Píos deseos para empezar la legislatura
Nos permitirán nuestros lectores titular este primer editorial de 2024 parafraseando lo que Jaime Gil de Biedma hizo con uno de sus poemas mejores. Incluido lo piadoso, pues no se trata de sacar los pies del tiesto sino de ser lo más realistas posible frente a un año que se presenta difícil. Un año que empezamos con nuevo ministro de Cultura, esta vez el diplomático en excedencia Ernest Urtasun [en la foto, a la izquierda], que ha nombrado secretario de Estado a Jordi Martí [en la foto, a la derecha], con amplia experiencia en la gestión municipal. Según señalaba la nota de prensa emitida por Moncloa con ocasión de su toma de posesión, las primeras declaraciones del nuevo ministro han hecho alusión a la concepción de la cultura como derecho: “son hoy los derechos culturales, la propia concepción de la cultura como derecho los que están marcando el diseño y la realidad de las políticas culturales en Europa y en el mundo. Derechos culturales que vamos a defender en su ejercicio y por los que vamos a velar, sin tregua, de la mano de la ciudadanía”. Urtasun se ha comprometido a seguir “cuidando, estimulando y protegiendo las condiciones laborales que garantizan la creación artística, tal como se ha hecho, desde el Gobierno de coalición, impulsando el desarrollo legal del Estatuto del Artista”. El ministro ha expresado que “si queremos unas industrias culturales potentes, avanzadas y capaces de proyectar a nuestro país en el mundo hay que proteger a quienes hacen posible, día a día, la cultura y todas sus realizaciones”.
Nada nuevo, pues, con relación a lo que cualquier ministro de Cultura todavía no consciente de la escasa importancia real de su ministerio se propone nada más llegar a él. Le ha faltado únicamente, lo que dice mucho en su favor, pues demuestra conocer quién manda en determinadas cosas, hacer referencia a esa Nueva Ley de Mecenazgo que se espera como un santo advenimiento pero también con cada vez mayor escepticismo. Sus últimos antecesores no han sido capaces de doblegar la resistencia del ministerio de Hacienda mientras pasaban por el suyo sabedores de que se trataba de un premio de consolación o sin salir de la perplejidad ante su nueva e inesperada tarea.
Sería bueno que en algún momento Urtasun se refiriera a sus ideas en materia de música, profundizando un poco en esa referencia que hacía a las industrias culturales “potentes, avanzadas y capaces”, pero pensando también en que esa salida al exterior debe partir siempre de un buen músculo interno. “Sabemos que allí donde hay desigualdad social existe también una profunda fractura en el acceso a bienes, saberes, recursos y prácticas culturales. La educación, dentro y fuera de la escuela, sigue siendo fundamental”, dijo también el nuevo ministro en la ocasión citada. Y dio en el clavo, porque a la hora de pensar en qué hacer desde las administraciones públicas con la música, la primera idea debe partir siempre de la educación.
No suelen ir los políticos a los conciertos —el recordado Jerónimo Saavedra fue una maravillosa excepción— y por eso a veces tienen una idea equivocada de la música que llamamos clásica, de sus mecanismos y sus recursos, de su importancia formativa, de su potencial liberador. Para muchos de ellos conciertos son los del WiZink Center no los del Auditorio Nacional, por más que el glamur del Teatro Real les atraiga tan poderosamente como para acabar creyendo que esa es la media o, peor, que la música clásica es elitista, ese álibi de la ignorancia patria en el asunto.
En materia de música casi bastaría con que, para empezar, el nuevo ministro se propusiera sólo un par de cosas: procurar que no le mareen desde los márgenes —recordemos el poco pulcro asunto de la titularidad de la ONE a la marcha de Afkham, que reaparecerá cualquier día— y sacar adelante el necesario nuevo estatuto del INAEM que lo equipare de una vez por todas a la Biblioteca Nacional de España, el Museo del Prado o el citado Teatro Real, y agilice su funcionamiento mientras se demuestra que, en efecto, el mundo no se iba a parar por cambiar un estado de cosas tan obsoleto como oxidado. Si consigue, en materia de lo que afecta a la llamada música clásica, sólo esas dos cosas será recordado siempre, continúe su carrera luego en una envidiable embajada o se dedique a escribir sus memorias.
Feliz año nuevo a todos nuestros lectores, colaboradores, proveedores y anunciantes.
[Imagen superior: Ernest Urtasum (ministro de Cultura)
y Jordi Martí (secretario de Estado de Cultura)]