RIETI / ‘L’ultima estate’, ópera sobre el terremoto que devastó Italia en 2016

Rieti. Teatro Flavio Vespasiano. 7-XI-2021. Marcello Filotei, L’ultima estate. Greg (voz recitante). Bruno Maderna Ensemble. Solisti di canto ed ensemble vocale dell’Accademia dell’Arte Lirica di Osimo. Director Musical: Gabriele Bonolis. Director de escena: Cesare Scarton.
La ópera L’ultima estate, estrenada en el Teatro Flavio Vespasiano de Rieti, es como una cantata profana sobre el terremoto que devastó Italia el 24 de agosto de 2016. Se trata de una especie de larga sesión pública de análisis a cargo del compositor Marcello Filotei, que expone sin pudor la emoción sufrida por él a consecuencia de estos dramáticos acontecimientos.
El libreto, que se basa en un libro homónimo escrito a raíz de la tragedia, esta inteligentemente decantado en clave dramatúrgica por Vincenzo De Vivo: es una especie de vía crucis en catorce estaciones. Un zoom dentro el drama. Un camino de acercamiento físico (el viaje en coche), psicológico-emocional (la progresiva toma de conciencia de la peor perspectiva posible de los efectos del terremoto), la desesperación apremiante de los pasos entre los escombros (casi se puede oír el macabro crujir de las suelas sobre los cascotes), hasta el grito de desesperación que para un italiano sólo puede ser “¡mamma!”. El camino de la tragedia termina aquí, en la oscuridad. Es el abismo de la muerte. Fuerte e intensa, la partitura refleja las ráfagas de sensaciones que invadieron al autor aquella noche maldita, zarandeándolo con fuerza telúrica como una rama en la tormenta.
La voz de Greg, el narrador, proporciona el contexto y marca el ritmo de los acontecimientos. Los cuatro integrantes del coro se alternan como solistas y contribuyen al patetismo que la escritura musical subraya en un crescendo hasta el grito postrero. La interpretación del Bruno Maderna Ensemble, dirigido con aséptico aplomo por Gabriele Bonolis, es seca, sin barnices, quirúrgica como la disección del dolor, mientras la línea vocal cabalga sobre esas olas de incertidumbre, de miedo a la verdad. Los dos componentes de la obra se superponen, se entrelazan a lo largo de la interpretación, llevando al oyente de la mano y conduciéndolo de puntillas hasta el clímax final.
Un vídeo proyectado en la pantalla del fondo del escenario complementa a la orquesta. Son puntos blancos como la nieve que golpean todo y a todos en un efecto óptico. Es una metáfora de las piedras caídas en los derrumbes, como si de una devastadora lluvia de meteoritos se tratara, pero también lo es la pulverización de los sentimientos, la pulverización del dolor que lo cubre todo en un sudario de memoria.
Franco Soda