POTSDAM / Ninfas con aspiradoras
Potsdam. Neues Palais Sanssouci. 14-VI.2022. G. Scarlatti: I portentosi effetti della Madre Natura. Rupert Charlesworth, Filippo Mineccia, Benedetta Mazzucato, Maria Ladurner, Niccolò Porcedda, João Fernandes. Ensemble 1700. Directora musical: Dorothee Oberlinger. Director de escena: Emmanuel Mouret.
Islas ha sido el título genérico de la edición de este año del Festival Sanssouci, cuya programación ha estado repleta de exhumaciones y descubrimientos. Las islas son lugares de añoranza, de recuerdo, de refugio y de esperanza. Así pudimos conocer a Giuseppe Scarlatti, presumiblemente sobrino de los mucho más famosos Alessandro y Domenico. I portentosi effetti della Madre Natura, dramma giocoso per musica estrenado en Venecia en 1752, constituye una auténtica rareza. Se sabe que en años posteriores se representó en la Orangerie del Palacio de Charlottenburg (1764) y posteriormente en el Neues Palais (1768), para luego caer en el olvido. El libreto es nada menos que de Carlo Goldoni y sus escenas, repletas de situaciones cómicas, remiten a la célebre Commedia dell’arte.
La figura central es Celidoro, que consigue salir durante una tormenta de su encierro en la isla de Mallorca. De pronto experimenta la libertad y conoce el mundo de los hombres, y en especial el fascinante mundo de las mujeres. Quiere poseerlas a todas de inmediato, pero primero tiene que aprender que antes que nada hay que tomar decisiones al respecto. De modo que canta un terceto con sus dos amantes, Cetronella y Ruspolina, que habla de la moderación en el amor. El tenor Rupert Charlesworth otorgó al papel una viril cualidad baritonal, impresionando en su primera aria (Donna, vi lascio) con poderosas notas agudas. Supo además transmitir de forma vívida su zozobra ante las dos féminas, despertando la simpatía del respetable por la forma en que quería dar a cada una de ellas un trozo de su corazón.
Las dos damas, como todos los personajes de esta producción del cineasta francés Emmanuel Mouret, trabajan en una oficina de los años 70 del pasado siglo, con su atrezo correspondiente. De modo que nada de idilios entre pastores arcádicos como en Goldoni, donde se canta a los rebaños que pastan en los prados, sino un deprimente decorado carente de cualquier encanto bucólico, de galanterías o de gracia rococó. Cetronella (la contralto Benedetta Mazzucato, de voz rotunda y redonda) como limpiadora con una gran aspiradora, y Ruspolina (la soprano Maria Ladurner, de hermoso timbre) con uniforme como conserje compiten por el amor de Celidoro, que aún no sabe que es un rey, quien finalmente acaba eligiendo esposa a la limpiadora. Todos ellos se unen en el tempestuoso coro final O gran Madre, un himno a la madre naturaleza.
Por supuesto, también hay un villano en la obra: se trata de Ruggiero, quien en su día mandó encarcelar a su rival Celidoro, pero al final es liberado por este junto con su esposa Lisaura, e incluso recibe la costa este de la isla de Mallorca. El renombrado contratenor Filippo Mineccia comenzó algo contenido en su arrebatadora y lujuriosa primera aria, pero mejoró mucho en la segunda parte hasta brillar en páginas como Sarai felice, con una furibunda sección central, y especialmente en su última aria, la vertiginosa Ti chiedo la morte. En el papel de Lisaura pudimos disfrutar de una grande en estos repertorios, la soprano italiana Roberta Mameli, cuya voz ha crecido en volumen sin perder nada de su flexibilidad y virtuosismo. Los staccati de sus arias estuvieron delicadamente escanciados y brillaron milagrosamente. Completaban el reparto, que no ofreció ningún punto débil, los bajos Niccolò Porcedda como Poponcino y João Fernandes como el padre Calimone.
Una vez más, hay que agradecer a la directora del festival, Dorothee Oberlinger, el descubrimiento de una obra musicalmente fascinante. Al frente de su Ensemble 1700, la flautista alemana supo extraer de forma cautivadora el encanto y el espíritu, pero también los efectos dramáticos de la música, comenzando por la animada obertura, para continuar con algunos números deliciosamente orquestados (a menudo con pandereta y castañuelas) para extenderse a algunas arias da capo cargadas de afecto y muy exigentes desde el punto de vista vocal. La interpolación de fragmentos puramente instrumentales, así como los numerosos pasajes en los que se lucen los metales y la percusión, aportaron color y variedad al espectáculo. El público agradeció con prolongados aplausos esta isla de felicidad musical.
Bernd Hoppe
(Foto: Stefan Gloede – Musikfestspielen Potsdam Sanssouci)