Para cantar en susurro: ‘Cuaderno de historia’, de Manuel Rico

MANUEL RICO: Cuaderno de historia. Editorial Pre-Textos, Colección La cruz del Sur (2021).
Se lo dije al propio poeta cuando leía este poemario: Estos poemas te pellizcan el corazón. La expresión es francesa, pero la hacemos nuestra: un pincement au cœur. Es esa expresión que aparece en novelas y memorias en que la nostalgia es un disfraz para el dolor de las ausencias. Pienso, por ejemplo, en Patrick Modiano, narrador del que tuve la suerte de traducir dos novelas mucho antes del Premio Nobel. La palabra nostalgia tiene un sentido algo banal. No es el mal du pays, esto es, la añoranza de tu tierra. Nostalgia es el lamento por la juventud perdida, se mire como se mire el doblete del disfraz, pero no vamos a pelear por eso. Los poemas de Cuaderno de historia parecen lamentar pérdidas, en especial pérdida de puntos medio urbanos que fueron míseros y más tarde se tornaron barriadas de fealdades presentidas. Esas calles desaparecidas, nombres a veces llamativos, frontera de lo urbano y lo que allá lejos, en Buenos Aires, llamaron la orilla.
Es la perspectiva donde se inició el aprendizaje:
Era hacia el descampado
Donde moría la ciudad y los primeros
Álamos anunciaban el río y el verde de los juncos…
El poeta Manuel Rico es orillero, según eso. Esos son sus orígenes, al menos, y este libro es una afirmación de los orígenes, y al afirmarlos, se afirma él mismo. Ser es ser uno mismo y el otro, eso no hay que dudarlo. Ser es ir siendo. Cuaderno de historia señala unas veces, desvela algunas otras (pocas) y, sobre todo, sugiere las capas de lo que puede considerarse eso, una historia, quién sabe si la historia.
Es lo inquietante de los corredores:
Hay pasillos
Que morirán el día
En que no sea memoria,
Pasillos que aún avanzan
Por la tierra confusa del primer recuerdo.
Los poemas de Cuaderno de historia son trovas que hay que cantar en susurro.
Es la joven vivencia de la muerte violenta, como en el poema Atocha 1977, título que nos permite la evocación certera. (Si no sabes lo que evoca Atocha 1977 nada te dirá el poema mismo: es un pellizco demasiado fuerte).
No es este libro el libro del ensimismamiento. Pero no es el de la alteración. Sí se convierte a menudo en el libro de alteridad, del otro, de lo otro. Hay, idealmente, un cuadernillo en el último tercio del libro. Son poemas en prosa, evocaciones de otras geografías, de muchas lecturas (Intermperie). Queda tiempo, en un ideal cuadernillo siguiente, para evocar deudas y pagarlas: Javier Egea, Marcos Ana, Blas de Otero, las inspiraciones del pop de un antaño cercano…
Es este libro, también, el encanto de Italia, que aparece y se oculta en varias páginas:
Tu Roma tenía en Bertloucci patios de vecindad y mucha ropa
Flotando en tendederos de azoteas absurdas.
Quién sabe si el poeta es un faro cargado de lejanías. En esas lejanías está la vida, por eso hay que recelar del olvido.
Santiago Martín Bermúdez
(Sobre Manuel Rico)