PARÍS / Benjamin Bernheim y Elsa Dreisig, ardientes Romeo y Julieta de Gounod en la Opéra Bastille

Paris. Opéra Bastille. 20.VI.2023. Elsa Dreisig, Lea Desandre, Sylvie Brunet-Grupposo, Benjamin Bernheim, Maciej Kwasnikowski, Thomas Ricart, Huw Montague Rendall, Yiorgo Ioannou, Laurent Naouri, Jean Teitgen, etc. Orchestre et Chœurs de l’Opéra national de Paris. Dirección musical: Carlo Rizzi. Puesta en escena: Thomas Jolly. Charles Gounod: Roméo et Juliette.
Si se ve demasiado balcón en el monumental decorado giratorio de Bruno de Lavenère no es tan solo porque ahí tiene lugar la acción con la famosa escena del balcón, sino porque el director de escena, Thomas Jolly, quedó marcado por el confinamiento de 2020, que vivió en su piso que tenía, según dice, un balcón en el que desplegó un mantel de papel en que anunciaba “Esta noche, a las 21 h, Teatro en el balcón, Roméo et Juliette, con su compañero bailarín vestido de Julieta. Y es en la gran escalera del Palais Garnier y los balcones que la rodean, trasplantados al escenario de la Opéra Bastille, donde sitúa la acción, uniendo así su vivencia de confinado y la tragedia de Shakespeare, Verona y la famosa escena del balcón, origen del amor en el contexto de la mortal epidemia que sacudió Verona en el siglo XVI, una fusión de Eros y Tánatos…
Las luces en blanco y negro de Antoine Travert acentúan el efecto de oxímoron deseado por el director de escena, lo que vuelve fantasmáticos a los personajes y su entorno; los volúmenes del decorado recuerdan la estancia barroca imaginada por Alfred Hitchcock para su película Psicosis. La dirección de actores es impresionantes por su autenticidad, hasta en la precisión de los ajustes de la fatal querella entre Capuletos y Montescos. Integrada en el centro mismo del decorado, más o menos ubicada bajo la protección de violentas iluminaciones de neón, las escenas de amor aparecen claramente evocadas, lo mismo que la escena final en la tumba. Solo la parte del ballet del acto IV, mantenida en esta producción y dispuesta por Josépha Madoki, junta una docena de “novias” de ambos sexos vestidos como Julieta, cuyos movimientos están lejos de ser aéreos, único momento ruidoso ante la profundidad del intento.
Los dos titulares de los papeles forman una pareja perfecta. No solo son seductores y muy creíbles como jóvenes todavía adolescentes, sino que además sus voces son radiantes y están muy bien acopladas; y demuestran ser excelentes actores. La soprano franco-danesa Elsa Dreisig es una asombrosa Julieta, voz solar, presencia radiante, perdidamente subyugada por su magistral Romeo, desplegado por el tenor franco-suizo Benjamin Bernheim, delicada voz de terciopelo, línea de canto sin fallo, totalmente enamorado de su joven esposa, cada uno de ellos dotado de agudos claros, sólidos, heroicos.
Junto a ellos, un reparto en que destacan el exquisito Stephano de la mezzo-soprano franco-italiana Lea Desangre, los excelentes Tibaldo del tenor polaco Macjej Kwasnikowski, Benovio del tenor francés Thomas Ricart y Mercutio del barítono británico Huw Montague Rendall. El bajo francés Jean Teitgen, curiosamente vestido con una sotana con adecuado blaser bordado en oro, es un Hermano Laurent de voz amplia aunque más bien poco sonora; Laurent Naouri encarna un Capuleto de físico frío y a la vez frágil; la mezzo-soprano francesa Sylvie Brunet-Grupposo es una Gertrude sólida pero con graves demasiado de pecho. Los personajes secundarios están bien interpretados, a imitación de un impresionante coro tanto en su diversidad como en su unidad. El brillante director italiano Carlo Rizzi, que dirige con fuego y con matiz, hace que la Orquesta de La Opera de Paris sea un personaje de pleno derecho y pone de manifiesto una cierta modernidad de la partitura.
Bruno Serrou
(foto: Vincent Pontet/OnP)