PARÍS / Formidable ‘Ariodante’ de Haendel por Robert Carsen

París. Ópera nacional. Palais Garnier. 7-V-2023. Emily D’Angelo, Olga Kulchynska, Christophe Dumaux, Tamara Banjesevic, Matthew Brook, Eric Ferring, Enrico Casari. Coro de la Ópera Nacional de París. The English Concert. Dirección: Harry Bicket. Puesta en escena, escenografía, luces: Robert Carsen. Escenografía y figurines: Luis F. Carvalho. Luces: Peter Van Praet. Coreografía: Nicolas Paul. Haendel: Ariodante.
Doce años, día por día, después de entrar la obra en su repertorio, con Anne Sofie von Otter y Patricia Petibon, con Les Musiciens du Louvre y Marc Minkowski y puesta en escena de Jorge Lavelli, la Opera de París recupera Ariodante, en esta ocasión con puesta en escena de Robert Carsen. El canadiense es un espléndido director de ópera barroca, en especial de Haendel, como se recordará por la excepcional producción de Alcina en 1999, respuesta en 2004 y 2021. En este caso se trata de la trigésimo quinta ópera haendeliana, que precedió en tres meses a Alcina, a la que siguió en 1735, en el Covent Garden, el pastiche Oreste.
La adaptación de Robert Carsen, que mezcla la leyenda de Ariosto y la actualidad de la corona de Inglaterra, funciona de maravilla. Este Ariodante se desarrolla en el recinto de un castillo escocés engalanado con tapices verdes y trofeos de caza. Lo habita una corte que anticipa la familia reinante británica de los Windsor, con la que todas las televisiones del mundo han abrumado a su público mediante imágenes de la coronación del rey Carlos III, en las que destacaban numerosas vestimentas escocesas. El director de escena descubre con astucia la moraleja de la intriga en el castillo, convertido en un museo repleto de figuras de cera que representan la nueva pareja real, sus hijos, nueras y niños, todo ello para el recorrido de los turistas. A lo largo de los tres actos, y dentro de una refinada escenografía de Robert Carsen y Luis F. Carvalho, aparecen siete personajes muy bien caracterizados: un anciano rey sin nombre, cansado de su reino y de su progenitura; dos hermanos, Ariodante y Lurcanio, enamorados de dos mujeres de caracteres antagónicos, Ginevra y Dalinda, esta última enamorada en secreto del dudoso duque de Albany, Polinesso, rechazado por Ginevra, y todas estas intrigas activan una caterva de paparazzi ávidos de primicias, maledicencias, rumores y escándalos de todo tipo…
El logro de este espectáculo se debe también a dos ballets dirigidos por Nicolas Paul, que participan en la intriga con eficacia. Al asociar además folclore y danzas cortesanas, contribuyen de manera onírica a la magia de esta producción, en el primer acto a lo largo de la fiesta organizada por el anuncio del matrimonio de la pareja principesca, y sobre todo en el segundo acto, con la danza de las sombras, mientras Ginevra sufre pesadillas en su lecho.
Motivado por una dirección de actores cuidada al milímetro, el reparto resulta muy equilibrado. A la cabeza del cartel de esta ópera, en la que una mujer actúa en un papel masculino (un castrato cuando se estrenó) y un hombre canta con voz aguda (un contratenor), Emily D’Angelo construye un cordial Ariodante con su aterciopelada voz de mezzosoprano; Olga Kulchynska, voz de timbre carnal, es una Ginevra conmovedora y resuelta; el contratenor Christophe Dumaux es un Polinesso tortuoso, voz con el poderío y los matices típicamente haendelianos; Tamara Banjesevic encarna con su untuosa voz una emotiva Dalinda. Matthew Brook (el Rey), Eric Ferring (Lucarnio) y Enrico Casari, que debutan en la Ópera de París, participan ampliamente del éxito de este Ariodante, lo mismo que el conjunto de instrumentos antiguos The English Concert, fundado hace ya medio siglo por el clavecinista Trevor Pinnnock, que en su primera actuación en el foso de la Ópera de París suena con justeza, claridad y exactitud bajo la dirección, demasiado plana y sumisa al texto, de Harry Bicket, su director musical.
Bruno Serrou
(foto: Agathe Poupeney/OnP)