PARÍS / La estimulante puerta cerrada de ‘El ángel exterminador’ de Thomas Adès
París. Opéra national de Paris Bastille. 6-III-2024. Jacquelyn Stucker, Gloria Tronel, Hilary Summers, Claudia Boyle, Chritine Rice, Ilanah Lobel-Torres, Nicky Spence, Frédéric Antoun, Jarrett Orr, Anthony Roth Costanzo, Felipe Manu, Philippe Sly, Paul Gay, Clive Bayley, etc. Dirección musical: Thomas Adès. Dirección escénica: Calixto Bieito. Thomas Adès, The Exterminating Angel.
Con libreto de Tom Cairns y adaptación del largometraje surrealista homónimo del cineasta aragonés Luis Buñuel (1900-1983), estrenado en 1962, El ángel exterminador es la tercera ópera del compositor británico Thomas Adès (nacido en 1971), tras Powder Her Face (1995) y The Tempest (2004). Fue un encargo conjunto del Festival de Salzburgo, donde se estrenó el 28 de julio de 2016, la Royal Opera House Covent Garden de Londres, el Metropolitan de Nueva York y la Royal Danish Opera de Copenhague.
En la producción de Calixto Bieito presentada por la Ópera de París, la atmósfera está creada desde el principio por el sonido de una campana procedente de la catedral donde los protagonistas asisten a una misa de acción de gracias, que entra obsesivamente en la cabeza del espectador y nunca sale de ella. Otros rasgos específicos de la obra son el regreso en la instrumentación a las ondas Martenot tan apreciadas por Olivier Messiaen y que se consideraban obsoletas, y un solo de guitarra que recuerda el origen del autor del guion en el que se basa la ópera, un reparto pletórico con veintitrés papeles (cinco sopranos, tres mezzosopranos, una voz de niño, un contratenor, seis tenores, cuatro barítonos, un bajo-barítono, dos voces habladas) y un coro, el personaje de Leticia Maynar requiere una soprano capaz de agudos impresionantes, siendo la nota extrema un La sobreagudo…
Ópera de dos horas en tres actos, la historia de El ángel exterminador se desarrolla durante cuatro días a puerta cerrada en casa de un aristócrata mexicano, el marqués Edmundo de Nobile y su esposa Lucía, de la que ninguno de los participantes parece poder escapar. Primero se aplaza la salida de todos con diversos pretextos, luego una fuerza invisible hace imposible abandonar la casa. Los invitados son encerrados en el salón con el mayordomo, ya que los demás criados han dimitido. Durante su encierro, se revela la personalidad de cada protagonista, el hambre y la sed se ven saciadas por la rotura de una tubería y luego por la extraña aparición de corderos, cuyo sacrificio contribuye a una escalada de violencia. La promiscuidad y la falta de higiene conducen a la aniquilación de las fisonomías y las convenciones sociales, mientras que la mentira, el disimulo y la crueldad se imponen. Uno de los huéspedes muere de un infarto, el señor Russell es el primero en fallecer, Beatriz y Eduardo copulan en un cuchitril antes de suicidarse… La única solución para detener el drama es obligar al anfitrión a suicidarse, utilizando la fórmula del chivo expiatorio. Pero la maldición se levanta, y una de las huéspedes (Leticia) tiene la idea de recrear la situación desde el principio, permitiendo a los huéspedes salir y encontrar ayuda. Pero la libertad no dura. Una vez fuera, los notables regresan a la catedral, cuyas puertas se cierran sobre ellos, mientras fuera estalla un motín…
Anna-Sofia Kirsch sitúa la escena en un lujoso salón de un blanco agresivo, cuya inmensa lámpara de araña es retirada al principio por un escuadrón de sirvientes que despejan el espacio por encima de una inmensa mesa de mármol cubierta con un mantel. El colorido vestuario de Ingo Krügler y la iluminación de Reinhard Traub dan vida a la obra, y la trama degenera rápidamente en un juego de masacres. La mesa se convierte en letrina, el piano en ataúd, la pared derribada revela pieles de oveja. La puesta en escena de Calixto Bieito es poderosa e ingeniosa, no exenta de un toque de humor, servido por su meticulosa dirección de actores, que genera una entrega total de un elenco de verdaderos cantantes-actores que iluminan con sus personalidades los conflictos motores de la obra, pulsión y reflexión, bestialidad y nobleza combinadas. El prolífico reparto incluye a la soprano americana Jacqueline Studer como Lucia de Nobile, cuya voz es potente y melosa, y a su marido Edmundo de Nobile, excelentemente retratado por el tenor escocés Nicky Spence. La soprano franco-rumana Gloria Tronel fascina con su brillantez y su atrevida manera de interpretar la aterradora tesitura que el compositor ha reservado para el personaje de Leticia Maynar, una cantante salida de una representación de Lucia di Lammermoor de Donizetti, mientras que la contralto galesa Hilary Summers impone su oscura voz en una cautivadora Leonora Palma.
La soprano irlandesa Claudia Boyle es una luminosa duquesa Silvia de Ávila, acompañada por su hermano Francisco, brillantemente interpretado por el contratenor estadounidense Anthony Roth Costanzo; la mezzosoprano británica Christine Rice es una fogosa pianista Blanca Delgado, mientras que su marido, el director de orquesta Alberto Roc, está valientemente interpretado por el bajo-barítono francés Paul Gay, y el joven Yoli, hijo de Silvia de Ávila que abre y cierra la ópera, está audazmente interpretado por un niño de la Maîtrise des Hauts-de-Seine. El resto del reparto es del mismo calibre, exaltado por un coro de la Ópera de París brillantemente preparado por Ching-Lien Wu. En el foso, la Orquesta de la Ópera de París exalta una combinación de timbres y virtuosismo tan rica y colorista como precisa y esbelta, bajo la dirección vigilante y vigorosa del propio compositor Thomas Adès.
Bruno Serrou
(fotos: Agathe Poupeney/OnP)