PERALADA / El pianista Yunchan Lim conquista al público con un recital memorable
Peralada (Girona). Iglesia del Carmen. 3-VIII-2024. Yunchan Lim, piano. Obras de Mendelssohn, Chaikovski, Musorgski.
El impacto que produjo el pianista surcoreano Yunchan Lim cuando a sus dieciocho años se proclamó vencedor de la XVI edición del concurso Van Cliburn –el ganador más joven de la historia del certamen–, ya hacía presagiar una carrera deslumbrante.
La trayectoria de Yunchan Lim, nacido en marzo de 2004 y formado en el Instituto Nacional Coreano para Superdotados de las Artes, resulta meteórica. Un exultante debut en el Carnegie Hall el pasado mes de febrero interpretando la integral de los Estudios de Chopin o sus alabadas versiones en el certamen pianístico tejano de los Estudios Trascendentales de Liszt, rubricados con una antológica interpretación del Concierto para piano nº 3 de Rachmaninov –cuyo éxito queda refrendado por los millones de visitas que lleva recibidas en Youtube– lo han elevado en tiempo record a referencia del piano internacional.
Yunchan Lim, tenía previsto actuar en Peralada dentro de la pasada edición del Festival de Pascua, pero una lesión muscular le obligó a posponer la cita. Ahora, dentro de la edición estival del Festival, el pianista asiático ofreció un recital memorable, coronado con una personal y antológica versión de los Cuadros de una exposición de Musorgski.
Si en 2019 debutaba en España en un recital celebrado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en su retorno a nuestro país nos brindó una actuación que quedará guardada en el recuerdo de los asistentes que dejaron sin localidades el aforo de la iglesia gótica de la población ampurdanesa.
Lim exprime las partituras hasta el matiz más insospechado, no duda en alargar los tempi con un bienintencionado uso del rubato, lleva las dinámicas al extremo e incluso llega a añadir –como en el caso de los Cuadros–, recursos que no figuran en la partitura. Octavas dobladas en el registro grave, ornamentaciones añadidas en el Ballet des poussins o incluir un glissando previo al acorde culminante del Baba–Yaga, que acrecentaba si cabe el calificativo feroce que acompaña a este Allegro con brio, eran algunas de las sorpresas que deparaba su versión de la obra de Musorgski.
Desde las Romanzas sin palabras op.19 nº 1 y op. 85 nº 4 de Mendelssohn con las que abría el recital, su pianismo desprendía una elegancia, sutileza y madurez musicalidad que ahondaba en el sentido más poético de ambas composiciones. Un lirismo que se acrecentó con su paso por Las Estaciones Op. 37 a de Chaikovski, cuyo zénit llegó con la célebre Barcarola en sol menor imprimiendo un carácter melancólico de un intimismo sobrecogedor. Su versión de Las Estaciones fue puro retrato musical de las distintas situaciones descritas. En el Carnaval (Febrero) con su tempo de Allegro giusto reflejó un sinfín de colores; su pianismo, con un preciosista contrapunto y precisión en el ritmo, alcanzó una claridad absoluta en La Caza (Septiembre). La melancolía febril del otoñal Octubre profundizó en el lirismo más íntimo de Chaikovski, convirtiéndose en la cima de una versión en la que siempre primó un sentido elegíaco.
El público, entre ellos un gran número de fieles seguidores surcoreanos, quedó definitivamente rendido ante la versión que ofreció de los Cuadros. Colorista, brillante, y hasta cierto punto efectista, trazada con un impecable sentido descriptivo y con unas dinámicas y tempi llevados al extremo. El carácter pesante y lentitud con la que afrontó Bydlo, la cristalina articulación obtenida en la animación del mercado de Limoges, la solemnidad y dinámicas llevadas al límite de La Gran Puerta de Kiev, fueron algunos de los puntos culminantes de una lectura planteada como un inmenso fresco pictórico. Lim, con una expresión siempre firme, de mirada siempre concentrada, sin abusar de la gestualidad, rubricó el recital con la adaptación de Wilhelm Kempff del movimiento Siciliano de la Sonata para flauta nº2 BWV 1031 de Bach, ante un público rendido ante un talento pianístico fuera de lo común.
Lluís Trullén
(foto: Miquel González)