Paavo Järvi: “Sin un director titular, cualquier orquesta puede arruinarse”
Hay directores de una orquesta, otros son capaces de compaginar dos, pero muy pocos mantienen hasta tres relaciones sinfónicas estables a la vez. El director estonio-norteamericano Paavo Järvi (Tallin, 1962) lleva desde los años 90 enlazando titularidades con éxito. Empezó en Suecia con la Sinfónica de Malmoe y acaba de asumir la titularidad de la Tonhalle de Zúrich. Entre medias ha pasado por la Sinfónica de Cincinnati, la Radio de Fráncfort y la Orquesta de París. Y en la actualidad compagina la Tonhalle con la dirección artística de la Deutsche Kammerphilharmonie de Bremen y la titularidad de la NHK de Tokio. Pero Järvi también forma parte de una estirpe de directores que encabeza su padre, Neeme Järvi, y mantiene viva su hermano menor Krystian Järvi. De su progenitor también ha heredado una fascinación por hacer y coleccionar grabaciones. Scherzo conversó con Paavo Järvi durante el pasado Festival de Pärnu (Estonia) acerca de sus experiencias y pasiones orquestales y fonográficas.
Usted suele compatibilizar hasta tres titularidades de orquestas diferentes a la vez. ¿Cómo lo hace?
Quizá sea demasiado. Pero la verdadera motivación para mí no es mantener tres orquestas, sino obtener de cada una de ellas el mejor resultado. Como director invitado a veces no es posible. Y como titular puedes ser más exigente con los músicos. También te permite tener objetivos más a largo plazo y proyectos. Es una relación completamente diferente. De todas formas, le diré que llevo más de veinte años dirigiendo la Kammerphilharmonie, en los cuales hemos crecido juntos y hemos tenido nuestra propia forma de hacer música. Pero nuestro repertorio está limitado al Clasicismo y al primer Romanticismo. Por tanto, necesito otra orquesta para poder hacer Bruckner o Mahler. Cada orquesta te aporta un perfil y un repertorio diferente.
Por ejemplo, ¿qué le ha aportado la Orquesta de París, la cual dirigió como titular hasta 2016?
Para mí, hay orquestas alemanas que tocan bien, pero adolecen de falta de personalidad. En cambio, las orquestas francesas, como la de París, tocan con mucha personalidad, aunque no siempre lo hagan bien. Necesitan cierta exigencia. Eso sí, cuando responden pueden surgir conciertos mágicos. Pero ciertamente sin esta orquesta yo no habría aprendido tanto acerca de la música francesa. Y no sólo acerca de la música francesa, sino incluso también del repertorio romántico.
¿Y de Sibelius? Usted ha grabado con ellos en RCA/Sony Classical el primer ciclo sinfónico del compositor finlandés de una orquesta francesa.
Efectivamente. Ellos lo aceptaron por primera vez en Francia donde, como sabe, Sibelius es un compositor que nunca ha tenido muy buena prensa. Recuerdo que después de mi concierto de despedida como titular, en junio de 2016 con la Tercera de Mahler, tuvimos una fiesta con toda la orquesta y ellos me dieron las gracias por todo, pero especialmente por aportarles las sinfonías de Sibelius. Creo que soy una persona más rica cultural y musicalmente tras mi experiencia al frente de la Orquesta de París. Y lo mismo puedo decir ahora en Tokio con la NHK. (…)
Pablo L. Rodríguez
(Foto: Kaupo Kikkas)
(Comienzo de la entrevista publicada en el nº 357 de Scherzo, de diciembre de 2019)