PERALADA / Yuja Wang en estado puro cierra la 38ª edición del festival
Peralada. Iglesia del Carmen. 11-VIII-2024. Yuja Wang, piano. Obras de Debussy, Chopin, Ravel, Scriabin, Blumenfeld, Sancan
La pianista Yuja Wang puso el broche de oro a la 38ª edición del Festival de Peralada con un intenso recital dedicado a composiciones de Debussy y Chopin, acompañadas por páginas de Ravel, Scriabin, Blumenfeld y Pierre Sancan. Diversas obras interpretadas fuera de programa rubricaron una actuación que suponía el debut de la pianista china en el certamen ampurdanés.
Yuja Wang diseñó un programa de máxima exigencia técnica y de un alto voltaje a nivel expresivo. Con el aforo completo desde semanas atrás, la Iglesia del Carmen acogió a una Wang que, tras un rápido saludo, se sumergió de lleno en los Juegos de agua de Ravel; su pianismo ahondó en el ondulante ostinato inicial, trasfondo para los sugestivos acordes de novena con los cuales recreó una mágica atmósfera etérea que no abandonó a lo largo de su interpretación.
Desde el inicio surgió el pianismo de Wang en estado puro: articulación impecable, dominio absoluto de la paleta de sonoridades -admirable su precisión en el uso del pedal para evitar los excesos de resonancias- y una técnica fundamentada en la perfecta posición corporal. Su modélico control del trabajo muscular del hombro y del brazo, y la utilización del peso del cuerpo para realizar el empuje en los ataques de los acordes proporcionaron además una gama de sonoridades inagotables.
El moderato inicial de la Fantasía en si menor de Scriabin, con sus quintillos de octavas, introdujo un juego de arpegios en los que Wang se movió con una seguridad absoluta. La profusión de colores de Scriabin dieron paso a cinco Preludios de Debussy. Wang, que siempre ha sabido recrear la atmósfera mágica de Debussy, configuró con las séptimas paralelas de Le vent dans la plaine un cuadro musical misterioso y sugestivo, impregnó de una inocencia pastoril el preludio Bruyères, y nos sedujo con la poética de Baudelaire, fuente de inspiración de Les sons et les perfums…, en una lectura voluptuosa y de un inagotable contraste de color. Wang tocó poderosamente Ce qu’a vule vent d’ouest, evocando la magnitud apasionada de la fuerza oceánica. El virtuosismo se apoderó de una descriptiva versión de Feux d’artifice, rúbrica para un Debussy apasionado, colorista e impecable en lo que concierne a la resolución de sus complejidades técnicas.
Wang intercaló entre las obras del compositor francés el Estudio para la mano izquierda de Blumenfeld -quien tuvo entre sus alumnos a Horowitz y Maria Yudina- para continuar con la impetuosa Toccata del compositor francés Pierre Sancan.
El recital programado, que tocó sin solución de continuidad, culminó con las Baladas primera y cuarta de Chopin. Wang lleva a Chopin al extremo en cuanto a elección de sonoridad y tempi. Desbordante la velocidad inferida en el Presto con fuoco y las escalas que culminan la primera Balada, pero nunca se embriaga de un efectismo que rompa la narrativa planteada desde el inicio. Sus impolutos pianissimi deslumbraron por la exquisitez de su lirismo, y el apasionamiento que encumbró el final de la cuarta Balada puso al descubierto a la Wang más visceral.
Bravos y más bravos que culminaron con una batería de bises. El Danzón núm. 2 de Márquez (en arreglo de Gómez-Tagler), una luminosa versión de La Campanella de Liszt, una trascripción del Allegro molto del Cuarteto núm. 8 de Shostakovich, una explosiva versión de las Variaciones sobre Carmen de Horowitz, el Nocturno núm. 8 de Chopin, el minimalista Estudio núm. 6 de Philip Glass, la delicadeza de la Melodía del Orfeo ed Euridice de Gluck adaptada por Giovanni Sgambati y la Tocata de Prokofiev llevada a un tempo y precisión rítmica extremas como punto y final a un recital colosal.
Wang sigue cosechando triunfos y tras próximos recitales, afrontará un mes de septiembre dedicado a una extensa gira con la London Symphony dirigida por Pappano, en el que integrará obras para piano y orquesta de Chopin, Rachmaninov, Stravinski y Prokofiev.
Lluís Trullén
(fotos: Miquel González)