PARMA / ‘Simon Bocanegra’, los peligros de la carne
Parma. Teatro Regio. 25-IX-2022. Verdi: Simon Boccanegra. Vladimir Stoyanov, Roberta Mantegna, Piero Preti, Riccardo Zanellato, Devid Cecconi. Orquesta Filarmónica Arturo Toscanini. Coro del Teatro Regio de Parma. Director musical: Riccardo Frizza. Director de escena: Valentina Carrasco.
Gran interés suscitó esta velada en el Festival Verdi de Parma, por la oportunidad de escuchar la primera versión del Simon Boccanegra con un magnífico reparto, aunque al final el protagonismo ha sido para una controvertida puesta en escena. Los abucheos continuaron a la salida con acaloradas discusiones del público, que seguramente se repetirán los siguientes días, lo que muestra la vitalidad de la ópera en este país. Nada que ver con el público de los grandes teatros que sale corriendo tras la función para no llegar tarde a una cena, olvidando lo visto al pisar la calle. Sin duda un festival debe ser así: una fiesta en torno a la acción artística y lo que nos produce a cada uno, que no debe ser siempre lo mismo.
La primera versión del Simon Boccanegra, la del estreno en Venecia en 1857, rara vez se interpreta, siendo habitual la amplia revisión que realizó en 1881, considera la versión definitiva. En su momento la ópera no gustó y fue Ricordi quien convenció a Verdi para que la revisara, con la mediación de Boito como nuevo libretista. Se puede seguir este proceso a través de los numerosos borradores del compositor italiano, que por primera vez están disponibles en los archivos para los estudiosos, así como en el detallado epistolario entre Verdi, Boito y Ricordi que ha publicado con criterios científicos el instituto de estudios verdianos. En Parma el mundo de Verdi también palpita en los estudios y documentos. Los casi veinticinco años que separan ambas versiones señalan grandes cambios en las prácticas dramatúrgicas, que afectan tanto a la vocalidad como al lenguaje orquestal y armónico. Uno tiene la sensación de que son óperas muy diferentes, especialmente en los dos primeros actos. La presencia de la última cabaletta de Verdi escrita para la soprano (Il palpito deh frena) es un buen ejemplo. de hecho, esta versión inicial de Simon Boccanegra deja más de lado los aspectos políticos para centrarse en los personajes. Solo por eso se sitúa a la estela de la gran trilogía popular, con el eje central de la relación padre-hija como centro de la historia.
Verdi partió de la complejidad del drama de García Gutiérrez, el mismo escritor por el que se había entusiasmado con El trovador. Es un curioso cruce, en el que encontró en un autor español —desconocido en Italia, recordemos que leyó el drama sin traduci— una evocación del mundo genovés, ciudad tan querida por el maestro italiano, que pasaría allí junto al mar muchos de sus inviernos en el Palacio Doria. En Simon Boccanegra resulta especialmente difícil hacer entender los antecedentes que pesan sobre la relación de los personajes, que en la revisión se intentó solucionar con un prólogo que sucedía veinte años antes.
La polémica puesta en escena de Valentina Carrasco prescinde de estos elementos, sobre todo la obsesión por el mar tan presente en la obra. Esta directora de escena, argentina de orígenes españoles formada en el entorno de la factoría operística de La Fura dels Baus, ofreció una propuesta radical, que no nos dejó ver la relación entre las dos versiones ni valorar la intrincada red emocional en que viven los personajes. aunque también puede ser un logro al liberarnos del argumento y las disquisiciones musicológicas, para percibir la ópera desde un lado menos racional y más emocional. Ambientada en el mundo obrero de 1950, la revolución genovesa se convierte en una gran huelga de trabajadores, lograda con la superposición de imágenes sobre el coro. No todo funciona correctamente, pero hay detalles de gran fuerza visual.
La joven protagonista se presenta encerrada en un contenedor en el que cultiva flores: un mundo hermoso, lleno de color y vida, pero también opresivo en el que ella no es consciente de su encierro. La gran polémica, gritos incluidos, fue en los últimos actos, que se desarrollan en una fábrica de carne, es decir en un matadero, con la acumulación de grandes animales colgados abiertos en canal. Una verdad incómoda, tomando aquel difundido título del documental que denunciaba la pasividad hacia el cambio climático, que nos hace olvidar todo lo que hay detrás de la producción de nuestros alimentos. Una violencia visual que acompaña con exceso la sutil violencia de los protagonistas, cuchillos y venenos de por medio. Gritos desde lo alto durante la función y un gran abucheo final reflejan que la propuesta conseguía su misión, al sacar al público de la comodidad burguesa con que suele acudir al teatro.
Gran calidad en todo el reparto, homogéneo y bien preparado, aunque desconcertados con una puesta en escena que necesitaba pensar más en los intérpretes. Simon Boccanegra, como todo el gran Verdi, requiere una cimentación dramatúrgica de cada personaje, que parte del texto para construirse sobre la música. El barítono Vladimir Stoyanov, de voz demasiado controlada aunque expresiva, consiguió un protagonista creíble algo falto de grandeza. Mejor la soprano Roberta Mantegna, sobre todo tras superar las dudas de su comienzo, con una hermosa voz lírica que iba muy bien al carácter cándido de su papel. El tenor Piero Preti la secundó bien, con buen oficio basado en una buena emisión y un buen trabajo de dicción. Excelente la expresividad de Riccardo Zanellato, que recogió en su fiesco la ‘tinta’ oscura y triste de esta ópera. Buenos medios vocales y expresivos presentó el barítono Devid Cecconi, como Albani, en intervenciones más reducidas.
Detrás de los buenos resultados musicales estuvo la dirección de Riccardo Frizza, un director que conoce muy bien el repertorio italiano precedente por sus consabidos trabajos en los festivales de Rossini y Donizetti. Supo así aprovechar bien lo mucho que hay de la tradición italiana en la partitura de esta primera versión. Lástima que la puesta en escena nos despistase de los muchos matices que ofrecía la noche, porque Simon Boccanegra es una ópera compleja y rica, que marca el camino del Verdi de madurez.
Víctor Sánchez Sánchez
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