SALZBURGO / Strauss, el héroe reluce gracias a la Filarmónica de Berlín y Petrenko
Salzburgo. Grosses Festspielhaus. 27-VIII-2023. Orquesta Filarmónica de Berlín. Dirección musical: Kirill Petrenko. Obras de Reger (Variaciones y fuga sobre un tema de Mozart) y Strauss (Una vida de héroe).
Garantía de lo mejor, el pasado domingo la Filarmónica de Berlín ha recalado un año más en la recta final del Festival de Salzburgo con un programa ideal para lucir las excelencias de una orquesta única y ejemplar. Es difícil “criticar” una centuria sin fisuras ni puntos vulnerables, cuyas secciones e individualidades solo despiertan admiración y aplauso. Los berlineses han vuelto, además, de la mano de su titular, Kiril Petrenko (1972), maestro sin concesiones ni tonterías. Que va al grano limpio de todo lo demás. Esencia y verdad. Tan parco como efusivo y minucioso. En el programa, dos obras tan disímiles como las atractivas y hoy casi olvidadas Variaciones y fuga sobre un tema de Mozart, de Max Reger, que se las tuvo que ver con la fuerza telúrica de Una vida de héroe, de Richard Strauss. Imagínense.
Petrenko narró la vida del héroe con precisa objetividad. Haciendo relumbrar cada detalle, cada episodio. La perfección en sí, la extrema calidad instrumental, el ver a cada sección respirar, frasear y sentir al unísono con la batuta y el resto del conjunto, maravilla tanto como la obra de arte en sí. Los filarmónicos berlineses enaltecen y se funden con el esplendor de la inspiración straussiana. Petrenko, sabedor del formidable instrumento que tiene ante sí, ahonda y extrema detalles, dinámicas e inflexiones, esas pequeñas, casi inapreciables retenciones de tempo que tanto distinguen el lenguaje del creador de El caballero de la rosa. Nada sobra ni falta. Reluce y enfatiza, pero sin cargar las tintas. Equilibrio perfecto.
Petrenko marca, expresa y precisa desde el podio. La respuesta es milimétrica, exacta e instantánea. ¡Ni un gesto de más! ¡Ni uno de menos! Asombra que este minucioso empeño por el detalle en absoluto encorsete a una orquesta que parece tocar con absoluta y máxima libertad, como si cada profesor estuviera tocando el Concierto de violín de Brahms o Chaikovski. Los pianísimos, que rozan el silencio, se escuchan con tanta presencia como los fortísimos redondos, amplios y precisos, oportunos y nunca excesivos. No cabe destacar intervenciones solistas. ¡Habría que citarlos a todos y cada uno!
Por su particular cometido, sí hay que remarcar y aplaudir tanto como lo hizo el público las intervenciones de la nueva concertino (aunque aún en periodo de prueba, por un año, como todos los que ingresan en Berlín), la letona Vineta Sareika-Völkner (1986). Estuvo magistral. Una heroína del violín que, visto y oído lo que hizo el domingo, raro será que no obtenga la plaza en propiedad, junto con los otros dos concertinos: el estadounidense Noah Bendix-Balgley, y el japonés Daishin Kashimoto.
Puestos en la tesitura -en este caso estéril- de poner peros, acaso habría que apostillar la excesiva presencia de los timbales, posiblemente derivada de un problema acústico, al estar el timbalero (Wieland Welzel) ubicado muy cerca del fondo de la resonante caja acústica (en la Philharmonie de Berlín, sede de la orquesta, al no existir caja acústica, no es tan necesario contener el sonido). La perfección no existe ni incluso en un conjunto tan ideal como la Filarmónica de Berlín. Cabe imaginar que se produjeron deslices y chicos errores. Si fue así, desde luego escaparon al oído del crítico.
A propósito de los críticos y las críticas, Max Reger, el autor de Variaciones y fugas sobre un tema de Mozart, y hombre de difícil carácter (como su alumno, el alicantino Óscar Esplà, tan fiel a su estilo) no les tenía particular aprecio. Fue él quien respondió con escatológica socarronería a un crítico que había juzgado negativamente una obra suya: “Estimado señor, estoy sentado en la habitación más pequeña de mi casa. Tengo ante mis ojos su crítica. En breve la tendré detrás de mí”.
No por temor a que estas líneas tengan el mismo destino, hay que decir que, sin ser la octava maravilla del mundo, las mozartianas variaciones y fuga que Reger compuso en 1914 y él mismo estrenó al frente precisamente de la Filarmónica de Berlín (el 5 de febrero de 1915), merecen mayor presencia en las reiterativas programaciones contemporáneas. El compositor, maestro en Leipzig del también afilado George Szell, recurre al mismo tema de Mozart que sustenta las variaciones del “Allegro grazioso” que abre la Sonata en La mayor K 331 (la de la “Marcha turca”). Obra atractiva y admirablemente construida, en ella late el oficio y talento que también distingue la música de Esplà. Se ha dicho, quizá con inquina, que la obra no es más que un remedo de las Variaciones y fuga sobre un tema de Haendel, de Brahms. Pero la cercanía no vas mucho más allá del nombre. Ni Haendel es Mozart, ni Reger es Brahms. Dicho esto, la realidad es que programadas al lado de la genialidad de Una vida de héroe, quedan convertidas en digestivo aperitivo. ¡Strauss, el héroe heroizado por Berlín!
Justo Romero
(foto: Monika Rittershaus)