SALZBURGO/ Ensayo para una música celestial
Salzburgo. Festival de Salzburgo. Grosses Festpielhaus. 4-VIII–2023. Augustin Hadelich, violín. Christiane Karg, soprano. Wiener Philharmoniker. Director: Andris Nelsons. Obras de Berg y Mahler.
El Concierto para violín, también conocido como «Dem Andenken eines Engels» o «A la memoria de un ángel», de Alban Berg, tiene un vínculo trágico con el Festival de Salzburgo. Max Reinhardt había incitado a Manon, hija de alma Mahler y Walter Gropius, a interpretar el papel del primer ángel en una adaptación de El gran teatro del mundo en los festivales, pero la poliomielitis sorprendió a la joven sin que el proyecto pudiera comenzarse. Tras un año postrada en la cama, moriría el día de Pascua de 1935.
El ángel al que está dedicada la obra no es otro que la transfiguración musical de Manon, cuya muerte causó un hondo pesar a Alban Berg. Tuvo que interrumpir la composición del Lulu para dar rienda suelta al duelo que cristalizó en este bellísimo concierto. Como ocurrirá en su toda su obra es difícil encontrar música tan lírica edificada sobre el armazón del dodecafonismo. Es cierto que en esta obra hay dos citas de música tonal, pero el conjunto es tan delicado y equilibrado que apenas se adivinan las aristas de los doce tonos.
El violinista Augustin Hadelich y el director Andris Nelsons subrayaron este carácter desde el comienzo, muy camerístico, que integraba perfectamente los pianissimi de las trompas en la primera parte. Para la segunda, Hadelich acometió la cita del coral «Es ist Genug!» de la cantata BWV 60, de Bach, en un prodigioso diálogo con los primeros violines en articulación y sonido ciertamente subyugante. La interpretación discurrió fluida y matizada hasta esa nota aguda sostenida mientras el sonido se evapora entre campanas lejanas.
Antes de la siguiente obra, Augustin Hadelich salió repetidas veces a saludar y antes de irse, quizá como una continuación del coral del concierto, tocó de manera excepcional el Andante de la Sonata n.º 2 en la menor.
Desde hace algunos años, el Festival va encargando a Andris Nelsons que cada año introduzca una sinfonía de Gustav Mahler en sus programas. Esta vez ha sido la Cuarta, quizá una de las primeras puertas que se abrirá a la música que luego representarán Berg y la Segunda Escuela de Viena, por la audacia en el empleo de las tonalidades y armonías, siempre cambiantes y nunca fijas.
El primer movimiento emparenta de algún modo con el inicio del concierto de Berg, como un andante más ligero que asemeja un paseo casi danzado por los paisajes austriacos. En las manos de Nelsons y de la Filarmónica de Viena, los pasos se vuelven gráciles y dulcemente populares. En algún momento las dinámicas parecen demasiado estridentes para un comienzo tan pastoril. Pero el director letón las dejará atrás para interpretar un Ruhevoll, el tercer movimiento, realmente para el recuerdo, con frases inolvidables de toda la cuerda e intervenciones majestuosas de los metales hasta el rutilante piannisimo final.
La sinfonía cierra con con el lied «Der Himmel hangs voll Geigen» (La vida celestial) prestado del ciclo Des Knaben Wunderhorn, cantado por la soprano Christiane Karg. Quizá su voz se queda algo pequeña en el Festpielhaus, pero su decir de liederista es único y claro como una gota de agua.
El público reaccionó con entusiasmo merecido, también para el grandísimo concertino Rainer Honeck y otros miembros de esta fantástica orquesta como la clarinetista Andrea Goetsch.
Una grabación de este concierto puede escucharse en medici.tv
Felipe Santos
Foto: Marco Borrelli