PERALADA / Vespres d’Arnadí honra la belleza de la música de Alessandro Scarlatti
Peralada. Iglesia del Carmen. 07-IV-2023. Festival de Pascua Castell de Peralada. Serena Sáenz, soprano; Xavier Sabata, contratenor; Thomas Walker, tenor. Vespres d’Arnadí. Dani Espasa, clave y dirección. Scarlatti: La Giuditta (1697).
Después de los excesos del día anterior, con toda la parafernalia que rodea a Orliński, fue un bálsamo y un gran placer poder escuchar a intérpretes que buscan poner su maestría al servicio de la música, desde un virtuosismo sereno y escapando de todo alarde fácil, para darnos una medida profunda de la hermosa música de Alessandro Scarlatti. Vespres d’Arnadí nos brindó un concierto emocionante que rindió homenaje a la preciosista música de Scarlatti bajo la sabia y atenta dirección de Dani Espasa desde el clave, y llenó de belleza musical la nave de la iglesia.
Alessandro Scarlatti compuso el oratorio La Giuditta a tres voces en 1697 a partir de un libreto de Antonio Ottoboni, padre del famoso cardenal Pietro Ottoboni —quien había escrito otra versión a cinco voces para otro oratorio de Scarlatti con el mismo título unos años antes. El texto está basado en el libro de Judit y narra la historia de la heroica y bella viuda hebrea que liberó a la sitiada ciudad de Betulia al introducirse en el campamento enemigo para seducir y decapitar al general asirio Holofernes. Esta versión, de la que desconocemos si fue estrenada en Nápoles o Roma, es dramáticamente más intimista y expresiva porque se concentra en los hechos cruciales con los personajes de Giuditta (Serena Sáenz), su nodriza, Nutrice (Xavier Sabata) y Oloferne (Thomas Walker). Orquestalmente plantea un austero pero efectista orgánico para cuerdas y continuo, y musicalmente posee una belleza serena pero deslumbrante, con algunas arias y dúos que quitan la respiración, con ese hermoso lenguaje de sutiles cambios armónicos y diálogos entre solistas, primeros y segundos violines, violonchelos o continuo. Encontramos al Scarlatti capaz de concentrar belleza en breves ideas musicales o de expandirlas sobrecogedoramente.
Giuditta fue encarnada por la joven soprano Serena Sáenz, que se presentaba por primera vez en un repertorio barroco con Vespres d’Arnadí. Aunque empezó algo insegura en su primera intervención en el aria Turbe timide, pronto empezó a coger soltura y a brillar con su facilidad técnica y fue una de las abundantes buenas noticias del concierto. Por su voz de bello timbre, canto pulido y su personalidad, pronto vimos el acierto de su elección, que encajaba muy bien en el carácter de la bella y valiente Judit bíblica y su protagonismo en muchas de las bonitas arias de Scarlatti. Así la escuchamos brillando en algunos de los bellos momentos del oratorio, como en el aria introspectiva Chi m’addita per pietà, que Sáenz interpretó con gran delicadeza y buena articulación, sosteniendo unos agudos preciosistas y una línea de canto depurada bajo el sabio sostén de las cuerdas, o en otra pieza delicadísima, Se ritorno entro le mura, en diálogo con el excelente violonchelo de Oriol Aymat y la delicada tiorba de Josep María Martí.
También pudimos comprobar la buena conexión entre los agudos prístinos de Serena Sáenz y la elegancia expresiva de la voz más oscura del gran contratenor Xavier Sabata, con maestría en su entonación y una delicadísima línea de canto, para ofrecernos Deh, rifletti. En el aria de carácter Posso e voglio, Serena Sáenz pudo lucir sus agilidades vocales con un buen control de la emisión y buenas coloraturas, que ratificó en el dúo siguiente junto a un magnífico Sabata en Vincerò. Otra de las joyas de la noche llegó con un bello diálogo entre el violín de Farran James y el violonchelo de Oriol Aymat, para introducir Non ti curo o libertà, con una Sáenz que cantó con delicadeza y refinamiento, para dar paso a continuación con el mismo texto a un ágil Sabata y acabar con el dúo Libertà, Libertà, que muestra la capacidad de concentración de ideas de Scarlatti. También de gran calidad fue el dúo Spunta l’alba de Sabata y Sáenz, donde compitieron en coloraturas. Pero Sáenz también tuvo buenos dúos con Thomas Walker, como en Tu m’uccidi o Piega o Duce, que cantan soprano y tenor en fase de seducción y donde la soprano hizo unas coloraturas muy atrevidas frente al buen sostén de Walker. La joven soprano se soltó definitivamente el pelo en el aria final Di Bettulia avrai la sorte con una exhibición brillante de su espectacular registro agudo.
Sabata también estuvo espléndido y plenamente adecuado a la delicadeza del lenguaje armónico scarlattiano desde el comienzo, con una elegantísima A che Giova, o con su excelente fiato en Sommo Dio, junto a una gran Farran James, donde lució sus grandes virtudes expresivas, de articulación y para ornamentar con naturalidad y elegancia. El momento cumbre, claro está, llegó con la pieza más hermosa de la obra, y una de las arias más bellas de la historia, la evanescente Dormi, o fulmine di guerra!, la sobrecogedora nana con la que Nutrice adormece a Holofernes para que Judit pueda decapitarlo. Sabata hizo una interpretación deslumbrante, llena de sensibilidad, controlando con gran sutilidad su fiato, con unas ornamentaciones delicadas y preciosistas para sostener las notas elegantemente de manera milagrosa en el aire de la iglesia, con un impresionante control de la respiración.
El tenor escocés Thomas Walker supo dar personalidad al personaje de Holofernes, de menor protagonismo pero al que Scarlatti supo dar brillo musical en arias como Togliti!, Mi combatte, mi stringe o la expresiva Quella terra. Walter estuvo impecable en toda la amplitud de su registro y dotó de expresividad a su papel, como en los dúos ya mencionados.
Vespres d’Arnadí presentó una orquesta generosa que sonó espléndidamente, formada con dos grupos de violines, liderados desde el primer violín por una Farran James que estuvo excelente en toda la noche, violas, dos violonchelos —con un magnífico Oriol Aymat—, la delicada tiorba de Josep María Martí, el contrabajo y la brillante dirección desde el clave de Dani Espasa, inteligente con los cantantes y brillante y delicado con la escritura de Scarlatti desde la sinfonía inicial. En el comienzo de la segunda parte, a modo de sinfonía, Espasa nos brindó la música del Concerto Grosso nº 5 de Scarlatti, que encajó muy bien con la obra. Otro de los grandes aciertos de Espasa fue prestar atención a las peculiares condiciones acústicas de la iglesia, que cuidó con la disposición de la orquesta y una inteligente dirección musical para brindarnos una bellísima velada.
Manuel de Lara
(fotos: Toti Ferrer)