendo muros de ideas que aíslen nuestra música, nuestra cultura y nuestras artes.
La agrupación con sede en París ofreció un concierto memorable, mostrando ese sonido tan trabajado, pero que tiene a producirse casi de forma espontanea, como si cada una de las ornamentaciones, de los cambios de dinámica, fuera algo que ocurre porqué la música así lo quiere. Nos encontramos frente a un ensemble cuyas capacidades musicales son infinitas. Sus integrantes conocen a la perfección la música que ejecutan y entienden cuanto es preciso que aporten cada uno para llegar al resultado más óptimo. No hay luchas de sonido pues cada una de las obras se forjó como si de un universo diferente se tratara. Universos que, queramos o no, nos hacen entender un poco más la evolución de la música y su contexto.
San Sebastián. Iglesia de Zorroaga . 10 -VIII-2019. Collegium Musicum Madrid. Obras de De la Torre, Del Enzina, Ortiz, Pisador, Mudarra, Flecha, Caroso, Ponçe y de los cancioneros de Uppsala, Palacio, Colombina y Elvas.
Cuando llevas una semana entera viendo conciertos de antigua, y llegas al último del ciclo, siempre hay cierta soberbia que te hace pensar: ¡Ya no me pueden sorprender! En ese momento llega Collegium Musicum Madrid, y con una propuesta totalmente innovadora, te asesta una bofetada de humildad musical para mostrarte que todavía hay nuevas formas de acercar un repertorio.
La interpretación histórica desde sus comienzos, separó el recital de la ópera, como si fueran géneros propios olvidándonos de la importancia que tuvo la música incidental en el teatro del renacimiento y barroco. ¿O acaso los villancicos de Juan del Enzina no incitan a buscar esa dramaturgia que cuenta historias y une repertorios? ¡Y qué mejor forma de hacerlo, que contando la historia de Fernando de Magallanes en el 500 aniversario de su circunnavegación! Un 10 de agosto de 1519, partió el ilustre aventurero portugués desde la ciudad de Sevilla, para embarcarse en un viaje del que nunca volvería.
Collegium Musicum Madrid, acompañado del actor Óscar Zafra y bajo la dramaturgia de David Álvarez, presentaron “Rumbo a poniente”, Magallanes, la mayor aventura jamás contada. Espectáculo inspirado en la novela de aventuras de Stefan Zweig, siguiendo su estructura en ocho episodios que van desde ese aroma de las especias —con el que empieza Zweig su narración—, hasta el fallecimiento de Magallanes en Filipinas y el relevo inmediato de éste por Juan Sebastián Elcano.
Óscar Zafra, metido en la piel de cualquier marino que pudo acompañar a Magallanes en esta expedición, nos narró de una forma fervorosa, apasionante y cargada de humor esta odisea oceánica que incluso a día de hoy es temida por los veleros más sofisticados. No le faltó ironía, sarcasmo, y todo esto acompañado de la música de su tiempo, que realizaba en ocasiones un papel más incidental, acompañando el soliloquio de Zafra, y en otras toma la voz cantante para ser plena narradora de la historia. Una propuesta totalmente diferente, que por un lado, metió al público de lleno en la historia y, generando este contexto, les presentó una serie de obras pertenecientes al periodo de la narración que ayudaba a un aprendizaje y descubrimiento desde diferentes frentes. ¡Ésta, ésta es la forma de acercar música a nuevos públicos!
Nacho Castellanos