PARÍS / Imprevisto y afortunado díptico Stravinsky-Poulenc
París. Théâtre des Champs-Elysées. 19.III.2023. Stravinsky: Le Rossignol; Poulenc : Les Mamelles de Tirésias. Sabine Devieilhe, Chantal Santon Jeffrey, Lucile Richardot, Cyrille Dubois, Jean-Sébastien Bou, Laurent Naouri, Victor Sicard, Francesco Salvadori, Rodolphe Briand. Ensemble Aedes. Les Siècles. Dirección musical: François-Xavier Roth. Puesta en escena: Olivier Py. Escenografía y figurines: Pierre-André Weitz. Luces: Bertrand Killy.
Para el cierre de su ciclo de las tres óperas de Francis Poulenc, cuyas puestas en escena se han encargado a Olivier Py, el Théâtre des Champs-Elysées acopló un díptico con Les mamelles de Tirésias, del compositor del Grupo de los Seis, y Le Rossignol, de Igor Stravinsky.
Popularizada en las salas de concierto gracias al poema sinfónico de 1917 Le Chant du Rossignol, que se atiene a la música de los dos últimos actos, Le Rossignol es la primera ópera de Stravinski. Escrita en 1908 a partir del cuento de Andersen El ruiseñor y el emperador de China, la obra se estrenó en la Opera de París en 1914. En medio de esas fechas el compositor escribió los ballets que revolucionarían la música, El pájaro de fuego, Petrushka y La consagración de la primavera. La fábula cuenta la historia de un emperador chino a quien regalan un ruiseñor mágico, al cual en seguida le hace competencia un volátil mecánico, regalo del soberano del Japón. El personaje de la Muerte es omnipresente, y amenaza con llevarse al emperador, hasta que el ruiseñor expulsado por ella echa a cantar, devolviendo a su propietario a la vida.
Compuesta en 1944 a partir de la pieza homónima de Guillaume Apollinaire de 1917 y estrenada en la Opéra Comique en 1947, cuando la IV República iniciaba una política que alentaba la natalidad, Les mamelles de Tirésias es una ópera bufa feminista cuyo personaje central es Thérèse, una mujer que, harta de una vida sometida a la autoridad del marido, decide vivir como hombre con el nombre de Tirésias y predicar el fin de los embarazos. Humillado, sobre todo cuando ella lo ata y le viste de mujer, el marido hace votos por procrear él solo, por miedo de que Francia se esterilice… La moraleja de la fábula se proclama al final, con la compañía en pleno arengando al público: “Escuchad, franceses, las lecciones de la guerra, y haced niños.”
Estas dos obras, que solo tienen en común la duración relativa, la estructura en tres actos y una inspiración más o menos clásica, reflejando cada una las singularidades de cada compositor, han sido reunidas por Olivier Py y su escenógrafo, Pierre-André Waltz, integrándolas en un mismo lugar, el reverso para la ópera de Stravinsky, entre bastidores del cabaret Le Zanzibar, y en el anverso la obra de Poulenc, con escenario vistoso y gran escalera, terciopelos rojos, cotillones y charangas de un espectáculo de casino, todo ello iluminado por cegadoras luces de neón.
El problema es que esta estructura dramática no es inmediatamente evidente, y el mecanismo de la acción en la primera parte apenas se distingue bajo la iluminación excesivamente oscura, mientras que Py hace del emperador un anciano senil constantemente tumbado en la cama. La visión del ruiseñor-mujer, que se niega a someterse al emperador-macho, anuncia ya el aspecto sociopolítico que se desarrollará en la segunda ópera, mientras que continuamente se exponen alusiones sexuales. De manera que este cuento oriental, ya oscuro de por sí, se vuelve aún más abstracto, y no arroja ninguna luz sobre la obra en sí ni sobre lo que va a seguir, si no es por la muerte, que regresa en la segunda parte del díptico. El tema de la ópera de Poulenc casa bien con las fluorescencias de Olivier Py. De hecho, el cabaret y el casino son constantes en el trabajo del dramaturgo, que descuella en la sátira mordaz que se presta a todo tipo de travestimentos, senos como globos que echan a volar, prótesis, bailarines con tangas de encaje, atributos sexuales gigantes y luminosos, femeninos y masculinos, que son como un catálogo de las obsesiones del director francés, recientemente nombrado director del Théâtre du Châtelet.
Lo que es común en las dos partes es la perfección del reparto. La brillante Sabine Devielhe, voz sólida, untuosa, de dicción clara hasta en las agilidades más acrobáticas, que asume tres papeles en la misma producción, el Ruiseñor, Thérèse-Tirésias y la echadora de cartas; la tonificante Chantan Santon Jreffey; el encantador Jean-Sébastien Bou; el potente Laurent Naouri de impecable dicción, y así hasta el conjunto vocal Aedes: todos hacen que el conjunto resplandezca. En el foso, bajo el enérgico y poético impulso de su director fundador, François-Xavier Roth, la orquesta Les Siécles supera con éxito el reto de poner en valor lo específico de cada una de las partituras y de sus autores. La interpretación de Le Rossignol se atiene juiciosamente al periodo fauve de Stravinsky, que reclama fricciones, tensiones y ritmos. En Les mamelles de Tirésias se despliega la voluptuosa glotonería de Poulenc, gracias a los timbres atenuados de la orquesta.
Bruno Serrou
Photo : Vincent PONTET