Patricia García Torres y los itinerarios

IMPETUOSO AMANECER
Obras de Arturo Márquez, Franz Schubert, Claude Debussy y Maurice Ravel. Patricia García-Torres, piano. STEINWAY ARTIST (1 CD)
Los casi diez minutos de Días de mar y río, del compositor mexicano Arturo Márquez (1950), son la revelación de un mundo sonoro de enorme belleza. Puede parecer una obra “muy francesa”, seguidora de Ravel, pero el alcance del discurso la lleva más lejos. Hay un itinerario hacia la culminación, se llega a un ápice de dramatismo que no es el del mundo de Ravel o Debussy. Para ilustración sobre la figura de Márquez, señalemos obras suyas como los varios Danzones de inspiración castiza, algunos de ellos accesibles en la red.
En cada una de las Piezas D. 946 de Schubert hay también un itinerario, y cabe preguntarse si el camino no se cruza finalmente en un sentido único por parte de la intérprete. La primera, Allegro assai, avanza hacia un Impetuoso con aires sombríos que, sin embargo, se diluye para regresar al carácter cantábile del allegro que iniciaba la pieza. Sin solución de continuidad, llega el delicado Allegretto. El optimismo elevado (¿excesivo?) de la última pieza, un Allegro saltarín, lleva al desmentido del importante episodio sombrío de la primera de ellas. ¿Es una decisión de Patricia o acaso impugna la tradición con la que estas piezas se han visto traducidas tan a menudo?
Con una contundencia acaso no muy asociada a Debussy, Patricia García-Torres despliega uno de los Estudios de Debussy, esa colección final de piezas que iban más lejos que los Preludios o las Imágenes, en las que una disculpa pedagógica desplegaba una ambigüedad, una indecisión en cuanto a descanso o siquiera tregua tonal. Pero de la contundencia pasamos a la sutileza central. De nuevo, todo un itinerario, un viaje. Nos queda deseo de oír a esta pianista otros Estudios del enorme maestro francés.
El refinamiento con que concluye la pianista este bello recital es una nueva lección de cómo enfrentarse a un compositor del que existen imágenes demasiado fijas. En este caso, una de las series pianísticas de Ravel, la Sonatina, tan clasicista, tan sugerente. Con tempi ligeramente más lentos de lo habitual, se mantiene la tensión de esta obra, y se demuestra que delicadeza no significa ausencia de nervio. Un hermoso recital. El título del CD no parece un acierto de agudeza.
Santiago Martín Bermúdez