PARÍS / Gustavo Dudamel se apodera, con ‘Turandot’, de la Opéra Bastille

París. Opéra National de Paris-Bastille. 4-XII-2021. Puccini, Turandot. Elena Pankratova, Guanqun Yu, Gwyn Hughes Jones, Vitali Kowaliow, Carlo Bosi, Alessio Arduini, Jinxu Xiahou, Matthew Newlin. Director musical: Gustavo Dudamel. Director de escena: Robert Wilson-Nicola Panzer.
En su primera aparición en el foso de la Ópera de París, Gustavo Dudamel, su nuevo director musical, electriza al público con una fogosa Turandot de Puccini. Hace veinte años París no veía en escena la obra maestra de Giacomo Puccini, que se presentó por última vez en una puesta en escena de Francesca Zambello. Es la última ópera de Puccini, que no llegó a terminarla ya que la muerte se lo llevó el 29 de noviembre de 1924, antes de que acometiera el dúo final, pero no por eso deja de ser Turandot uno de los títulos emblemáticos de la ópera del siglo XX. Es obra muy lejana al espíritu del teatro de marionetas que Ferruccio Busoni adaptó del propio Carlo Gozzini en 1917; la partitura de Puccini es un drama violento y sanguinario, que se sumerge en el exotismo tópico de una China medieval vista como de barbarie, con numerosos préstamos en los modos musicales.
Brilla la producción de la Ópera de París gracias a lo que propone Gustavo Dudamel. Una orquesta fluida, cristalina, con una variedad de tintes ilimitada, y que no rebosa nunca el espacio, al que por el contrario permite una amplísima profundidad de campo, como si este maestro conociera el foso de la Opéra Bastille desde siempre, pues tal es la amplitud de visión del director venezolano. Bajo su dirección, la Orquesta de la Opera se alboroza, transportada por la visión luminosa, de ardiente lirismo, del director sudamericano, que dosifica momentos suntuosos de gracia poética en alternancia con un gran poderío de tensiones dramáticas insólitas. Dudamel, sin esperar, ha sabido alcanzar la medida entera del foso de la Bastilla.
La producción de Robert Wilson, que se estrenó en 2018 en el Teatro Real de Madrid, la completa Nicola Panzer para su llegada a la Basilla, en un indiscutible éxito estético y dramatúrgico, en el que se asocian belleza plástica, sicología, humor. Más aún que los dos héroes, la princesa china Turandot y su pretendiente principesco desposeído, el tártaro Calaf, es a los ministros imperiales Ping, Pang y Pong a quienes Wilson erige aquí en principales protagonistas de una obra en la que se convierten en deus ex machina, al proyectarse en todos los estratos de la acción, en la que se mueven, danzan y miman a voluntad, uniendo así la intriga y los protagonistas, los cuales no por ello dejan de estar inmersos en sus propios universos, sus propias obsesiones.
Visto en conjunto, el reparto es homogéneo, a pesar de ciertas debilidades de los dos protagonistas centrales, que parecen lejos de alcanzar sus propios logros; la voz de la soprano rusa Elena Pantrakova, que sin embargo es habitual en el papel de Turandot, solo se expande con plenitud en la última escena, como si se reserva para este final; y lo mismo el tenor galés Gwyn Hughes Jones, que tiene dificultades en los agudos. La soprano china Guanqun Yu es una Liú algo madura en exceso; el bajo ucraniano Vitali Kowaliow (Timur) y el tenor italiano Carlo Bossi (Altum) están impecables. Pero es el trío de ministros el que logra la adhesión total; son los tenores (Alessio Arduini, Jinxu Xiahou, Matthew Newlin) los que triunfan tanto en lo vocal como en lo coreográfico.
Bruno Serrou
(Foto: Charles Duprat – Opéra National Paris)