PAMPLONA / La Sinfónica de Navarra y el paisaje sonoro de Egea y Mahler
Pamplona. Auditorio Baluarte. 29-II-2024. Orquesta Sinfónica de Navarra. Director: Perry So. Camilla Tilling, soprano. Obras de Egea y Mahler.
El séptimo concierto de abono de la OSN comenzó con una obra de encargo (Climate change) a Vicent Egea, de origen alicantino, pero arraigado hace ya muchos años en la capital navarra. La poética de Egea proyectada en la crisis climática plantea dos preguntas difíciles de responder: por un lado, si es posible abordar la emergencia climática con la música, y si es así, qué formas puede tomar una música que refleje un decrecimiento en el ámbito de lo sonoro. Del pensamiento del compositor, tan solo contamos con la referencia del procedimiento de la variación continua de algunos elementos compositivos principales como metáfora del continuo cambio climático. Otros recursos utilizados parcialmente, como la serie Fibonacci, el sistema axial, el contraste entre pasajes de tensión con otros de relajación o la escritura polimodal remiten a procedimientos propios de la música de nueva creación utilizados desde hace años.
Sin el apoyo de lenguajes extramusicales, el reto de Egea ha sido proyectar en lo sonoro, no tanto una evocación de lo que ya parece ser un inevitable cambio climático, sino denunciar este hecho. Quizá, como uno de los referentes más directos, cabe citar a John Luther Adams que, en 2013, compuso Become Ocean (Grammy por mejor composición musical contemporánea en el 2015), inspirada en el paisaje sonoro de Alaska y con una intención de visibilizar la problemática del cambio climático y el derretimiento de los polos.
Con una paleta sinfónica, la de la OSN, muy reforzada en todas las secciones, la música de Egea evidencia la denuncia a través de la fuerza sonora (desde el comienzo), con sonidos potentes, en ocasiones ásperos, mucha presencia de la percusión y con muy pocos momentos para la distensión. Su obra es en este sentido un grito de alerta que muestra la sensibilidad de un artista con profundo dominio técnico de la composición.
La segunda parte del concierto presentó una atmósfera sonora muy diferente, la de la Cuarta sinfonía de Gustav Mahler. Así, Baluarte de Pamplona acogió dos propuestas musicales cargadas de simbología: del sonido como denuncia en la obra de Egea a la evocación de la vida celestial, planteada por el compositor austríaco; una idealización inspirada en buena medida en la tradición de cuentos infantiles, todavía no dulcificados por la factoría Disney, lo que se percibe especialmente en el segundo movimiento (La danza de la muerte), momento en el que Mahler dispuso para el concertino dos violines con diferente afinación. La concertino de la OSN estuvo brillante, no solo en este movimiento sino en el resto de la obra, produciendo diferentes sonidos según la poética del compositor. Porque interpretar la Cuarta sinfonía de Mahler supone producir una gran variedad de sonidos, cuya función oscila entre lo meramente físico, lo estructural o su significado simbólico. Como ejemplos, los cascabeles asumen ya desde el comienzo una función estructural, a la vez que simbólica (sonoridad infantil), mientras que las cuatro flautas del primer movimiento sorprenden con una sonoridad (parecida a una ocarina) en aquellos momentos inédita en el mundo sinfónico.
De otro lado, interpretar la Cuarta sinfonía de Mahler requiere un ejercicio de contención de sonidos muy largos que evocan lo infinito-celestial (destaca en este sentido el final del adagio tras un impresionante clímax, muy bien conducido por Perry So), a lo que se añade la riqueza contrapuntística que diluye en ocasiones el tutti orquestal en secciones camerísticas, muy ajustadas desde los diferentes atriles de la OSN. Respecto al tempo musical, las constantes decisiones sobre los cambios, provocados por la variación de compases o la gran cantidad de matices, son determinantes para el resultado expresivo y la coherencia de cada movimiento. Perry So contuvo la tendencia a exagerar esos matices consiguiendo una línea de tiempo musical variada pero coherente, expresiva pero no manierista. El comienzo del tercer movimiento (“Tranquilo”) marcó un tempo no demasiado lento que permitió sostener con interés este larguísimo movimiento (más que el Adagio de la Novena) hasta llegar al gran clímax de la obra, uno de los momentos más espectaculares del concierto.
Después, la soprano, Camilla Tilling se incorporó al escenario de manera discreta e interpreto el final de la sinfonía comprendiendo perfectamente el sentido de la página final que escribió Mahler. Su voz sonó elegante, con la justa potencia y vibrato para adaptarse a un texto tan ingenuo como eficaz para el clima emotivo de la obra.
El programa del concierto captó una buena entrada. Sin duda, Mahler siempre es un compositor que interesa al gran público y en el caso de Egea, es un músico sobradamente conocido en la Comunidad Foral. Aunque muy distantes en el tiempo y en concepto, la cuarta de Mahler y la obra de Egea están relacionadas por su evocación simbólica: la música celestial concebida por el compositor austríaco y la tierra herida, denunciada por Vicente Egea.
Marcos Andrés Vierge
(foto: Miguel Osés)