PONTEVEDRA / Demostración de personalidad del Quartet Gerhard

Pontevedra. Teatro Principal. 16-I-2023. Quartet Gerhard. Obras de Debussy y Shostakovich.
Tras su rotundo éxito de crítica y público en la pasada edición del Festival RESIS, cita en la que nos regalaron toda una lección de técnica y musicalidad, bordando partituras de Robert Gerhard, Matthias Pintscher y Alban Berg, volvía el Quartet Gerhard a Galicia, de la mano de la Sociedad Filarmónica de Pontevedra, para ofrecernos una propuesta completamente distinta de la escuchada el pasado mes de abril en A Coruña, por medio de dos cuartetos fuertemente contrastantes entre sí que nos condujeron a una de las composiciones que abrió las puertas musicales del siglo XX, así como a la pervivencia en dicha centuria de la arquitectura canónica heredada del clasicismo, mostrando que no siempre lo más reciente, en términos cronológicos, es lo más moderno, en cuestiones de estilo.
En su aproximación a ambas partituras, el Quartet Gerhard ha exhibido una personalidad propia que le confiere un perfil poco frecuente a sus lecturas, que en absoluto son asimilables a una línea monolítica de interpretación (o, al menos, a las que solemos conocer a través de la fonografía). De este modo, en el Cuarteto de cuerda en Sol menor op. 10 (1893) de Claude Debussy han destacado el carácter episódico de cada movimiento, con un trazo que recuerda a las pinceladas en el Impresionismo, enfatizando el cuerpo y la individualización de cada línea. Ello no quita que el Gerhard sea un cuarteto que respira de forma unitaria, ofreciendo un sonido muy consolidado y compacto, aunque con roles bien diferenciados dentro de su plantilla, como en Pontevedra pudimos escuchar.
Así, Judit Bardolet, en el segundo violín, y Miquel Jordà, en la viola, han empastado tanto la arquitectura como el sonido del Gerhard, sin salirse de ese espíritu cohesionador, en el que han mostrado una seriedad y un diálogo ejemplares con los restantes miembros del cuarteto catalán, dejando a Lluís Castán, primer violín, y a Jesús Miralles, violonchelo, un papel más protagónico y creativo; especialmente, en el caso de un Lluís Castán de digitación virtuosística y amplio gesto, tanto en el ataque como a la hora de lanzar su brazo al finalizarlo. Las mayores libertades que Castán se toma al perfilar cada contorno melódico y las inflexiones armónicas del Quatuor de Debussy no se desligan, en todo caso, de un fraseo compartido, como tampoco las rotundas dinámicas de un Jesús Miralles muy firme en el violonchelo, marcando las alturas sobre el diapasón con tal poderío, que por momentos casi parecía un paralelo ejercicio de tapping (algo que se reforzaría, aún más, en el cuarteto de Shostakovich). Todo ello, como fácilmente se deduce, con una gran energía rítmica, conducida a crear esas atmósferas, entre lo direccional y lo suspendido, que Debussy nos ofrece en su Op. 10.
Tras un primer movimiento más contenido, brilló especialmente el Quartet Gerhard en el segundo, fieles a su indicación de vivacidad, así como jugando a espejear los motivos en pizzicati entre las cuatro cuerdas de forma primorosa, con sutiles variaciones de timbre y color: perfecto ejemplo del buen entendimiento y de la complicidad de estos jóvenes músicos. Tras un ejercicio de modernidad y dinamismo como el que el Gerhard nos ofreció en el “Assez vif”, el tercer movimiento fue de una belleza cautivadora, contemplativo y melancólico, pero nunca pesado, con una línea cantabile muy elegante en las respectivas entradas, cuestión que igualmente propicia el sonido de sus instrumentos, que rehúye una brillantez desmedida, apostando por un tono que le confiere una agradecida modernidad a estas páginas, cierta veladura y un misterio muy propio del fin de siècle, de esa melodía tímbrico-cromática que han marcado con tan buen criterio los miembros del Gerhard, de forma crepuscular en este “Andantino, doucement expressif”, conducido a una conclusión evanescente: pura aura cromática.
Terminó esta lectura con un cuarto movimiento muy bien contrastado en tempi, de nuevo incisivo rítmicamente, apurando el carácter cíclico de este opus 10, por lo que la lógica estructural de la partitura, en su conjunto, se refuerza con esa construcción de ambientes tan diversos que el Gerhard ha dibujado en Pontevedra: desde lo febril a lo contemplativo, finalizando su Debussy con energía en ese último pasaje polirrítmico cuya rúbrica ha lanzado con poderío Lluís Castán, unificando a sus compañeros en una versión tan notable como calurosamente aplaudida.
Tras un breve descanso, en la segunda parte del concierto el Quartet Gerhard compartió con el público gallego una nueva entrega de la integral de los cuartetos de cuerda de Dmitri Shostakovich en la que están embarcados desde el año 2021. Dentro de dicho ciclo, el Cuarteto de cuerda nº 5 en Si bemol mayor op. 92 (1952) no es, ni mucho menos, el más interpretado en España, por lo que la ocasión nos ha servido no sólo para disfrutarlo en vivo, sino para repasar y repensar antes del concierto las fuentes discográficas más reputadas en esta partitura, como las de los cuartetos Borodin (Melodiya/Chandos, 1967 & Melodiya/EMI, 1983) y Fitzwilliam (Decca, 1976).
La versión del Quartet Gerhard escuchada en Pontevedra no resultó tan agresiva y convulsa como las anteriores (firmadas por sendos conjuntos que trabajaron con el propio Shostakovich este Quinto cuarteto), desmarcándose de una lectura en clave más política, para reforzar los lazos de esta página con Haydn y Beethoven, enfatizando los aspectos estructurales del cuarteto, así como su lirismo, que han cantado a gusto con sus arcos, aunque sin eludir una pátina sombría y crepuscular, cierto pesimismo que se corresponde con el momento histórico del propio Shostakovich, tras la nueva denuncia por formalismo del año 1948 y los sucesivos esperpentos de conferencias-denuncia en las que fue forzado a participar por el régimen soviético.
De este modo, si tuviese que referenciar la lectura del Quartet Gerhard a alguna de las últimas grabaciones de esta partitura, quizás me referiría a la del Artemis Quartet (Erato, 2018), igualmente enfocada con la distancia de un clásico, haciendo, como el cuarteto catalán, más veladas las claves políticas y personales encriptadas en esta página, ya desde el motivo inicial que, dentro de sus cinco notas, incluye y codifica la firma de Shostakovich en la notación germánica DSCH: criptograma que el compositor petersburgués desarrollaría en la posguerra hasta su afirmación triunfante en la Sinfonía nº 10 (1953), compuesta un año más tarde, tras la muerte de Stalin; de ahí, las mayores libertades de tal sinfonía, en términos de resolución de los conflictos internos de dichos motivos personales asociados a alturas cifradas.
El Cuarteto de cuerda nº 5 no resulta, aún, tan explícito, lo que conduce a cierto ‘desquiciamiento’ y ‘neurosis musical’ que ha enfatizado con sabiduría el Quartet Gerhard, diría que por encima de su carácter más reivindicativo. Es por ello por lo que su versión no resulta tan furiosa y frontal como las que ponen el énfasis en lo político, humanizando los músicos catalanes una página en la que destacan sus dudas y cambios de ánimo, lo que dota a su lectura de perfiles armónicamente fluctuantes. Ello no quiere decir, en todo caso, que en diversos pasajes no hayan acerado su interpretación, llegando a encender, incluso, el rostro de un músico habitualmente tan sobrio y contenido como Miquel Jordà: soberbio, en los importantísimos compases en los que la viola lidera al cuarteto, reforzando desde su tesitura los momentos de pátina más obscura y existencialista.
De hecho, es a esa suerte de aceptación nostálgica hacia donde el Gerhard ha llevado su lectura, con un gran protagonismo del violonchelo de Jesús Miralles en esa búsqueda final de un estado de serenidad en el que reverberan los dos movimientos previos: coda de ambiente antitético con respecto a la antes citada Décima sinfonía; y es que, en 1952, el tirano georgiano aún imponía a Shostakovich ese velo de libertad encarcelada y tenso silencio, tan bien comprendido por el Quartet Gerhard, al que han ido abismando su interpretación pontevedresa, dejándonos con muchas ganas de conocerles futuras lecturas de su integral shostakoviana.
Desde ese silencio poblado por ecos y fantasmas de un lirismo amordazado, el Gerhard emergió en un encore que unió, sin interrupción, la música de Michael Praetorius, en un hermoso arreglo para cuarteto del coral Es ist ein Ros entsprungen (1609), con la de Thomas Adès, compositor británico del que escuchamos la sexta parte, O Albion, del ciclo para cuarteto de cuerda Arcadiana op. 12 (1994), un cadencioso ejercicio de belleza contenida, serena y nostálgica, que exige un sedoso legato y una afinación primorosa para que O Albion suene como lo ha hecho en los arcos del conjunto catalán, con tal limpidez y evocadora intemporalidad. De este modo, han vuelto a demostrar los músicos del Quartet Gerhard su gran dominio de estéticas tan heterogéneas de la contemporaneidad como las de George Crumb, György Kurtág, Matthias Pintscher o el propio Thomas Adès: repertorio en el que están llamados a ocupar un puesto destacado en el mapa del cuarteto actual en España.
Paco Yáñez
(Foto: Sociedad Filarmónica de Pontevedra)
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