Primephonic, reinventando la clásica en la era del acceso

En 2006 comenzó a hablarse de “música líquida” en la prensa italiana. Primero leímos el término en Audio Review y, en mayo de 2007, en la portada de la revista Suono con el siguiente subtítulo: “Del soporte físico al download”. Ahora ya sabíamos cómo llamar al creciente flujo de ficheros musicales por Internet. Con el tiempo, esos comentarios y artículos cristalizaron en una monografía. Y los periodistas tecnológicos Gianluigi Bonanomi y Renzo Zonin publicaron, en 2014, Musica liquida. Spotify, Deezer e la canzone nell’era dello streaming. Para entonces, estaba claro el vínculo del término “música líquida” con la modernidad tardía (o líquida) del sociólogo Zygmunt Bauman. Una exitosa teoría apuntalada con un rosario de conceptos (sociedad líquida, amor líquido, vida líquida, etc.) para explicar la realidad contemporánea, donde los referentes sólidos de nuestros antepasados se han ido diluyendo. En música, el paralelismo resultaba evidente. A la revolución digital, con el CD como principal y sólido soporte sonoro, le había seguido el abismo líquido de Internet. Pero el soporte se ha vuelto irrelevante y la importancia se centra en el contenido. Si antes comprábamos discos compactos, ahora es más habitual descargarlos y escucharlos con nuestro ordenador, tableta o teléfono móvil. Se impone la comodidad y la inmediatez, pero también el acceso a una fonoteca prácticamente infinita.
Y “acceso” es ahora la palabra fundamental. En 2000, el economista norteamericano Jeremy Rifkin publicó un ensayo visionario titulado La era del acceso. La revolución de la nueva economía (Paidós). Internet estaba transformando la propiedad en acceso, en un mundo donde los propietarios alquilaban sus contenidos a cambio de una tarifa mensual o anual. Y donde proveedores y usuarios habían sustituido a los tradicionales vendedores y compradores. Rifkin llamó la atención sobre Napster como catalizador de ese cambio. Una red de descargas ilegales que, desde 1999, permitía intercambiar ficheros musicales a millones de personas de forma gratuita, y que reveló un nuevo modelo de negocio. Su transformación legal abrió el camino a las tiendas de descargas, como iTunes en 2003, y después a los canales de streaming, como Spotify en 2007. Y no deberíamos olvidar el profético sello Naxos, que comenzó su inmersión en Internet a finales de los noventa e inauguró, en 2003, su propia biblioteca musical especializada, llamada Naxos Music Library. Había llegado el futuro.
Pero no para la clásica. Ni el bazar generalista de Spotify ni la biblioteca poco glamurosa de Naxos fueron capaces de satisfacer al amante de la música barroca, el Lied o la ópera. No era fácil localizar un disco en el interfaz de Spotify, pues sus metadatos respondían a las necesidades de la música popular, con campos limitados al artista, el nombre del álbum y el título de la canción. Y su máxima calidad no superaba un MP3 codificado a 320kbps, un nivel de compresión muy inferior al CD o a formatos PCM de mayor calidad como un archivo FLAC a 24bits. Y el segundo tampoco conquistó el mercado por su elevado precio, similar calidad sonora y un enfoque netamente académico, algo apuntalado con la reciente inauguración de Naxos Musicology International, su propio portal especializado. Faltaba una propuesta intermedia. Una opción atractiva para cualquier usuario de música clásica, desde el crítico interesado en conocer las novedades de un artista, al aficionado que quiere saber por dónde empezar, pasando por el melómano curioso que busca sus grabaciones favoritas. Con potentes motores de búsqueda, que incluyesen los metadatos necesarios en la clásica: compositor, obra, número de catálogo, movimiento e intérpretes. Pero también con una amplia oferta de contenidos y propuestas adicionales, aparte de los fundaméntales libretos en PDF, como entrevistas o registros exclusivos. Incluso con las consabidas playlistsconvertidas en verdaderos itinerarios de escucha para todos los públicos. Y donde la calidad de sonido se adapte a las necesidades de cada uno, en función de su capacidad de conexión y equipamiento de sonido. Todo eso se encuentra hoy, en mayor o menor medida, en varias plataformas especializadas de clásica, como Qobuz o Idagio, pero personalmente me inclino por Primephonic.
Primephonic se define hoy como una empresa emergente holandesa-estadounidense que pretende desarrollar el mejor servicio de streaming adaptado a la música clásica. Pero nació, en 2014, como una tienda de descargas. Recuerdo perfectamente el primer disco que compré en su página web, en julio de 2015: la Primera sinfonía y el Poema del éxtasis, de Scriabin, con la Russian National Orchestra bajo la dirección de Mikhail Pletnev del sello Pentatone. Y no lo adquirí ni en MP3 ni tampoco en FLAC de 24 bits, sino en DSD (Direct Stream Data) que inicialmente ofrecía un muestreo 64 veces superior al CD. De hecho, ya en sus inicios, Primephonic atrajo a los audiófilos por su interés en la máxima calidad sonora. Pero también por sus contenidos adicionales. En 2015 lanzaron una revista en inglés para darse a conocer. Y más allá de eslóganes vistosos como “We give a flac about classical music” o “A store and more”, aportaban atractivos contenidos acerca de la evolución del sonido grabado, consideraciones sobre alta fidelidad, reportajes sobre las salas de concierto de una ciudad junto a recomendaciones discográficas. Recuerdo, especialmente, un sencillo artículo de Erdo Groot, ingeniero de sonido de Polyhymnia International, acerca de cómo había grabado el referido disco Scriabin de Pletnev en Pentatone. Y fue, sin duda, esa explicación lo que me invitó a adquirirlo en Primephonic con la máxima calidad posible.
La revista continuó con una periodicidad anual, pero también con una cerrada defensa del streaming. No sólo se anunció, en el número de 2016, la apertura de su nueva plataforma de escucha por Internet, que se hizo efectiva a pequeña escala al año siguiente y en calidad CD, sino que aportó interesantes reflexiones, en el número de 2017, acerca de la experiencia. Por ejemplo, Pete Downton, director administrativo de 7digital, confeccionó un relato, preciso y atractivo, acerca de cómo habíamos llegado hasta aquí, titulado “The chronicles of streaming”. Pero, aparte de la revista, Primephonic aportaba ya entonces muchos más contenidos adicionales en su página web. Siempre vinculados con selecciones bien informadas de las grabaciones que vendían, como las entrevistas exclusivas con artistas, que llamaban “Primephonic Highlights”, y artículos atractivos relacionados con el repertorio y el mundo de la fonografía, que denominaban “Primephonic Insights”. Y, personalmente, siempre me atrajeron sus tests comparativos entre formatos de audio, entre el WAV a 16bit, el FLAC a 24bit y el DSD.
Primephonic pasó, en adelante, de tienda de descargas clásicas de alta definición a convertirse en una excelente plataforma de streaming. Pusieron en marcha su entorno de transmisión, primero, en Estados Unidos, Reino Unido y Países Bajos, en agosto de 2018. Y, hace tan sólo un año, ampliaron su ámbito a 154 países, entre ellos España. En su página web podemos leer, en español, un relato acerca de la historia de la compañía y también sobre sus valores. Tienen como punto de partida dar respuesta, desde la música clásica, al desafío que supone la revolución digital. A eso que hemos llamado más arriba la música líquida en la era del acceso. A nivel técnico han simplificado mucho su discurso de años anteriores. No sólo han desarrollado una app atractiva para los dispositivos móviles con sistema iOS y Android, sino también un reproductor web que funciona francamente bien en cualquier sistema operativo gracias a la tecnología OraStream y su sistema de bitrate o flujo de datos adaptativo. Disponen de dos modalidades de suscripción, una llamada Premium, que ofrece una calidad MP3 codificado a 320kbps, por 9,99 euros al mes o 99,99 euros al año, y otra mucho más interesante, llamada Platino, que ofrece audio sin pérdida hasta calidad FLAC a 24bit, por 14,99 al mes o 149,99 al año. No obstante, te permiten probar gratuitamente cada suscripción sin compromiso por espacio de 14 días.
El interfaz de búsqueda es sencillo y está ordenado por compositores, directores, orquestas, solistas y épocas. Permite también la búsqueda de todas las grabaciones disponibles de una composición concreta. Y dispone de una atractiva opción de radio con un algoritmo que confecciona emisoras de audición aleatoria por periodo histórico, género musical y ambiente. Pero lo que marca la diferencia en Primephonic es su amplio muestrario de playlistconfeccionadas por un equipo especializado. Guy Jones, el jefe de edición de Primephonic, es un productor digital que creó, entre 2012 y 2013, las exitosas app The Orchestra y Beethoven’s 9th Symphony en Apple iOS, y que también trabajó como coordinador de proyectos digitales de la London Symphony Orchestra. Actualmente elabora listas de reproducción a todos los niveles en la plataforma. Las hay esenciales por compositor, pero también centradas en sorpresas musicales que ofrecen nuevos itinerarios de escucha, como una playlist dedicada a obras de Mozart en modo menor y otra al cariz más ligero de Wagner, e incluso otras más centradas en obras infrecuentes de los principales compositores. Como oyente de clásica, no suelo escuchar música a través de una playlist, pero reconozco haber disfrutado con alguna de las aquí ofrecidas y, especialmente, al tratar de comprender su engranaje. ¿Por qué colocar estas obras y en este orden? En realidad, creo que ayudan a descubrir discos, intérpretes, compositores y composiciones que uno desconoce. Pero también revelan nexos entre obras muy diferentes, como sucede aquí en las listas temáticas.
Jones también está implicado en la producción de un podcast llamado “Encuentros clásicos” que funciona casi como un curso de historia de la música con su propia playlist. Se centra en famosos encuentros entre compositores por épocas: el viaje de Bach a Lübeck para conocer a Buxtehude, en 1705, como forma de retratar el Barroco, o el primer encuentro entre Haydn y Beethoven, en Bonn, a finales de 1790, como reflejo de Clasicismo, etc. Pero Jones también produce otros podcast para Primephonic más vinculados con la actualidad. Me refiero a la serie titulada Behind the Scenes que le sirve para presentar a un intérprete o compositor del momento, caso de Daniil Trifonov o de Eric Whitacre, por medio de una entrevista y una playlist. O incluso a la serie Album Commentaries donde entrevista a un intérprete acerca de su último disco, y sus explicaciones se insertan dentro de una escucha completa de la grabación, lo que ofrece un complemento francamente interesante para su audición. Lo pueden comprobar, por ejemplo, en el caso del pianista británico Paul Lewis y su excelente CD de bagatelas de Beethoven que acaba de publicar en Harmonia Mundi.
Pero en Primephonic los artistas no son únicamente entrevistados, sino que también participan confeccionando playlist. Se trata de selecciones de su amplia discografía, como ha hecho el director Michael Tilson Thomas con una lista dedicada a compositores norteamericanos, o bien muestra sus grabaciones favoritas, en el caso de su colega Donald Runnicles. También hay listas mixtas, como la de nuestro Pablo Heras-Casado, donde retrata su visión de la historia de la música de Machaut a Boulez con grabaciones propias y ajenas. No faltan otras secciones con recomendaciones diarias, que llaman la atención hacia discos poco conocidos pero interesantes, o también una sección llamada “Iconic Albums” que recoge una selección de discos considerados fundamentales en toda guía discográfica, pasados y presentes, como Iberia de Albéniz, por Alicia de Larrocha (Decca), Tosca de Puccini, por Maria Callas y Victor de Sabata (Warner Classics) o Adam’s Lament de Arvo Pärt (ECM). Y tampoco se olvidan de los amantes de los discos raros, con una sección titulada “Daily Rarities”, que en estos últimos días te animaba a descubrir la música coral de Imogen Holst, la música pianística de Joseph Phibbs y Dobrinka Tabakova, junto a la sonatas para violonchelo y piano de Ferdinand Ries.
Y el catálogo de Primephonic no cesa de crecer, semana tras semana, con más añadidos y nuevos lanzamientos. Con respecto a lo último, cada viernes pueden comprobarse las novedades en el apartado de New Releases. Pero también se aporta una selección de las ocho o nueve más interesantes que destaca semanalmente Maryna Boiko, otra de las habituales editoras de listas en la plataforma. Una compositora y pianista ucraniana que se ha especializado en edición creativa de contenidos musicales y que ahora también realiza una atractiva selección de lo más relevante entre los mejores discos del mes en una playlist llamada Top New Tracks. De hecho, el equipo de Primephonic, que lo forman 40 especialistas en música y tecnología de una veintena de nacionalidades en sus oficinas de Nueva York y Ámsterdam, mantiene una atractiva actividad complementaria en diferentes blogs en inglés titulados We are Classical donde se combinan historias personales, entrevistas exclusivas, reflexiones de historia de la música e interpretación musical, aspectos técnicos, etc.
Para terminar, mantuve una conversación informal por Meet con Margarita Castañeda, responsable de relaciones artísticas y social media de Primephonic. Una soprano colombiana, formada en la Universidad de Música y Artes Escénicas de Viena, y con una incipiente carrera como cantante de ópera. Pero que, tras su maternidad, ha preferido una vida menos viajera en una ciudad como Ámsterdam. Habla con pasión de su trabajo y de los perfiles internacionales y especializados que hay tras Primephonic, formada mayoritariamente por músicos y musicólogos. E incluso de los retos que tienen por delante. “Queremos salvar a la clásica en la era digital reinventando su experiencia”, sostiene. Para ello, pretenden subirla a la ola beneficiosa que los servicios de streaming están teniendo en el sector musical. De hecho, se prevé que el streaming aportará, en 2030, el 70% de los ingresos musicales, por encima de las descargas, la radio o las ventas de discos compactos. “Y lo queremos hacer tanto por los artistas como por los oyentes”, continúa.
Habla, a continuación, del modelo de pago justo que plantea Primephonic. “Queremos pagar a los artistas clásicos de forma justa para estimular su libertad creativa”, asegura. Se refiere a que los principales servicios de streaming, como Spotify y Apple Music, pagan a los artistas en función de la cantidad de veces en que se transmiten sus canciones. Un modelo pensado para la música popular. “Como sabes, en nuestro catálogo hay obras que duran tres minutos y otras más de sesenta, pero todas obtendrían un mismo pago por su transmisión. Por esa razón, hemos implementado el pago por segundo transmitido. De esa forma, todos los propietarios obtienen una mayor proporción de las regalías”, añade. Continúa hablando de los continuos incrementos del catálogo: “Hemos añadido los contenidos de muchos sellos pequeños y no creo que Primephonic tenga, ahora mismo, menos contenido clásico que Spotify”, opina. También de su intención de mejorar la experiencia del usuario: “Hemos estado trabajando mucho en el algoritmo de nuestra radio y esperamos lanzar ahora una aplicación para los sistemas operativos de ordenadores Mac y PC”. E incluso del interés que muestran los artistas por el medio: “Para confeccionar una playlist algún intérprete nos remite a sus agentes, pero la mayoría invierten mucho tiempo y se toman muy en serio la selección musical que nos envían”.
Todo esto refleja un futuro, que es ya presente para el disco clásico. La ansiada visita semanal a tu tienda favorita, para ver las ofertas y las novedades en discos compactos, se ha vuelto líquida y virtual. Y ya no tenemos que pasar por caja, pues pagamos por el acceso, es decir, por una barra libre prácticamente inabarcable de grabaciones. Ahora es quizá más necesario que nunca ordenar, documentar e informar bien del contenido, pero también presentarlo de una forma interesante y atractiva. Y reinventar nuestra experiencia, con la ayuda de plataformas como Primephonic.
Pablo L. Rodríguez